Como popularmente se dice, “nunca falta el prietito en el arroz”. Las notas disonantes en la partitura de este proceso electoral fueros de distintos visos con efectos diferentes. Pero algunas de esas notas malas, por su notoria presencia, fueron ampliamente perceptibles por su probada sonoridad en el escenario y atmósfera electoral.
- Una de ellas, conforme avanza el tiempo también avanza su presencia, pues ha venido dando muestras cada vez más palpables que el campo electoral también es un terreno atractivo para la delincuencia, cuyos tentáculos ya se han empezado a asentar en él y a penetrarlo. El impermeabilizado del paraguas protector no a sido suficiente ni tan efectivo, pues finalmente ha tenido filtraciones.
En efecto, el proceso electoral ahora estuvo crecidamente marcado por la inseguridad que padecemos, la cual se dejó sentir con serias amenazas; amagos físicos en personas, muebles e inmuebles; golpeados; secuestros; atentados; heridos y muertes desde la etapa de la búsqueda de precandidaturas y durante el desarrollo de las campañas de los precandidatos, así como en la de los candidatos. Y a estos sucesos no escaparon mujeres, personas de la comunidad LGTTTB y menos hombres, como tampoco fueron selectivos en los escenarios para realizarlos, pues lo mismo se dieron en ambientes cerrados como abiertos y de manera presencial como a través de los aparatos de comunicación privados.
Los resultados terminaron en muchos desistimientos de postulaciones de precandidaturas, como en su momento también en el de candidaturas, así como en el de renuncias a éstas una vez postulados. Eventos de esta naturaleza lo sufrieron la mayoría de los partidos políticos, sobre todo los más grandes y competitivos con posibilidad de ganar. Por lo anterior, no se descarta del todo que, entre los ganadores, pudieron colarse algunos que protegieron las organizaciones delictivas, lo cual debe preocupar por la relación que probablemente podrán conservar durante el desempeño del cargo, para el cobro de facturas.
Es por ello que se puede pensar que fue un proceso electivo de miedo y sangre, aunque paradójicamente la pandemia de salud por la que pasamos, inhibió la realización común de grandes concentraciones de los candidatos en busca del voto, lo cual ayudó a estos actores políticos, ya que estuvieron menos expuestos a la acostumbrada ejecución de eventos multitudinarios, y con ello mayores riesgos para su persona.
Es importante y urgente que se implementen medidas más eficaces para futuros procesos electorales, a fin de que estas fiestas de la democracia electiva, no se vean turbadas, manchadas y trastocadas por hechos de esta especie, pues debe preocupar que los ciudadanos con buenas intenciones de procurar una candidatura para servir sanamente a la sociedad, ya sea como independiente o a través de la estampa de un partido político, se vean coartados en su libertad y legítimo derecho constitucional, legal, político y humano, a presentarse ante la sociedad para que sean evaluados por ésta y, en su caso, aprobados y votados para un cargo público.
Es una lástima que personas con buenos propósitos y espíritu de servir y con buenas cartas de presentación, vean truncadas sus aspiraciones por estos motivos, lo cual, además, deja de contribuir al saneamiento de la política, del servicio público y de la democracia, al ser reprimidos de esta forma en su vocación de servicio. Algo hay que hacer. Lo peor es quedarse cruzado de brazos y de manera contemplativa.
- También el proceso electoral, como nunca antes, desde sus inicios, permanentemente se vio marcado por la judicialización con tonos elevados. En algunos casos quedando solo en amenazas, amagos y, en otros, materializándolos con la aplicación de sanciones administrativas, denuncias penales y político-jurídicas con desafueros, como fue el caso de candidatos a gobernadores de Nuevo León; el del gobernador del Estado de Tamaulipas y el de un diputado del Congreso de la Ciudad de México y candidato a diputado federal, entre los más vistos. Como se podrá ver, esta acción fue tanto para la esfera estatal como para la federal, arreglada desde el centro contra candidatos como contra autoridades en funciones, aunque finalmente, con excepción del gobernador en funciones indicado, ninguno se ejecutó durante la precampaña ni en la campaña, pero si enrareció y tensó fuertemente el clima político electoral.
De igual manera sucedió con la detención de presuntos integrantes de la delincuencia organizada y de personajes de la vida pública que de tiempo atrás traían denuncias y órdenes de detención, como es el caso del ex gobernador del Estado de Nayarit, de este último dándose a conocer el mero día de las elecciones. Como es obvio entender, todas estas acciones no fueron casuales, sino que tuvieron de fondo una clara fisonomía de impacto político electoral.
