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Resurrección del Congreso Constituyente de 1822

En un día patrio emblemático para el país, como lo fue el 24 de febrero de 1822, se instaló el primer Congreso Constituyente de la historia del México ya en su fase independiente, toda vez que, en un día y mes como éstos, pero de 1821, se firmó el Plan de Iguala, se creó la Bandera Nacional Trigarante y se formó el Ejercito Trigarante. Todo esto, como punto de partida del camino que se emprendía hacia la consumación de la Independencia de la nueva Nación. Era el primer Congreso Constituyente que tendría el país, y quizá se pensó, qué mejor tributo y homenaje para conmemorar estos hechos históricos, que la instalación, también histórica, de su primer Congreso responsable de darle al país su primera Constitución durante su propio alumbramiento.

Hasta aquí, aparentemente todo iba viento en popa, pues las cosas marchaban bien, aunque entre comillas, por la feliz obtención de la Independencia deseada. Claro, con las normales inconformidades políticas internas que a veces surgen en procesos de esta naturaleza, pero que no se esperaban, sobre todo en el recién nacido país, pues en ese momento de tierna vida, a lo que más se aspiraba era a que existiera armonía por el alto y costoso logro conseguido. Pero no fue así, sino todo lo contrario. Para mala suerte, iniciamos con el pie izquierdo, lo que se convertiría en una larga cadena de infortunios político militares durante casi todo ese siglo XIX mexicano, que tanto lastimó y fracturó al país.

Como ya adelantamos en otro episodio de este tramo de la historia de México, el 31 de octubre de 1822 fue una fecha funesta en la memoria del parlamentarismo mexicano. Apenas comenzaba a dar sus primeros pasos cuando recibió el primer golpe de Estado de parte del titular del Poder Ejecutivo; el emperador Agustín I, al sentirse omnipotente. La víctima fue el Congreso Constituyente, el primero de nuestra historia a partir del México independiente, pero el tiempo pronto se lo cobró. 

Por lo visto, aunque había efervescencia política del bloque republicano, no hubo alzamiento de momento para considerar ilegitimo al emperador, sino hasta que desapareció al Congreso. Y esta fue “la gota de agua que derramó el vaso”, en un momento en que la política estaba en ebullición por el acomodo de las capas tectónicas políticas del país, cuando apenas empezaba a abrir los ojos. Esta fue una mala idea y pésima decisión de Iturbide cuando escasamente había nacido el país. Las consecuencias políticas y militares no se hicieron esperar. Inmediatamente brotó y se encendió la mecha de la insurrección, y pronto se vió obligado a reinstalar al Congreso. Y más temprano que tarde, llegó el ocaso de este primer ensayo político imperial que experimentó el país. 

Y esa primera experiencia imperial fue la que provocó el primer cercenamiento de territorio al separarse los actuales países centroamericanos por no estar conformes con la creación del Imperio de Iturbide, con excepción de El Salvador que no se había unido a México. Y aquí sí solo por culpa nuestra y sin guerra e invasión alguna. Perdimos territorio al sur del país. El del norte vendría tiempo después, también por descuidos nuestros, producto de nuestros desordenes políticos internos protagonizados fundamentalmente por militares. El país que territorialmente nos heredaron nuestros padres fundadores, finalmente se achicó, pues se encogió por el sur y por el norte. 

Estos crecientes desacuerdos y disconformidades después de que Iturbide desconociera al Congreso, provocó que los viejos insurgentes de ideas republicanas, tales como Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria y Nicolás Bravo entre otros, en unión con Antonio López de Santa Anna, quedando este último como cabeza del grupo inconforme, aprovecharan la coyuntura política para que se alzaran en armas contra el emperador, mediante la proclama del Plan de Veracruz fechado el 6 de diciembre de 1822. 

Veamos lo que nos confiesa de su puño y letra el protagonista principal de este episodio de inconformidad política e insurrección militar fraguado contra el emperador por la desaparición del Congreso. Un poco largo su testimonio sobre este hecho   histórico, pero vale la pena ponerlo completo para tener la radiografía y su visión retrospectiva de ese momento. Antonio López de Santa Anna, escribe en sus memorias lo siguiente: 

“El dìa 30 de octubre de 1822 el emperador Agustín I disolvió el Congreso Constituyente, instalado el 24 de febrero del mismo año, considerándolo hostil a su persona. Días despuès emprendió viaje a Jalapa para sacarme de la provincia, donde le causaba cuidado por las declaraciones e instigaciones de mis émulos. Su majestad imperial, sabiendo que no había sido de los adictos a su coronación, me destituyó de todos los mandos que ejercía y dispuso mi traslación a la capital, faltando hasta a los usos comunes de urbanidad. Golpe tan rudo lastimó mi pundonor militar y quitó la venda a mis ojos; vi al absolutismo en toda su fiereza y me sentí luego alentado para entrar en lucha con él.

