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martes 15 octubre 2024

Fingimiento ciudadano

por Pablo Majluf

La historia y literatura se han encargado de darle un lugar justo al arquetipo de la tibieza, del hombre pusilánime disfrazado de neutral. Hay múltiples referencias bíblicas, acaso la más influyente la de Poncio Pilato, quien se lavó las manos a la hora señalada. El arquetipo moderno lo encarnó como nadie Neville Chamberlain, cuya indefinición timorata no sólo le compró suficiente tiempo al Führer, sino que sembró inseguridad en la autoestima inglesa. La indeterminación del tibio no sólo esconde cobardía sino causa daño. Y a menudo no sólo a otros sino a sí mismo. Tal vez de ahí la justa frase atribuida a Dante de que los lugares más ardientes del infierno están reservados para quienes en tiempos de crisis moral mantienen su neutralidad. Esa neutralidad que, en el fondo, opera a favor del mal, pero cuyo artífice pretende vender como virtud; una farsa que nunca ha engañado a los hombres valientes.

Foto original: Dante Delgado, presidente de Movimiento Ciudadano. MOISÉS PABLO /CUARTOSCURO.COM

Muchos hemos denunciado esa timorata posición revestida de superioridad moral en la actual coyuntura mexicana. A comunicadores, periodistas, políticos, académicos, que juegan al equilibrismo equidistante intentando habitar en esa comodísima región desmilitarizada y deslactosada llamada Corea del Centro. Buscan vivir plácidamente negociando entre las fuerzas del mal, la destrucción autoritaria y la democracia liberal, mediante comparaciones asimétricas entre pasado y presente que venden como ecuanimidad. Cierto que en tiempos de normalidad democrática el centro no sólo es válido sino deseable. El amplio consenso liberal permite el encuentro de distintas voces: el centro es un crisol. Pero no estamos en normalidad democrática. Se cierne sobre nosotros un régimen perverso, demagógico y con resortes tiránicos. El obradorismo es el mayor desastre colectivo cometido en la historia moderna de México y en las próximas elecciones podría terminar de asentarse y consolidarse.

Ser entrecoreano en estos momentos implica pretender colocarse inmaculadamente entre el pantano del autoritarismo y las taras de la oposición. ¿Acaso es eso posible? ¿Puede alguien instalarse cómodamente entre el régimen y su exigua oposición? ¿Cómo podría alguien posicionarse entre la amenaza autocrática y la pluralidad? Eso pretende el partido Movimiento Ciudadano. Su carta es venderle al público la idea de que no es ni el oficialismo ni los partidos de oposición, pues ambos son iguales. Para los emecesistas son equiparables un demagogo jacobino, destructor, iliberal y contrarreformista con mayorías en las cámaras y a punto de terminar de apoderarse de los últimos contrapesos institucionales que lo limitan, y la alianza opositora de partidos que está articulando un último y desesperado esfuerzo de contención. Y no es que la alianza esté hecha de angelitos –son políticos, empresarios del poder, no líderes morales–, pero es justamente en los choques de poder donde se fragua el contrapeso. Al homologarlos a todos, Movimiento Ciudadano asiste al régimen.

PAN, PRI y PRD han decidido formar una alianza opositora con un fin simple y a su vez fundamental: arrancar la mayor parte de curules en la Cámara de Diputados al oficialismo para impedir que pueda modificar la Constitución a modo. La alianza sirve –y así lo confirma la evidencia estadística– como la única forma de contrarrestar la sobrerrepresentación que logra Morena a través de sus partidos satélite. De hecho, si los resultados electorales fueran idénticos a los de 2018, gracias a la alianza opositora el régimen tendría 35 diputados menos y perdería la mayoría calificada. Pese a esta evidencia, Movimiento Ciudadano ha rechazado participar en la alianza. Incluso podría decirse que la está boicoteando pues, más allá de la Cámara de Diputados, en los estados con elecciones a gobernador altamente competidas como Colima, Nayarit, Sonora y Campeche, MC está dividiendo el voto opositor y puede ser la clave para que Morena triunfe.

Aunado a lo anterior, el modelo de Oraculus (el agregado de encuestas) indica que, de ser hoy las elecciones, Movimiento Ciudadano pasaría de tener 26 diputados federales a tan sólo 10. Y es que más del doble de sus actuales diputados se explican por su alianza con el PAN en 2018, la cual le permitió obtener triunfos en distritos de Jalisco, mismos que hoy pone en riesgo por ir en solitario a la contienda electoral. Hace apenas tres años Movimiento Ciudadano parecía muy feliz y cómodo aliándose con el PAN. ¿Por qué se resiste en esta hora crucial? ¿De dónde sacó los repentinos escrúpulos?

A menos de que más que pureza busque fuerza para venderle al régimen caro su amor, Movimiento Ciudadano se ajusta perfectamente a la definición de los estúpidos que ofrecía Cipolla: aquellos que hacen daño a los demás y a sí mismos. Con su estrategia entrecoreana, MC se encamina a lastimarse a sí mismo a la vez que a la prioridad republicana inminente: contener el paso frenético hacia el abismo autoritario. Todo por aferrarse a una inmerecida autopercepción de superioridad moral tan acorde con su buenismo antiliberal.

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