domingo 07 julio 2024

Guerra de encuestas

por José Antonio Crespo

Las encuestas electorales tienen dos objetivos básicos, pero que son opuestos entre sí:

1- Conocer la opinión de uno o varios segmentos de la población sobre su visión de la política y su preferencia e intención de voto por los partidos y candidatos. Permite palpar el estado de cosas en ese tema en el momento de ser levantada la encuesta (es una fotografía, dicen con razón los encuestólogos, no una película).

2- El segundo objetivo es hacer propaganda a favor de un partido o candidato, inventando sin mucho pundonor los resultados para influir sobre el ánimo ciudadano, y haciendo aparecer al partido o candidato que paga la encuesta (o cuyos intereses coinciden con los de la encuestadora) como irremisiblemente ganador. Lo que se busca es que un triunfo holgado de ese partido o candidato se vea como inalterable, y eso desanime a los opositores e, idealmente, los desmotive incluso para asistir a las urnas.

El problema surge cuando diversas casas arrojan resultados muy distintos, que van desde darle una gran ventaja a uno de los candidatos, a darle el triunfo a su rival más cercano. ¿A cuál encuesta creerle si arrojan resultados tan dispares? El caso es que frecuentemente nos encontramos ante varias opciones con resultados disímbolos e incluso contradictorios. Lo que varios expertos recomiendan es buscar el promedio (quizá eliminando a las encuestas más alejadas de un lado y otro), y eso será más próximo a la realidad. En varias elecciones así fue.

Pero ahora veo más discrepancias entre las encuestas, y el método del promedio puede fallar si la mayoría de encuestadoras contempladas están pagadas por alguno de los competidores y pone los resultados a modo. Si sólo son pocas las encuestas publicadas que buscan lo que en realidad sucede, en el promedio quedan superadas y el resultado será también distorsionado. Hacer pronósticos en ese mar de confusión se hace más complicado.

Hoy la mayoría de encuestas da el triunfo a Claudia Sheinmbaum (dándole una ventaja que varía de más de 50 puntos, a sólo 8, y con una que otra poniendo como ganadora a Xóchitl Gálvez). Podemos estar ciertos de que Claudia va hoy arriba, pero ¿por cuánta distancia? Difícil determinarlo dada la diversidad de resultados. ¿Por qué creerle a una encuesta que da 50 puntos de ventaja a Claudia, o a la que le otorga 30, o a la que le concede 15 y otra que arroja sólo 8 puntos?

Lo que sí sabemos, por experiencia, es que las cosas pueden y suelen cambiar radicalmente durante las campañas mismas. En 1994 se hablaba de un posible “choque de trenes” entre el PRI y el PRD (por ello surgió el Grupo San Ángel), pero el PRD quedó en un lejano tercer lugar. En 2000, tras la primaria del PRI, éste traía una ventaja de 20 puntos, pero Fox terminó ganando por 6 puntos de diferencia). En 2006, a fines de 2005 López Obrador traía también una ventaja cercana a los 20 puntos, pero sus varios errores, exceso y estridencia discursiva le hicieron perder gradualmente dicha ventaja, y al final las encuestas marcaban empate técnico. Cualquiera podía ganar, pero apretadamente.

En 2012 Amlo arrancó en tercer lugar y el PAN en segundo. Peña Nieto arrojaba también una ventaja (en promedio) de 20 puntos. Al final, Amlo logró el segundo sitio y Peña ganó, pero sólo por 7 puntos. Finalmente, en 2018 el “gasolinazo” de fines de 2016 lanzó a Amlo a 5 puntos de ventaja (antes de eso estaba en empate técnico con el PAN) y así se mantuvo durante todo 2017. Pero logró triunfar con un ventaja de 30 puntos. Incluso si a varios meses de la elección la fotografía electoral es fiel y no truqueada, las cosas pueden y suelen moverse significativamente conforme se aproxima la elección misma. Eso no significa que Xóchitl vaya a ganar, pero sí que ese escenario no puede descartarse por ahora.

También te puede interesar