“Decidí en ese momento ocuparme seriamente de reponer a la nación en sus justos derechos.

“El cumplimiento de mi resolución demandaba sacrificios y grandes esfuerzos, y yo ninguno excusé. Velozmente me presenté en Veracruz y hablé al pueblo, y al frente de mis soldados proclamé la República el dìa 2 de diciembre a las cinco de la tarde. A continuación publiqué el plan y manifiesto en que explicaba mis intenciones, y el carácter de provisionalidad que aquel acto tenía, supuesto que la nación era la única, con derecho a constituirse como quisiera, siendo árbitra de sus destinos.

“El ejército imperial, al mando del general don José A. Echevarría, comenzó a hostilizarme; encuentros favorables y adversos se sucedieron, pero la fuerza numérica me redujo al recinto de la plaza. Por órdenes apremiantes del emperador, el ejército sitiador emprendió el asalto la noche del día 30 de enero de 1823. Los defensores, en número solamente de mil cuatrocientos, consiguieron con esfuerzos desesperados, en tres horas, el triunfo más completo. Verdad es que la impericia del general en jefe de los imperiales nos favoreció mucho; sus columnas fuertes, de doce mil hombres maniobraron tan torpemente que no adquirieron la menor ventaja, y para librarse de nuestros mortíferos fuegos emprendieron una retirada vergonzosa, dejando el recinto y todo el terreno que pisaron cubierto con sus cadáveres.

“A los tres días, el ejército rechazado, para cubrir su vergüenza, levantó la conocida Acta de Casa Mata, con la fecha de 1º de febrero, extraordinaria ocurrencia que cambió enteramente la situación política del país, porque el emperador, asombrado con lo que pasaba y desanimado por la defección de su ejército, abdicó el 19 del mismo mes. (fue en marzo).

“La victoria no podía ser más espléndida: arbitro en esos momentos de los destinos de mi patria, no falté en una letra al programa que di a luz al proclamar la República; con celo religioso cuidé de su más exacto cumplimiento.”

Sobre este Plan, José Luis Soberanes dice que fue “…redactado por el … representante de Colombia en México, Miguel Santa María y firmado por Antonio López de Santa Anna en dicho puerto el 2 de diciembre de 1822, aunque proclamado el día 6, …” 

El Plan proclamaba el desconocimiento del emperador por estimar ilegitima su elección, dada la presión a la que fue sometido el Congreso; que no se consultó a las provincias para ese fin, y por la falta de presencia de la mayoría de los diputados constituyentes, por lo que se consideraba nula y sin ningún valor su designación. Asimismo, manifestaba el reconocimiento del Congreso destituido por el emperador y pedía su restitución, el cual, como representante de la soberanía nacional, era el único facultado para crear la Constitución permanente del país, mismo que por encontrarse en su estado natural, debía decidir la forma de constituirse. También se desconocía toda la normativa y decisiones que se hubieran emitido por el emperador. Igualmente, expresaba que se debía establecer provisionalmente una junta o regencia en la que se depositara el Poder Ejecutivo.

Ahora bien, por lo que se refiere al ejercicio del ejército oficial imperial, finalmente se sumó y vino a complementar y reforzar el movimiento armado republicano encabezado por Santa Anna,  el cual generó el Acta de Casa Mata fechada el 1º de febrero de 1823, en la que se establecía que teniendo como preámbulo el levantamiento de Veracruz, reconocía que por la falta de una representación nacional, se ponía en peligro al país, motivo por el cual se instalaría un Congreso en el menor tiempo posible, y que la convocatoria para el nuevo Congreso se haría en los mismos términos que lo fue para el primero. Asimismo, agregaba que los diputados del extinguido Congreso que gozaran del aprecio público, podrían ser reelectos. 

