La versión de Humanidades del “tengo otros datos” es la historia de estampitas (o pictoline, en esta época). En los años setenta y ochenta del siglo pasado, era muy común que los estudiantes de primaria consiguieran, en las papelerías, unas pequeñas tarjetas u hojas de papel cuché que compilaban información geográfica, histórica o de otros temas escolares.
Tenían múltiples nombres: láminas, cromos o “monografías”, pero usualmente contenían datos erróneos que oscilaban entre inexactitudes y verdaderas barbaridades. La razón de su éxito radicaba en que sus consumidores evitaban leer un libro, analizarlo y hacer un reporte: la estampita resolvía casi todo. A pesar de que hubo una cruzada docente por expulsarlas como fuentes informativas, la lucha fue infructuosa: las tareas de los niños siguieron siendo socorridas por “la cartita” desacertada.
El papel de estas fuentes inciertas ahora lo tiene la Wikipedia, los sitios de tareas escolares ya elaboradas y hasta blogs y páginas de redes sociales. El medio ha cambiado, pero las fallas permanecen: ninguno de esos recursos documentales provee información confiable. Desafortunadamente, la historia que narra el presidente López, en sus conferencias matutinas y actos, parece sacada de estampitas o un mal blog: maniquea, inexacta y a veces disparatada.

Por ejemplo, sostener que el presidente Juárez arbitraba las diferencias entre Comonfort y Ocampo sólo sería posible con una máquina del tiempo, ya que Juárez fue primer mandatario hasta después de que el presidente Comonfort desconociera la Constitución de 1857: resulta imposible el episodio descrito por López. Y no, no se trata de una mera errata, el actual jefe del Ejecutivo hablaba de cómo el presidente Juárez atendía los conflictos de su gabinete:
“No, hay debate al interior del gobierno. Yo escucho a todos y concilio, y siempre me acuerdo del mejor presidente que ha habido en la historia, el presidente Juárez. Imagínense cómo tenía el que conciliar.
Decía Comonfort que los problemas se resolvían con apretones de manos y le contestaba Ocampo que los problemas se resolvían con apretones de pescuezo, y el presidente ahí en la conciliación. Prieto, Ocampo y todos le tiraban la renuncia. Les decía que, bueno, ministros de Hacienda, de Relaciones, de Guerra, muchísimos; y Ocampo fue como dos o tres veces de Hacienda en distintos tiempos”¹.
Algo semejante sucedió con su afirmación de que el país había sufrido fraudes electorales por siglos², cuando México independiente tiene menos de 200 años de vida, pero Juárez y Madero no fueron defraudadores electorales —al menos desde la narrativa del presidente López—. Por principio de no contradicción, no pueden ser ciertas las dos cosas al mismo tiempo: o todas las elecciones fueron fraudulentas —y eso incluye a Juárez y a Madero— o no es verdad que las elecciones mexicanas han sido sucias hasta ahora. En esa misma conferencia mañanera, López habló de convertir en realidad el ideal de Madero:
“Entonces, esa es la prisa, por ejemplo, desterrar el fraude electoral y que se respete el voto. Imagínense lo que va a significar para México que sean padecido (sic) por siglos fraudes electorales.
Eso es otra cosa que dejó establecida la administración, el gobierno de Porfirio Díaz, se hacían las elecciones, pero de antemano ya se sabía quiénes iban a quedar, porque se respetaba la Constitución en la forma y se violaban en el fondo. Y eso se mantuvo después de la Revolución.
Imagínense lo importante que podamos convertir en realidad el ideal de Madero, sufragio efectivo. Esas son las cosas para transformar y se va avanzando. Y hay resistencias, pero no para preocuparnos, son normales”³.
El caso de la inconstitucional extensión del mandato del nuevo gobernador de Baja California, revela que ese sufragio efectivo no se respeta y que es significativo que el presidente haya omitido la segunda parte del lema de Madero: el prócer de Coahuila no sólo pedía sufragio efectivo, sino que tampoco hubiera reelección. Pero, en la historia de estampitas que narra el presidente López, no debería extrañar que él tuviera otros datos y que dijera que no existió el repudio maderista a la reelección.
Como colofón, mencionaré otra contradicción informativa. El presidente López cita a José Vasconcelos como fuente autorizada para explicar temas históricos, por ejemplo al Ulises Criollo4, cuando el sabio universitario era el más grande detractor de Juárez: quizá Vasconcelos sea como Urzúa en el imaginario de López y luego nos diga que el erudito oaxaqueño en algunos libros se volvió neoliberal…
3. Ídem.
Autor
Doctor en Derecho por la Universidad San Pablo CEU de Madrid y catedrático universitario. Consultor en políticas públicas, contratos, Derecho Constitucional, Derecho de la Información y Derecho Administrativo.
View all posts