Aunque inconstitucional, Consumatum Est. Habemus Guardia Nacional militar. Se tenía la esperanza que saliera humo blanco; sin embargo, salió humo negro de la Cámara de Senadores. Se violó la Constitución una vez más; ahora por una mayoría relativa de los senadores. De esta manera, se consumó la violación a la Constitución por el Poder Legislativo entero, por lo que hasta este momento, ya tenemos Guardia Nacional militar o militarizada, como se le quiera llamar. Finalmente se realizó lo que con pesadumbre ya se veía venir en esa senaduría.
De esta forma, y contrario a su tradición constitucional, la Guardia Nacional formalmente pierde su esencia y naturaleza civil, para transformarse ahora en una Guardia Nacional militar. Ahora pasa a ser hija adoptiva del señorío militar. Bueno, aunque hoy en la práctica lo fuera solo por el nombre, porque según se dice, ya está penetrada de aroma militar. Ni cuando el país estuvo dominado por gobiernos militares, más de un siglo de la historia del México independiente, había tenido esta progenie. Ahora inauguramos un nuevo espectro de Fuerzas Armadas en el país: de mar, de tierra, de aire y de seguridad pública. Este es el nuevo cuerpo prismático armado para atender su nueva misión de defensa exterior, de seguridad nacional interior y de seguridad pública.
Ahora, el Ejercito todo el tiempo en las calles. Por si fuera poco el que ha tenido, en la inercia del desgaste de su buena imagen y respeto, porque seguramente va a seguir arrastrado el descredito político y social, por la falta de una decidida y firme voluntad política para deveras acabar con la inseguridad. Pobre Ejército, tan lejos de Dios, y tan cerca de los intereses políticos. Sí, el rejuego y los intereses políticos es lo que lo ha lastimado. Y me atrevo a pensar que terminarán vulnerándolo más. Solo basta ver las escenas frecuentes de humillación a que vergonzosamente se ha visto sometido. Y el Ejército ha tenido que aguantar todo y de todo. No tengo duda que en su intimidad, llora amargamente su desgracia e impotencia para poder actuar con la entrega, pasión y gallardía que le caracteriza.
Había pesimismo sobrado sobre si la Cámara de Senadores se erigiría en baluarte firme de la defensa de la Constitución, pero se tenía una luz de esperanza de que lo hiciera. Sin embargo, esa mayoría de los senadores no quisieron dejar solos a los diputados en su conducta de inconstitucionalidad, por lo que los acompañaron en esta decisión, también fast track, sumándose y contribuyendo a la violación de la Constitución.
Claro, hay que decirlo porque es correcto y justo, no todos son iguales, porque mientras 71 senadores, los de los partidos políticos en el gobierno, transgrediendo los principios constitucionales el día nueve de este mes de septiembre votaron a favor de que a través de modificaciones a leyes secundarias pase la administración, control, operación y mando de la Guardia Nacional a la SEDENA, contraviniendo lo que determina la Constitución, 51 senadores votaron en contra, y hubo una abstención que no quiso compromiso ni con unos ni con otros, sino permanecer al margen.¹ Estos últimos no quisieron subirse, por razones de integridad, principios y legalidad, al carruaje obscuro de la inconstitucionalidad que aún rueda sobre camino barroso, porque todavía le falta otro tramo por recorrer. Aún no está dicha la última palabra jurídica. Se agotó el tema en un Poder, pero todavía, porque seguramente así va a ser, falta que cruce el umbral de otro Poder, el Judicial, donde se dará la última batalla constitucional.
O al menos que en los cálculos políticos de estos senadores, hayan pensado que era mejor cumplir con su compromiso e idilio político votando a favor, y lavarse las manos, a la manera de Poncio Pilatos, aventándole la pelota ardiente al otro Poder, al Judicial. Bueno, pero como la política ya está totalmente judicializada, pues qué más da, mandarle otro asunto caliente para que se entretenga y sea el que decida, para bien o para mal, con el beneplácito o reprobación político social para este Poder, según sea su decisión.
