Coincido con Marco Levario en que la libertad de expresión y el periodismo deben ser defendidos y, en el específico caso de Reforma, ese diario merece respaldo, por su labor de crítico del poder. No obstante, también debo señalar que la situación actual, de ataques anónimos y animosidad a ese periódico, es consecuencia de la conducta colectiva y de la específica de los medios de ese grupo.
Dicho en buen español: no soy fan irredento de Reforma, me gustan muchas de sus piezas editoriales y los cartones de Calderón, pero en su registro también ha habido piezas de calumnia institucionalizada y personajes disfrazados de reporteros y editores. Lo puedo decir porque me consta y, si bien algunos de los peores pillos que han reptado por su redacción ahora saquean, amagan y extorsionan en otros lados, hay una parte de la animosidad contra ese medio que es muy comprensible, por sus acciones y errores. Esto no es privativo de México, en la historia del periodismo hay páginas negras como las del ABC de España en la víspera de la Guerra Civil, las de El Mercurio de Chile como antesala del pinochetazo o, en el tiempo actual, las de eldiario.es. López Obrador tiene éxito en atacar a Reforma porque en sus consejos editoriales, jefaturas y secciones han convivido y conviven el revanchismo, la extorsión y el conflicto de intereses. Como señalé en el párrafo previo: me consta y puedo dar dos o tres ejemplos precisos de que la veracidad informativa y honestidad periodística son cosas que en ocasiones no se respetan en su páginas y línea editorial. El periodismo de consigna suele ser como el maquiavelismo político: para ambos, los medios no importan, si se logra destruir al enemigo.
Por otro lado, Reforma ha dado una valiente batalla a un enemigo enorme, que es la presidencia. Esto no se veía desde el Excélsior de Scherer y es lo que se espera de un medio que hace periodismo verdadero. Reforma hace periodismo respecto a López, cuando el presidente no quiere periodistas, sino vulgares paleros. Pero debe reiterarse algo: que el régimen de la 4T sea un destilado de propaganda, falacias y posverdades, no convierte a Reforma en Santa Inés de Roma. Hay que defender a Reforma por las mismas razones que se hizo con The Washington Post: dentro de sus múltiples fallas, ambos diarios tuvieron el coraje de enfrentar a Ejecutivos autoritarios y corruptos.
Como conclusión a este texto, debe señalarse que las amenazas anónimas aún existen por la indolencia social. Resulta increíble que, con las tecnologías actuales, entre las que destaca la geolocalización de llamadas, todavía sea irrastreable una comunicación telefónica delictiva. En todo el país recibimos telefonemas que buscan estafar, robar o extorsionar. Y no pasa nada. Precisamente los medios como Reforma han sido omisos —e incluso indolentes— con las políticas de gobierno que permiten las molestias telefónicas y por otras vías electrónicas. El anonimato de esa llamada es fruto de un árbol podrido, el de la complacencia, consistente en no criticar los negocios que se hacen con datos personales, ni cuestionar con suficiente vehemencia la laxitud de operación de las empresas de telecomunicaciones. La crítica selectiva también es una forma de corrupción y, aunque defiendo a Reforma de los ataques de López y sus testaferros, eso no implica que parte de lo que actualmente sucede no sea consecuencia de la propia selectividad con la que opera ese grupo. Ya tocará el momento de hacer proceso a Reforma, pero ahora lo que corresponde es defenderlo del poder político, ese mismo que pretende que nadie lo critique, ni le exija cuentas.