Como se podrá observar, se seguía reconociendo y respetando al Imperio y al emperador, y determinaba que se le comunicara lo acordado y que se esperara su respuesta. Luego entonces, seguía el Imperio y el emperador, y solo pedía un nuevo Congreso. 

Escribe Soberanes que para combatir a Santa Ana, “… Iturbide comisionó a José Antonio de Echávarri para someter a Santa Anna, así, después de sitiarlo infructuosamente en el puerto de Veracruz, prefirió proclamar el 1º de febrero de 1823 el Plan o Acta de Casa Mata, … para que de esta forma concluyeran las hostilidades entre ambos jefes militares.”  Agrega que al recibir el emperador el Acta, “… evidentemente no se conformó con ella, enviando tropa a enfrentar a los alzados seguidores de Santa Anna, y además de ello, reaccionó de manera más razonable al mandar una comisión … para dialogar con los firmantes del Acta, habiéndose reunido en la villa de Jalapa a partir del dìa 14 de febrero, luego se pasaron a Puebla y finalmente no concluyeron en nada.”

“Finalmente, don Agustín, a propuesta del Consejo de Estado del 3 de marzo de 1823, con el aparente propósito de evitar mayor derramamiento de sangre, resolvió al dìa siguiente,  restablecer el antiguo Congreso, el que él había clausurado, sabiendo que estaban en la Ciudad de México 109 diputados, y que de cumplir puntualmente las pretensiones de Casa Mata, particularmente lo relativo a convocar un nuevo constituyente, hubiesen llevado a la anarquía, ante la ausencia de un cuerpo legislativo deliberante, toda vez que la Junta Nacional Instituyente, estando totalmente deslegitimada, había perdido –si alguna vez la tuvo– toda su credibilidad. El 6 de marzo de 1823 se celebró la última reunión de dicha Junta.”

En efecto, el 4 de marzo de 1823 Iturbide convocó al restablecimiento del Congreso Constituyente, y el 7 del mismo mes y año se reinstaló. Este Congreso que fue interrumpido al deshacerlo el emperador Iturbide, sustituyéndolo por la Junta Nacional Instituyente, ahora tuvo que eliminar a esta última ese mismo día 6, toda vez que, como dice Guillermo Floris Margadant, “…el Primer Congreso Constituyente regresó a su antiguo lugar, … .” 

Dice Soberanes que al instalarse el Congreso, “se invitó al emperador, quien se presentó con el príncipe heredero, los ministros y el Consejo de Estado, se disculpó ligeramente de haber clausurado el Congreso, propuso no hubiera recriminaciones, cargos ni culpas, sino más bien que se considerara aquel dìa como el de la feliz reconciliación, hizo promesa de respetar la voluntad general. Propuso se pagase los haberes de los alzados con cargo a la Tesorería, según lo pactado, y se expidiese una ley de amnistía. El vicepresidente del Congreso Constituyente en funciones, José María Becerra, contestó con cortesía, pero con toda la frialdad del caso.”       

Sobre estos acontecimientos, Felipe Tena Ramírez los resume en contadas líneas, en estos términos: “el 2 de diciembre se rebeló en Veracruz el brigadier D. Antonio López de Santa Anna, quien el 6 expidió un plan, precedido de un manifiesto y seguido de unas aclaraciones; desconocía a Iturbide, proclamaba la república y pedía la reinstalación del Congreso para constituir a la nación que se ‘halla al presente en un estado natural’.”

Sigue escribiendo que “el 1º de febrero de 23 las tropas llamadas a combatir a Santa Anna proclamaron el Plan de Casa Mata, en el que, sin desconocer a Iturbide, pedían la reunión de un nuevo Constituyente, que debería actuar con plena libertad.” 

El conflicto armado entre Santa Anna y el ejército imperial comandado por José Antonio de Echávarri, al cual se sumaron, después de la firma del Acta de Casa Mata, otros más, entre ellos Pedro Celestino Negrete, quien formó parte de la comisión negociadora con los firmantes de dicha Acta, como dice Soberanes, “… concluyó siendo un levantamiento en favor de la República.” 

“Pensamos que el éxito del Acta de Casa Mata, radicó en que de inicio no fue expresamente contraria al emperador, ni en favor de la República…” sino por los peligros que amenazaban al país por la falta de representación nacional, por lo que acordó instalar un nuevo congreso, así como por el apoyo que tuvo de las provincias. 

