Uno de los autores que más me han impactado ha sido Louis Ferdinand Céline, un autor maldito como pocos. Para las buenas conciencias es muy difícil hablar de él sin dejarse llevar por la indignación que provocan sus execrables filias políticas. Aclamó a Hitler, fue colaboracionista de los nazis en Francia y era ferozmente antisemita, pero también fue un escritor genial que terminó sus días repudiado. Antes de la guerra gozaba de prestigio y fama. Había escrito obras y revolucionado la literatura francesa y mundial, pero llegó la guerra y durante la ocupación alemana publicó panfletos atacando a los judíos. Después de la guerra huyó a Dinamarca, se salvó de una ejecución, pero terminó encarcelado. Un escepticismo feroz rezuma en la obra maestra de Céline Viaje al Fin de la Noche, una pesadilla de frenético nihilismo que se expresa “en un lenguaje agresivamente innovador, como un colérico tartamudeo que arrasa todas las normas convencionales y que reúne sin cesar un argot colérico, obsceno y lírico a la vez”, según apunta José María Valverde en su Historia de la Literatura Universal.
Leer a Céline constituye una experiencia tan apasionante que muchos de sus admiradores intentan negar su evidente pasado nazi argumentando el exacerbado escepticismo que inspira sus mejores páginas. Nacido en Courbevoie (en la periferia occidental de París) el 27 de mayo de 1894, el nombre de “Céline” con el que Louis-Ferdinand Destouches habría de entrar en el parnaso de la novelística del siglo XX, era uno de los apellidos de su madre. No hay lugar a dudas, la mejor forma de conocerle es leyendo “Viaje al Fin de la Noche”, tan autobiográfica como todas sus novelas. Convertido en Ferdinand Bardamou, Céline cuenta su experiencia en la Primera Guerra Mundial, donde las heridas que le causan los alemanes le convierten en un héroe de Francia. La acción se ubica en el África colonial francesa y en unos Estados Unidos agobiantes. “Viajar es útil, hace trabajar la imaginación. El resto no es más que decepción y fatiga. Nuestro viaje es enteramente imaginario. De ahí su fuerza. Va de la vida a la muerte. Hombres, animales, ciudades y cosas, todo es imaginación. Se trata de una novela, nada más que una historia ficticia.” Con estas reveladoras y lúcidas palabras comienza esta magnífica obra, cuyo inmediato éxito se verá refrendando por el Premio Renaudot y la publicación de Muerte a crédito (1936), que conforma con la anterior un díptico en torno Bardamou, si bien, en este último caso, Se refiere es la adolescencia y la juventud de Ferdinand.
Catapultado al éxito, indignado con los empresarios judíos que se niegan a estrenarle un ballet, comienza a gestar un antisemitismo que tiene una primera manifestación en “Bagatelas para una masacre”, a la que seguirán varias obras menores, siempre nacidas de su odio a los hebreos. Despreciado y desposeído decidió convertirse en adalid de la cultura de la ocupación alemana de Francia, junto a Piere Drieu La Rochelle. Tras la liberación fue humillado públicamente, pero su nueva condición de apestado entre sus paisanos lo convierte en un escritor maldito, y alrededor de ellos siempre se teje, se quiera o no, una especie de leyenda. Su condición de abominado le hace sentirse a gusto, al fin y al cabo, vuelve a estar contra todo y contra todos, y eso es lo que cuenta para él. Al final de los años 50 un último atisbo de su genio despunta otra vez en la trilogía que dedica a su efímero exilio danés, con De un Castillo a Otro (1957), Nord (1960) y Rigodon, publicada hasta 1969, ocho años después de la muerte del controvertido autor, cuando el tiempo, presto a limar los últimos rencores de la guerra, obra en favor de Céline al margen de los odios
La noticia es que ahora, cuando se cumplen poco más de seis décadas de su muerte, Céline ha vuelto a ser un éxito editorial. En 2022 se publicó “Guerra” (una novela que duró desconocida por décadas por estar guardada dentro de una maleta) y las ventas han sido extraordinarias. El libro ya ha sido traducido y publicado en español por Anagrama y aún hay más obras desconocidas de Céline a punto de salir a la luz. La editorial Gallimard ha anunciado que pronto arribará a las librerías francesas “El Testamento del Rey Krogold” (texto encontrado dentro de la misma maleta), un relato de Céline de corte medieval calificado por su descubridor como “una leyenda gaélica”.
“Guerra” se podría considerar un apéndice de “Viaje al Fin de la Noche” por su rabia y el escepticismo. A lo largo prácticamente de la totalidad de la obra asistimos a una lucha en el interior del personaje donde se debate la comodidad y el riesgo, el deseo de dejarse llevar por la mundanidad y el acercarse a una realidad desconocida, entre la banalidad de la rutina y los penosos quehaceres diarios y el abrigo pequeño pero indudablemente atractivo de los sueños. “¡Entonces vivan los locos y los cobardes! O mejor: ¡sobrevivan los locos y los cobardes!”, clama el protagonista, y sigue “¿Te acuerdas, Lola, por ejemplo, ¿de un solo nombre de los soldados que murieron en la Guerra de los Cien Años? ¿Has tratado de conocer a uno solo de esos nombres? ¿A que no? (…) En cuanto descubrió hasta qué punto fanfarroneaba de mi vergonzoso estado, dejó de compadecerme… Me juzgó definitivamente despreciable como una rata”. Louis-Ferdinand Céline consigue trasladar al lector tanto en “Viaje al Fin de la Noche como en “Guerra” al verdadero infierno de los campos de batalla y atrapa el hilo de vida sobrante cuando no hay valor que se sostenga y no queda nada que perder. “Qué esfuerzo, acordarse con precisión de las cosas cuando han pasado tantos años. Las cosas que dijo la gente casi se han convertido en mentiras. Hay que desconfiar. Es un cabrón, el pasado, se mezcla con la ensoñación”. Por impresionantes novelas como la recientemente rescatada Guerra eso Céline fue uno de los escritores franceses más influyente del siglo XX, a pesar de todo.