¿Qué hubiera sucedido si el día que la Senadora Xóchitl Gálvez, se presentó en Palacio Nacional para ejercer su derecho de réplica, el cual era ordenado por un juez, el presidente le hubiera permitido la entrada?
¿Qué hubiera sucedido si el presidente le hubiera permitido hablar, y que Xóchitl le hubiera dicho lo que ha expresado a diestra y siniestra, incluso leído, lo que le iba a decir?
No pensaba insultarlo, no pensaba decirle mentiroso. Xóchitl iba a decir, simplemente, que ella no había dicho lo que él dijo que había dicho, refiriéndose a los programas sociales.
¿Qué hubiera pasado si el presidente le hubiera respondido con una evasiva o se hubiese salido por la tangente, diciéndole que sí pero no, y agregando cualquier cosa de las que acostumbra, aprovechando que siempre es el último en hablar?
Creo que no hubiera pasado mayor cosa. Incluso pudo haberse puesto el traje de torero, responderle como hubiera sido lo correcto: Sí, Xóchitl, me equivoqué, te ofrezco una disculpa, reconozco tu trayectoria, y las labores con las que has contribuido a México y ofrecerle la mano. Bueno, hasta se le hubiera aplaudido. Hubiera quedado como “mago”. Fue una oportunidad de oro para vestirse de estadista, de un político de altura, de una persona decente. Que sabe que cuando se comete un error se puede enmendar. Sin embargo, cometió quizá, el más grave de sus errores en toda su administración.
Hasta antes de ese día, Xóchitl Gálvez iba punteando en las preferencias para la candidatura como jefa de gobierno de la CDMX, posición que no tenía clara, por no contar con el apoyo declarado de su propio partido. Lo dijo muchas veces, ella sabía muy bien cuál era su posición al respecto. Endeble.
Sin embargo, de la noche a la mañana, el presidente reaccionó, como la inmensa gran mayoría en el país sabíamos que iba a reaccionar. Que no la iba dejar pasar, que no iba a permitir que se le acercara y mucho menos que se dirigiera a él. Desde mi punto de vista, fue soberbio, autoritario, desacató el ordenamiento del juez, y se burló de qué no pudo entrar Xóchitl, siendo todo lo predecible de su actuar cotidiano.
Como entiendo que no escucha, y que piensa que su palabra y sus deseos son las verdades y las voluntades correctas, no pensó, ni se permitió pensar, que estaba cometiendo un grave error en relación a su proyecto político.
Dice el dicho que hay que saber estar en el momento correcto y en el lugar adecuado. Esto definitivamente es una coyuntura, una fortuna, un incidente, un caso fortuito, como le queramos llamar, y esto fue precisamente lo que le sucedió a Xóchitl Gálvez el día que fue a tocar la puerta de Palacio Nacional.
Ya sabemos de ella, acerca de su carácter, que es capaz de cosas como ponerse una botarga y subirse al estrado en el Senado, de convertirse en reportera e ir a exhibir hasta Houston la Casa Gris, de las varias denuncias que ha interpuesto en contra de diversas situaciones contra el presente gobierno, que fue capaz de encadenarse en la silla del Senado de Xicoténcatl para tratar de impedir las 22 reformas a las leyes del albazo que el Senado le dio a México en aquel viernes negro.
Ha estado en todas estas fotos y en muchas más, las que sin duda le han provocado simpatía y seguimiento de mucha gente, pero esta le está dando la gran posibilidad, de que sea el propio presidente, contra todos sus deseos y voluntades, el que deba entregarle a Xóchitl Gálvez la banda presidencial el próximo 1 de octubre de 2024.
Hay varios factores con los que el presidente no ha contado, o incluso ha cometido el error de minimizar. Quizá la gran popularidad de la que goza y que de una u otra manera se mantiene constante, le llevó a minimizar tantos signos y señales de descontento sobre su administración. Creo que no supo considerar que llegó a la presidencia gracias al hartazgo por la corrupción de malos gobiernos anteriores, y que ese mismo hartazgo podría actuar contra él.
Dicho en sus propias palabras: “El poder atonta a los inteligentes, y a los tontos los vuelve locos”. Sobre todo cuando no se sabe qué hacer con el poder, y más aún cuando ese poder es tanto, y cuando lo que se hace con ese poder es buscar la continuidad en un proyecto que a ojos vistas no le ha sido bueno al país, independientemente de que la gran mayoría de los mexicanos no saben qué significa ni de qué se trata.
No contó con la unión de la ciudadanía, apostó contra la intelectualidad, contra el arte, contra la juventud, contra la salud, contra la educación, contra la armonía de la globalidad, contra sus amigos, contra todo aquel que se permitiera disentir de su pensamiento único.
Quizá pensó que seis años era mucho tiempo, y que incluso podría haberlos alargado, quizás sólo escuchó (y se quedó para sí mismo) el canto de cientos de sirenas cantándole al oído las canciones que él quería escuchar. Tal vez pensó que adelantándose dos años a los tiempos electorales de ley, podría imponer a quien le sucediera, y que esta o este, escogidos más por lealtad y amor a él que por eficacia y amor a México, continuarían obedeciéndole con su premonitorio eslogan de “Continuidad con cambio”.
Desde luego que las mega obras ya inauguradas y y que no alcanzará a ver funcionando en su periodo, sus batallas abiertas contra el INE, contra la SCJN, contra el INAI, la UNAM, fideicomisos, y demás instituciones han hecho mella en su popularidad, daño que sin duda que de una u otra forma lo tenía calculado, y pudiera decirse, hasta hace unos días, que el daño hacia su proyecto de continuidad no sería mayor.
Quizá pensó que sería suficiente con los dos años de posicionamiento que sus corcholatas llevan de ventaja, que con enviarlos a hacer inútiles recorridos por el país, sin propuestas, presumiendo de “sus logros”, portándose bien entre ellos, prohibiéndoles señalar sus desacuerdos sin debatir, entre otras limitantes condiciones, conseguiría colocar a la próxima presidente de México.
Seguro pensó que la conformación de Va por México, del Frente Cívico Nacional, y de cientos de organizaciones civiles ciudadanas, y ahora, del Frente Amplio Opositor, si bien le podrían hacer ruido, nunca sería un ruido suficiente, para el que él, desde las mañaneras, puede hacer a diario.
Ante lo predecible de su partido y de él mismo, esperemos los fuertes ataques que se le vendrán encima a Xóchitl Gálvez. Lo cierto, es que tendrán que echar mano de toda su creatividad, porque el discurso y la narrativa con que han defendido su posición de ser cercanos al pueblo, con Xóchitl no funcionará, a ella no le podrán decir “Fifí” no la podrán acusar de ser miembro de la mafia del poder, no le podrán endilgar que pertenece a la oligarquía, ni mucho menos podrán acusarla de clasista o de racista.
Como bien respondió Xóchitl, ante comentarios de Claudia: “Dime loca, dime india, dime terca. Pero nunca me digas que no puedo”.
Sí, seguro que ha pensado en muchas cosas profundamente, otras le han hecho algo de ruido, pero de lo que sí estoy seguro es que no pensó, ni por asomo, en el factor Xóchitl.
Les abrazo.