Como podemos leer, Soberanes le da todo el crédito al Acta de Casa Mata, en la cual confluían los acuerdos de los imperialistas que, al no poder vencer a los republicanos, terminaron dándole la espalda al emperador (que ese no era el acuerdo del Acta; es decir, lo incumplieron), y quedan completamente invisibilizados los que iniciaron el movimiento republicano con el Plan de Veracruz en mano, que desconocía al emperador y pugnaba por el resurgimiento del Congreso.

Me parece importante destacar que el Acta de Casa Mata no dejaba de ser pro Imperio y favorable al emperador, y que tampoco se cumplió con su propuesta de crear un nuevo Congreso. En cambio, en el caso del Plan de Veracruz, sí se cumplió con los cuatro puntos cardinales que constituían la espina dorsal de este movimiento: la caída del emperador; la extinción del Imperio; el regreso del Congreso Constituyente y la creación momentánea de una Junta Gubernativa. 

Por lo anterior, a mi parecer, sin desmerecer la importante aportación de los firmantes y adherentes al Acta, el mayor tino es de los que iniciaron el movimiento enarbolando el Plan de Veracruz. Con el mejor ánimo, considero que el valor fue que al final del dìa las dos fuerzas político militares se sumaron y se logró la República. Aunque con actores político militares distintos, Casa Mata es consecuencia del Plan de Veracruz, toda vez que sus miembros eran los militares del Imperio que combatían a los republicanos. Si no hubiera brotado el Plan de Veracruz, no se hubiera generado el de Casa Mata; bueno, por lo menos en ese tiempo. Pero al margen de lo anterior, yo me pregunto, ¿qué habrán pensado los integrantes de Casa Mata cuando se enteraron que el emperador se decidió por revivir al Congreso, y no convocar a uno nuevo como lo proponían; que días después abdicaba y que el Imperio se derrumbaba?, lo cual no era su propósito de inicio. 

Yo creo que, por el desenlace de los acontecimientos y el contenido del Acta, Iturbide quiso ganar tiempo y, con el apoyo del Consejo de Estado, mejor tomó la decisión de reinstalar al Congreso y no esperar a que se eligiera uno nuevo, tal y como lo mandataba el Acta, quizá con la esperanza de que de esta forma se calmaran los calientes ánimos político militares, y que las cosas regresaran a la normalidad. Pero las cartas ya estaban echadas y la suerte decidida. 

También podríamos decir, que quizá la que tomó fue una decisión ecléctica, recogiendo la parte del Plan de Veracruz que reclamaba la reaparición del Congreso desaparecido, y no uno nuevo como lo contemplaba el Acta de Casamata, tomando en cuenta que en ésta se prescribía la continuación del Imperio y la de su persona como emperador. Es una mera especulación eh, pero pudo haber pasado por la mente del emperador. En otras palabras, por parte de Casa Mata, había continuidad del Imperio y de su persona y, por otro lado, le daba gusto a los alzados del Plan de Veracruz, volviendo a instalar al Congreso.

Lo acordado por los ejércitos del Imperio en el Acta de Casa Mata, era lo opuesto al Plan de Veracruz en sus dos principales peticiones: desconocimiento del emperador y reinstalación del Congreso Constituyente, mientras que en el Acta no se desconocía al emperador y se pedía un nuevo Congreso. Pensamos que en esta no había nada nuevo, pues desde el documento de creación de la Junta Nacional Instituyente iturbidista y en sus Bases Orgánicas; órgano que estaba en funciones, se le señaló que su misión era convocar a un nuevo Congreso Constituyente. 

Al final del día se cumplió con el Plan: se proclamó la República y resucitó el Congreso Constituyente. En mi opinión, considero que Santa Anna fue más inteligente que Iturbide, pues mientras que éste último siendo el personaje más visible en la consumación de la Independencia, se proclamó emperador; Santa Anna también siendo el más visible en la caída del Imperio y erección de la República, no se hizo elegir presidente de la misma, sino que primero lo fueron dos de los principales que lo acompañaron en esta gesta: Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero. Esperó su tiempo y llegó hasta el año de 1829 en que por primera vez fue presidente de la República. En este primer periodo, por cierto muy corto, como lo fueron varios de ellos, estuvo en la Presidencia de la República del 23 de marzo al 3 de agosto de 1829.   