Senado, al margen de su raíz etimológica latina que viene de senatus, de senex, y que en aquellos ayeres por esto se le atribuían algunas virtudes de dignidad y sabiduría a esta institución legislativa, políticamente está abrigado por una aura y soplo de mayor conocimiento, experiencia, reflexión y prudencia por lo que institucionalmente representa en el marco del Pacto Federal. En otras palabras, de ver las cosas con más juicio, mesura, limpieza y pulcritud, de acuerdo a sus orígenes y trayectoria histórico parlamentaria. Pero en esta ocasión, sin sonrojo alguno, no la tuvo, ni siquiera porque se trataba de la norma más sagrada, nada más y nada menos que de la constitucionalidad del país. Que incongruencia, en el mes patrio se actuó contra la patria, al pisotear su Constitución.
Como agencia de gestión y subordinación en que se ha convertido en los últimos años el Poder Legislativo, probablemente para este caso pensaron que órdenes son órdenes y que había que cumplirlas desnudándose de su esencia, razón y misión de auténticos senadores. Y además como la decisión ya venía tomada desde la Cámara de Diputados, el Senado se convirtió a su vez en otra simple oficina de trámite, avalando velozmente lo anterior.
Y ni tardos ni perezosos, sino rápido y en caliente, como coloquialmente se dice, unas horas después mandaron la decisión senatorial al Ejecutivo para que continuara con el trámite para su inmediata vigencia. Sin darle respiro ni descanso alguno, unas horas después, el mismo viernes nueve de este mes de setiembre, en una edición vespertina del Diario Oficial de la Federación, se publicaron estas reformas a las cuatro leyes ordinarias, entrando en vigencia al día siguiente de su publicación, Todo se ejecutó y consumó en un solo día.
Y que raro y sorprende más, habiendo sido ellos mismos quienes, como parte del entonces Congreso Constituyente Revisor de la Constitución, apenas en el 2019 hicieron las reformas que hoy contiene y postula la Constitución sobre seguridad pública y Guardia Nacional civil. Como dice la canción: “que cosas tiene la vida mariana”.
Que recuerdos y estampas vienen de aquel lejano 1968, cuando el ejército anduvo en las calles y que la gente se quedó anonadada por los acontecimientos y escenas de triste memoria que se dieron. De triste memoria porque me parece que las dos partes salieron lastimadas y perdiendo: los que directamente lo sufrieron y la sociedad, y la propia institución militar con esa mancha imborrable que lleva estampada sobre su espalda. Que paso tan grave dieron estos diputados y senadores, porque debieron tener el cuidado de no abrir camino para posibles riesgos funestos de futuro. Pero ni modo, consumado está en el Poder Legislativo.
Pero todavía resulta más incomprensible lo hecho por estos legisladores, ya que algunos de ellos lo vivieron, otros lo vieron y los que no pasaron por este trance, porque siempre han mantenido una posición política o ideología de izquierda (aunque por lo visto lo son solo de ocasión por conveniencia o intereses y no por convicción ni congruencia), motivo por el que siempre han reprobado, rechazado y condenado estos sucesos, y que ahora hayan sido los que no solo pasaron, vergonzosamente y ante la historia, por encima de la Constitución, sino que sean quienes reformaron leyes para que otra vez ande el Ejército patrullando en las calles. Pero ahora formal y materialmente encargado de la seguridad nacional amplia: exterior, interior y de la seguridad pública.
Quizá algún día, porque ningún cargo es eterno ni se permanecerá todo el tiempo gozando de las mieles del poder, cuando estos legisladores, ahí o en otro lugar, dejen su posición favorable en el gobierno, y regresen a su estatus de unos ciudadanos más de a pie, se colocarán frete al espejo, y le dirán al que tendrán enfrente: pendejo, pendejo, pendejo; a propósito de una anécdota que comentó en una entrevista el expresidente Luis Echeverría Alvares, quien a pregunta expresa de si el expresidente Gustavo Díaz Ordaz se habrá arrepentido de su postulación como candidato a la Presidencia de la República, expresó que no lo sabía, pero que alguien le comentó que en una ocasión se paró ante el espejo y pronunció esas palabras.