El Internazionale de Milán acaba de ganar (de manera, ciertamente, inesperada) un sitio para disputar la final de la Champions League el próximo 10 de junio frente al Manchester City, equipo poderoso, pero -como buen nuevo rico- carente del linaje del que será su rival en Estambul porque su fuerza se ha forjado a golpe de los petrodólares de jeques árabes. El resultado de esta final para mí, interista desde la infancia, es irrelevante. Gane o pierda, el Internazionale seguirá siendo el club más fascinante del mundo: elegante, cosmopolita, majestuoso y de noble estirpe. Por eso sus socios somos tan fieles y entusiastas, felices de apoyar a una institución de tan soberbia personalidad y con una historia magnífica. Tres veces Campeón de Europa, diecinueve Scudetti, siete copas de Italia, tres copas de la UEFA y otros innumerables trofeos iluminan un pasado glorioso. También un equipo limpio, libre de los escándalos de corrupción tan comunes en el tumultuoso Calcio y en los que incluso se han visto implicados los dos principales rivales del Inter: el Milán (en dos escándalos: Totonero y Calciopoli) y la Juventus (Calciopoli), por lo cual se les condenó a ambos al descenso “a tavolino” (en los despachos) a la Serie B. En cambio, el Inter jamás ha descendido, es el único equipo italiano en siempre haber disputado la Serie A.
No, el club no es un “gana todo” ni un “gana siempre”. Se diría que gana lo estrictamente indispensable para ser considerado un impecable triunfador. Pero el Inter ha tenido sus largos recorridos por el desierto, sus tremendas sequías. Algunos villamelones lo describen como a uno de esos equipos ideales para masoquistas por tener una incorregible vocación de derrota, pero nada es más falso. El buen interista tiene mucho de estoico y de paciente. Sabe que tarde o temprano la victoria volverá. Eso sí, el Inter ha vivido el drama de ser un equipo con poder económico el cual, en ocasiones, no ha sabido invertir bien y de ahí han venido los chascos. Pero eso ya es suerte, y a esa siempre hay que verla con desprecio.
La historia del Inter está llena de prodigios y la han forjado titanes como Helenio Herrera, Luis Suárez, Giacinto Faccheti, Javier Zanetti y Sandro Mazzola y Diego Milito. El club nació en 1908 en el restaurante Orologio, en la Plaza del Duomo, por iniciativa de disidentes del Milan FC que se rebelaron contra la decisión de prohibir la contratación de jugadores extranjeros. De ahí el origen del nombre: Internazionale, la inspiración cosmopolita en el centro del origen. El artista Giorgio Muggiani escogió los colores negro y azul y diseño su primer logo. “Se llamará Internacional porque somos los hermanos del mundo”, sentenciaron los fundadores, quienes también adoptaron una serpiente (Il Biscione) como emblema porque aparece en el escudo de armas de la familia Visconti, la cual gobernó la ciudad durante una larga (y portentosa) etapa en la Edad Media.
En la temporada 1909/10 conquistó su primer Scudetto y en la 1919/20 la segunda, una vez reanudada la competición tras la finalización de la Primera Guerra Mundial. A finales de los años 20 se instaura el régimen fascista en Italia. El Duce odiaba al Inter y lo obligó a cambiar de nombre. Le parecía poco italiano y aseguraba que recordaba demasiado a la Tercera Internacional Comunista. Surgió la Società Sportiva Ambrosiana y la elegancia nerazzurra se vio sustituida por una camiseta blanca con una cruz roja, emblema de san Ambrosio, patrón de Milán, y con el Fascio Littorio impuesto en el centro de la camiseta. Pero no todo fue malo en esta época. Apareció en el Inter el legendario Giuseppe Meazza, el mejor jugador italiano de la historia, incluso por encima de Roberto Baggio o Gianni Rivera.
Tras la guerra regresarían del destierro el nombre original y los gallardos colores y en los cincuenta la familia de empresarios petroleros Moratti adquirió al club. Con el patriarca, Angelo, comenzaría el período más brillante y exitoso de la historia nerazzurra. Bajo él se forjó el “Grande Inter” de los años sesenta con Helenio Herrera como entrenador, arquitecto del llamado del llamado “Catenaccio” (Cerrojo), al cual reprueban los neófitos por considerarlo “poco vistoso, cobarde y defensivo”. No es así. El Catenaccio es un sistema caracterizado por replegarse y fortalecer la defensa, pero para de atraer al rival y sorprenderlo al contragolpe, y solo lo saben desplegar con maestría los genios. Con el Catenaccio, el Inter proclamaría rey de Europa en dos ocasiones consecutivas, ganó tres Scudetti y dos torneos Intercontinentales con estrellas como Sandro Mazzola, Tarcisio Burgnich y Giacinto Facchetti, este último extraordinario lateral izquierdo ofensivo, considerado el pionero de lo que hoy se ha dado en denominar “carrilero”.
Los setenta y ochenta serían relativamente menos brillantes, pero no por eso estuvieron exentos de grandes páginas, sobre todo cuando arribó la llamada “legión alemana” con Karl Heinz Rummenigge, Lothar Matthaus y Andreas Brehme, la cual conquistó en 1989 el Scudetto de manera aplastante: 58 puntos con 26 victorias, 6 empates y 2 derrotas, 67 goles a favor y solo 19 en contra. En 1995 llega a la presidencia Massimo Moratti, bondadoso y progresista, financiador de campañas sociales, pero también famoso por sus decisiones arriesgadas y sus fortunas gastadas en malos fichajes. Pero, a final de cuentas, totalizó un excelente botín de 16 títulos. Y cerró la contratación del defensa argentino Javier Zanetti. También la del entrenador portugués José Mourinho, quien renovó la plantilla a conciencia con el arribo de Eto’o, Lucio, Sneijder, Thiago Motta y Milito. Esta plantilla logró el decimoctavo Scudetto (quinto consecutivo), la copa de Europa (venciendo al Bayern en el Bernabéu) y el torneo de copa, un triplete sin precedentes en el fútbol italiano.
El Inter tiene una buena relación con México. Inspiró la creación del equipo Inter de Acapulco, fundado por un grupo de empresarios admiradores del Inter. Después de haber participado aceptablemente en cuatro torneos de Liga de la Segunda División, tristemente desapareció en 1978. Cada viernes por la noche las tribunas lucían atestadas de ávidos seguidores del Inter, cuyos jugadores siempre exhibieron un profesionalismo total en la defensa de los colores azul y negro. También el Internazionale se distinguió por su apoyo al EZLN. En 2004, casi 10 años después del surgimiento del movimiento zapatista, Zanetti -hombre de izquierda- hizo público su apoyo al zapatismo y convenció al progre Moratti a donarles dinero, ambulancias y equipos deportivos. “Creemos en un mundo mejor, un mundo sin globalización, enriquecido por las diferencias culturales y costumbres de todos los pueblos. Por esto queremos ayudarles en su lucha por mantener sus raíces e ideales”, escribió Zanetti al Sub-Marcos en una carta. Incluso se pactó la celebración de un encuentro en la cancha EZLN-Inter, el cual nunca se celebró.