A propósito de la disolución del Congreso, Soberanes escribe que “… Agustín I, emperador de México, había matado y enterrado al incipiente constitucionalismo de nuestra patria recién independizada.” Sin embargo, considero que aun habiendo estado en el imaginario del emperador, realmente no lo mató ni lo enterró; en todo caso, el Congreso tuvo un descanso, pues de su propia mano, obligado si se quiere, lo resucitó. El Congreso se la cobró, y él sí “no anduvo de rodeos”, porque mató políticamente de a deveras tanto al emperador como a la institución del Imperio.  Podríamos tararear, como lo dice una canción popularmente mexicana, que el Congreso “no estaba muerto, andaba de parranda”.

Ahora bien, Soberanis también expone sobre este Congreso, que “los legisladores fueron un verdadero poder que se opuso al Ejecutivo y ventiló los ideales de quienes representaban a las fuerzas más importantes del país.” Sin embargo, sobre el particular cabe apuntar que no todos fueron de una misma pieza, porque en honor a la verdad, varios se quedaron con el emperador formando la Junta Nacional Instituyente, y después nuevamente el Congreso, como diputados que ya lo habían sido del disuelto Congreso. Esto es, que varios de ellos llegaron con el Congreso, se quedaron en la Junta Instituyente y se volvieron a quedar con el Congreso restituido. Digámoslo de otra forma, participaron en la creación del Imperio; eligieron al emperador y estuvieron con él; después lo desconocieron; eliminaron el Imperio; se volvieron republicanos con la revolución triunfante y finalmente coadyuvaron a fundar la República. Se podría decir que rectificaron el camino. En palabras populares, se podrìa traducir en ese dicho aplicable más en la política, que dice “viva el rey, muera el rey.” Descanso

El Congreso no se amilanó ni se dió por vencido, pues aun estando de hecho desintegrado, alzó la voz, se levantó y se volvió a instalar por la enérgica y valiente decisión de varios de aquellos diputados y de la generación de políticos y militares que no se doblegaron y lucharon para restaurarlo, dándole la extrema unción y sepultando al Imperio, para poner los cimientos de la primera refundación del México independiente, con la creación de la Republica.

Mucho tenemos que aprenderle a aquella generación de legisladores constituyentes, de políticos y de militares de 1822 – 1823, que se armaron de valor contra el poder majestuoso imperial, y que supieron decirle no al emperador. Pero al margen de su alta investidura de emperador, que ya era mucha, no era cualquier persona; sino que además se trataba “nada más ni nada menos”, como suele decir la voz popular, de una, si no es que la principal, de las tres figuras directas y más importantes de la consumación de la Independencia de México, que ya era mucho el mérito.

Y con esto, nos queda la lección de que la verdadera independencia y autonomía del Congreso se logra cuando los legisladores entienden que no son empleados de un supuesto intocable Poder Ejecutivo, sino que son ante todo representantes del pueblo, porque fue él que los eligió y no el emperador o un presidente. Cuando aprenden que una cosa totalmente distinta es tener una sana relación de coordinación entre poderes, de colaboración y trabajo en el ejercicio de las atribuciones de cada uno de ellos, y no de sometimiento al Ejecutivo, convirtiéndose en empleados sujetos a su voluntad, haciendo de esta manera del Poder Legislativo una simple agencia de trámite, solo para cumplir con las formalidades de los deseos del Ejecutivo.

No es necesario desaparecer formalmente a un Congreso, porque también de hecho se hace con el abrumador e intocable poder presidencial que se le ha dado y veneración que se le tiene, transformándolo prácticamente en una inocua oficina de correspondencia y control de gestión. Lo hace cuando lo somete a su voluntad, y los legisladores faltos de dignidad y valor, se ponen a su disposición. También esta es una forma de desaparecer prácticamente a un Congreso.

La arrogancia del poder, obnubila la mente y no es buena consejera, pues las más de las veces termina mal. La grandeza no se logra con jactancias, porque por más alteza que se sea o se sienta, no se es divino, sino con buenas acciones de gobierno. Las magnificencias no sirven, pues cuando se conjuntan la arrogancia y las malas acciones de gobierno, acaban con el prestigio y la esperanza, y el desprestigio y la desesperanza terminan en frustración, aversión y aborrecimiento. Y entonces, después del viacrucis, hay que volver a empezar.

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