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En Estados Unidos, la disputa entre Donald Trump y algunos medios de comunicación se ha traducido en un aumento en la audiencia de estos últimos, pues ha crecido el número de personas que buscan contenidos relacionados con el polémico mandatario, prefiriendo los puntos de vista críticos sobre sus declaraciones y acciones. En nuestro país, algo similar está sucediendo con López Obrador, pues medios que ofrecen noticias, artículos y análisis que desnudan la gestión del tabasqueño empiezan a recibir mayor atención de las audiencias.

Nadie sabe para quién trabaja

Alguien podría referir que se trata de una variante del efecto Streisand, mediante el cual quien intenta ocultar algo que le es negativo termina dándole más publicidad que si se hubiera mantenido callado. En el caso de la presidencia de López Obrador, a pesar del esfuerzo en redes para mostrarlo como un mandatario competente y muy querido, las personas que buscan y aceptan material críticos hacia su gestión se mantiene en niveles crecientes.

Basta ver cómo se han mantenido, y elevado, las visitas a portales de medios como Reforma, El Universal, Latinus o Siempre, para darnos una idea de que la crítica en contra de el presidente es algo que vende… y mucho.

Pasar de la oposición al gobierno no ha sido fácil, y no lo ha sido para el también excandidato presidencial en tres ocasiones y presidente legítimo en una más, quien al convertirse en gobernante perdió esa pureza virginal que lo acompañó durante décadas de campaña por todo el país.

Cuartoscuro

Si bien como candidato podía declarar lo que quisiera, incluso sin aportar pruebas, culpar a quien quisiera y demandar hasta la renuncia del presidente en turno, ahora en el otro lado de la barra las cosas cambian, en principios porque dejó de ser oposición, su partido se convirtió en el oficial y tiene a cuestas –aunque le cueste aceptarlo– todo el peso institucional de ser el representante del Estado mexicano.

Así que no es gratuito –por mucho que él lo quiera ver así– la cantidad de críticas y la revisión de todos sus programas de gobierno, decisiones y declaraciones, en especial si todos los días ofrece una conferencia de prensa desde Palacio Nacional.

Si ya se había reportado que los medios estatales habían aumentado ligeramente sus niveles de audiencia al transmitir las mañaneras, también es cierto que buena parte de la ciudadanía busca quién dé contexto a lo dicho en la mañana por el presidente y las distintas interpretaciones a sus palabras desde todos los puntos de vista posible.

Esto explica también cómo han proliferado los portales en Internet y personajes que a través de las redes sociales buscan exponer sus argumentos en defensa del lopezobradorismo, labor que tiene su contraparte también en páginas web y en otras redes sociales de distinto signo ideológico.

Pero así como en Estados Unidos Donald Trump se ha convertido en una tema de interés nacional, en México los apellidos López Obrador han despertado no sólo la atención, sino una gran expectativa en cuanto a si podrá hacer realidad sus promesas de campaña.

Incluso tuiteros o youtubers como Tumbaburros o Chumel Torres han visto incrementar el número de seguidores luego de enfrentar el embate de las huestes digitales lopezobradoristas por cualquier tema, sean acusaciones de que son parte del calderonismo o el reciente escándalo que involucra al Conapred.

Y es que se trata de algo lógico luego de que los principales espacios en medios –luego de la estrategia que comenzó por el recorte en la publicidad oficial–, han sido acaparados por el presidente y sus declaraciones.

El problema que no han notado en Palacio Nacional –en su afán por controlar todo– es que no sólo se ha abaratado el mensaje presidencial con tantas apariciones, giras y declaraciones por cualquier tema, sino que también al hablar tanto se eleva la posibilidad de que se cometan errores, como el hecho de que el propio López Obrador dijera, a propósito del caso de Chumel Torres, que apenas se enteraba de la existencia de Conapred, cuando meses antes dijo que nada sucedía en el país sin que el presidente se enterara.

Asistimos a un etapa muy interesante, desde el punto de vista de la comunicación política, que merecerá un análisis más profundo en el futuro, pues la concentración de funciones como la de vocero, estratega de campaña y discurso, presidente y principal adversario de la oposición –dejando en las sombras al gabinete y demás funcionarios–, generará efectos hasta ahora inéditos en el país.

Por lo pronto, uno de estos efectos es la atracción que muchos ciudadanos sienten por conocer otros puntos de vista con relación al gobierno lopezobradorista, poniendo en duda todo lo dicho por el presidente y buscando a quienes externen otras opiniones.

Se trata de una veta que empieza a ser explotada por muchos medios y comunicadores, que sin la etiqueta de periodista “oficial” o “del régimen” –como muchos de los que han aparecido en el presente sexenio– cuentan con más libertad para expresarse, algo que buscan muchos lectores.

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