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domingo 13 octubre 2024

El abismo y el silencio

por José Antonio Polo Oteyza

Ha tenido millones de visualizaciones un “hilo” en Twitter de un profesor español, David Cerdá, que, entre otras cosas, comenta que “no hay perdón para la devastación que hemos permitido en nuestra educación secundaria”, y enumera las carencias académicas e intelectuales que terminan en “un cinismo terrible”, en “un preocupante descreimiento de la democracia” y en “fabricar borregos con la desvergüenza de venderles que les están mejorando la vida”. Debe ser grave la situación, pero si generó interés y polémica, podría haber luz al final del túnel.

CIUDAD DE MÉXICO, 10ENERO2022. – FOTO: ANDREA MURCIA /CUARTOSCURO.COM

En México, en cambio, la más contundente confirmación de la debacle educativa es que casi no se hable de ella, que poco importe, que se le mire de reojo como un dato más en el frenesí destructor del gobierno de López Obrador. Fue entre el silencio de los inexistentes debates parlamentarios o en medios de comunicación, y en el de las críticas y propuestas que no se formulan, y en el de las redes sociales que se incendian por todo menos por eso, fue entre todos esos silencios que hace poco se publicó La regresión educativa, libro coordinado por Gilberto Guevara Niebla, uno de los principales estudiosos del tema. Durante una entrevista, el académico dijo que ya para antes de la pandemia había caído la cobertura de educación básica y media superior, algo nunca visto desde el final de la Revolución; y enumeró el rosario de calamidades que el gobierno ha provocado para terminar de hundir la educación: la restauración del negocio de la venta de plazas magisteriales; la centralización de la nómina de maestros para facilitar la negociación política; la eliminación del apoyo a los docentes, incluidas las escuelas normales; la eliminación también de todo tipo de programas educativos para dirigir el dinero a becas con propósito político; la farsa de las universidades “del bienestar”, que con unos cuantos matriculados sirven de pretexto para quitar recursos a las verdaderas universidades. Sobre estas ruinas cayó la crisis económica, también provocada por el gobierno, y luego la pandemia; al final, más de cinco millones de niños dejaron la escuela el año pasado, mientras la SEP y el CONACYT se atrincheran en el porrismo ideológico más ramplón. Si desde la primera amenazan con nuevos libros de texto para dejar huella de su estatura, desde el segundo persiguen penalmente a científicos y sólo dejan becas para ir a Cuba como parte del financiamiento a la dictadura.

Como se sabe, a esta ignorancia disfrazada de “principios” nunca le han fallado los reflejos para eliminar cualquier mecanismo de evaluación; de hecho, inauguraron el asalto a las instituciones autónomas borrando del mapa hace un par de años al Instituto Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. “Este portal se conserva como archivo histórico” dice hoy su página electrónica.

México no tiene un buen futuro principalmente porque hace tiempo se devaluó la educación a un espacio a colonizar, botín presupuestal y “sindicatos” incluidos. Por eso pudo llegar al poder alguien que da cátedra de orgullosa ignorancia. Sin demérito de cinismos y estulticias, fue el desastre educativo y cultural el que aupó a quien podía llevarlo a sus últimas consecuencias, un páramo intelectual sin salidas de emergencia.

Enfrentar esta catástrofe requeriría un esfuerzo nacional de proporciones históricas y por varias generaciones, y no se ven por ningún lado las reservas de inteligencia, voluntad y solidaridad que tal cosa demandaría. Será porque no existen.

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