El suicidio es un fenómeno tan antiguo como la existencia de la humanidad. A lo largo de la historia, las distintas culturas lo han considerado de maneras distintas, básicamente en función de los principios filosóficos, religiosos, intelectuales y sociales imperantes en ese momento.
En la antigüedad el suicidio era aceptado en la mayor parte de las sociedades. Los celtas, hispanos, vikingos, nórdicos y visigodos consideraron razonable el suicidio por vejez, muerte de los esposos o enfermedad grave o dolorosa. En China el suicidio era un acto de honor y lealtad mientras que en Japón se llevaba a cabo mediante un acto ceremonial, motivado por expiación o por derrota.
En la Grecia Clásica, influidos por su mitología, se introducen diversos sentimientos como desencadenantes de la muerte voluntaria. Solamente Platón rechaza el suicidio porque considera que solamente los dioses deciden cuando debemos abandonar la vida.
En la Roma Imperial se consideraba honorable entre políticos e intelectuales, y estaba prohibido entre los esclavos. Honor y libertad son los dos pilares que sustentan el suicidio como un acto moral y valiente.
En la Edad Media aparece la prohibición absoluta del suicidio. San Agustín arremete contra la muerte voluntaria, apoyándose en las Sagradas Escrituras y el V Mandamiento “No matarás”. En esta época se propagaron los castigos religiosos como la excomunión y la negativa a enterrar a los suicidas en el cementerio.
La sociedad moderna, con la Iglesia Católica como epicentro de la moralidad colectiva, mantuvo la condena al suicidio. Entre los siglos XVII y XIX, surgen grandes defensores y detractores del mismo, a la vez que los castigos legales se suavizaron, aunque se mantenía la negativa a enterrar a los suicidas en el cementerio.
El planteamiento médico del suicidio se inicia con Falret (1820) que atribuye el suicidio a un trastorno mental y Esquirol (1838) que se refiere a la muerte voluntaria como el resultado de una crisis afectiva. A partir de este momento el suicidio se exculpa y justifica con argumentos médicos, y el sufrimiento y malestar del suicida pasan a clasificarse como síntomas mentales de patologías diversas.
Es a partir de este momento que la sociedad delegó en la medicina el suicidio, tras siglos de deambulación errática en manos de la Iglesia, siendo ahora exclusivamente una enfermedad, o un síntoma final de un proceso patológico.
El suicidio es un asunto grave; la OMS considera que más de un millón de personas muere en el mundo al año por suicidio y que los intentos de suicidio son en realidad 20 veces mas frecuentes que las cifras oficiales reportadas.
Pero hay algo mas preocupante, el aumento considerable de las cifras de suicidios en personas sin alteración afectiva, con buenas condiciones socioeconómicas, e incluso con logros importantes . Esto ha llevado a plantear la consideración de un “vacío existencial” como motivo de suicidio, el experimentar la vida como algo carente de sentido que lleva a muchas personas a plantearse ¿vivir, para qué?
Desde el punto de vista de la medicina hay datos que indican la existencia de una base biológica para el suicidio, existen estudios que encuentran alteraciones de las concentraciones de metabolitos de la serotonina en el líquido cefalorraquídeo de pacientes adultos que se suicidaron. Un deterioro del funcionamiento de las neuronas que contienen serotonina en la corteza prefrontal del cerebro puede ser una causa subyacente de la menor capacidad de una persona para resistir los impulsos de dejarse llevar por pensamientos suicidas.
En la actualidad para muchos investigadores el derecho al suicidio es un derecho fundamental al margen de existir o no una patología psiquiátrica y debe ser considerado como un tema de libertad individual exclusivamente; una alternativa liberadora.
Para otros sectores debe ser considerado como una opción individual en caso de enfermedades incurables y plantean la necesidad de facilitar ayuda y asistencia médica a aquellas personas que deseen morir prematuramente (eutanasia pasiva, suicidio asistido).
Disquisición final: Todos somos frutos del azar, somos polvo de estrellas, somos y dejamos de ser, el suicidio es la respuesta a una existencia arruinada por el dolor y la impotencia, un acto que requiere valor para dar un grito final de dignidad y control sobre lo que a uno le sucede.
La leyenda negra del suicida es solo una falacia terrena, una cláusula de moralina, una consigna social, un constructo hipócrita.
El hombre esta dotado de libre albedrío, y punto.
Es cuanto.