- Por otra parte, también vimos por primera vez en la historia electoral, la intervención directa y abierta del Poder Ejecutivo con proselitismo político partidista, a pesar de las recomendaciones y prohibiciones de las autoridades electorales; la renuencia también abierta, expresa y pública a dejar de hacerlo, interviniendo en el proceso electoral para favorecer al bloque formado por el partido en el poder y sus partidos sucursales, así como a sus precandidatos y candidatos; la descalificación de otros partidos y a sus candidatos, e incluso, lo nunca antes visto, acompañadas del amago a las propias instituciones electorales con desaparecerlas.
Esta vez, en la percepción de medio mundo, fue insólito, porque nunca antes nadie en esta posición de gobierno se había atrevido a tanto. De ahí el miedo y preocupación que provocó. Sin embargo, con los resultados electorales que se tuvieron, se tiene la esperanza de que se atenúen las cosas y se vean con más mesura. Vamos a ver cómo se desarrollan.
- Igualmente se vieron plantones de protesta y la toma de las instituciones electorales por los inconformes, con inusuales posiciones y expresiones incorrectas por las decisiones tomadas por éstas, con amenazas y fuertes amagos para algunas de sus autoridades en su persona, que incomodaron a la gente por el extremo y beligerancia a la que se llegó al no querer aceptar el mandato de la normativa vigente y que aplica a todos por igual, sin excepciones de ningún tipo, al querer imponer por la fuerza la aceptación formal de su candidatura, lo cual llegó a un punto demasiado álgido.
- Asimismo, se pudo observar el comportamiento público inadecuado e indecente de algunos candidatos, incluso con actitudes y desplantes impropios, tales como señales censurables, silbidos con sentido ofensivo, enfrentamientos y palabras soeces, ante reclamos y protestas de ciudadanos que no estaban de acuerdo con ellos. Lo que más extraña, es que estas conductas reprobables, se hayan presentado en la persona de algunos de los que se esperaba decencia.
- Bueno, y desde luego el filtramiento de notas malas escritas, expresiones habladas, fotografías, grabaciones y videos exhibiendo al contrincante para denigrarlo. Que esto no es de extrañar en el mundo real de la competencia electoral, aunque no debería ser así en una competencia limpia, Pero que como se dice, en la guerra, más en la sucia (se le pone incluso la etiqueta de estratégica), se vale de todo, tal y como bien lo pinta el mosaico de la travesura político electoral, en la que encontramos todo un catálogo de marrullerías políticas. En términos coloquiales: se valen patadas, zancadillas, piquetes de ojos, jalón de cabellos, bofetadas, guantazos y hasta el recordatorio de la progenitora, entre otras diabluras políticas electorales, que tal parece que ya son parte del folclor político electoral mexicano.
Corremos el riesgo que ante conductas de esta índole perdamos, como ha sucedido en otros renglones, la capacidad de asombro; que se vuelva costumbre y se vea con toda normalidad, y que, por lo mismo, se institucionalicen actitudes impropias de este tipo, no solo en los procesos electorales, sino en la misma vida pública del país. Por lo que hay que sanear y recomponer cuanto antes todo el tejido del sistema político y, entre sus páginas, el electoral, o en el mejor de los casos el futuro es incierto, si no es que política y socialmente vamos en camino a la degradación completa de la política, del servicio público, de la democracia y de las propias instituciones con la presencia en las mismas de personas impresentables e indeseables.
No podemos tener candidatos de esa calaña. Por eso hay que modificar la legislación electoral para exigir requisitos de decencia ciudadana y de decencia política para aspirar a ocupar un cargo de elección popular. Y que en precampañas y campañas toda esta pléyade de descomposturas y groserías del más disímbolo espécimen (habladas, escritas, con señas, gesticulaciones, gravadas en audio y video gravadas, entre otros mecanismos e instrumentos publicitarios negativos y denigrantes), también sean causales para cancelar precandidaturas y candidaturas.
La política, el servicio público, la sociedad en general, la gente en lo individual y la democracia lo merecen y lo necesitan. Hay que moralizar y enaltecer a la política y a la democracia. No se debe tener a personas grotescas al frente de las instituciones públicas, porque no solo envilecen a la política, a la democracia y al servicio público, sino también a las propias instituciones públicas. Siempre necesitamos tener instituciones respetables y servidores públicos decentes.