1) El árbitro no ha sido cuestionado como sí ha ocurrido en anteriores procesos electorales, y muy fuerte. Eso es clave para acrecentar la confianza en que el voto refleja las expectativas sociales. Es decir, no hay una mafia que determine el rumbo del país sino que los ciudadanos lo definen con su voto, y las instituciones y sus representantes se lo garantizan.
2) La pluralidad llegó para quedarse y sobre esa base se desempeña la función pública y el intercambio político; también la oferta informativa y editorial. No hay dedazo que valga ni medio de comunicación que "imponga" candidatos triunfadores. El voto evalúa esas actividades en el entendido de que no hay, y qué bueno que no haya, un salvador de la patria; también se decide en el contexto de un intercambio público diverso, e intenso.
3) La jornada electoral transcurrió en total calma (los incidentes fueron menores) y ello implica que, más allá de los (muy bajos) niveles de participación ciudadana, la vía del enfrentamiento que no sean las urnas tiene un descrédito cada vez mayor, y qué bueno.
4) Las candidaturas independientes ya son parte de la normalidad democrática y esto, independientemente de lo que pensemos de quienes se hubieran presentado con esa figura legal, implica una ampliación de los derechos ciudadanos (que sencillamente no existían en el proceso electoral federal pasado).
5) También ya es parte de la normalidad democrática la alternancia en (casi) todas las entidades del país, y ello implica, entre otras ventajas, la posibilidad de que sean sancionados los gobernantes que hubieran incurrido en irregularidades.
6) Esta vez, la promoción del llamado voto nulo no tuvo relevancia; incluso entre quienes lo promovieron en el proceso electoral pasado hubo declaraciones en el sentido de que consideran la posibilidad de participar en las siguientes jornadas comiciales.
7) La difamación mediática, así se haga en el nombre de la libertad de expresión, no tuvo cabida en este proceso electoral y ello es un indicador de la cultura ciudadana que desecha tales recursos.
8) Poco a poco se abre pasó el reconocimiento social de que la democracia no es el paraíso pero que es mejor este sistema imperfecto que la promesa del paraíso mismo que, por definición, siempre suprime la diferencia y expulsa al disidente (al que llama traidor). No hay paraíso, sino democracia, no hay traidores ni salvadores sino puntos de vista y esta se fortalece o no, también según la determinación ciudadana.