En un mar de incertidumbres y de no buenos augurios al iniciar este 2025 es necesario mantener encendida la luz esperanzadora de un mañana mejor y no rendirnos ante las dificultades.
Pareciera que estamos colocados en un largo y oscuro túnel sin aparente salida. Una importante cantidad de estudiosos y analistas nos advierten sobre las nada favorables consecuencias inmediatas de las decisiones que el gobierno federal está tomando, aún cuando paradójicamente Claudia Sheinbaum cuenta con el 78% de aprobación a tres meses de iniciar su gestión.
En amplios sectores de la sociedad se ha instalado una mezcla de preocupación, incertidumbre y desesperanza, acentuada por la inminente llegada de Trump a la Presidencia de los Estados Unidos y la creciente actividad de los grupos delictivos en gran parte del territorio mexicano.
Y en las oposiciones políticas, académicas y en las opiniones de columnistas, se aprecia una heterogeneidad de puntos de vista sobre la caracterización de lo que está pasando en el país y sobre el camino a seguir en este escenario tan confuso, así como una gran desconfianza entre los actores políticos, lo que acentúa la dispersión de esfuerzos.
Pareciera que no se ha terminado de asumir que ya se dio y está operando un nuevo régimen político de esencia autoritaria, con peligrosos rasgos dictatoriales y que obliga a replantear de fondo las estrategias del conjunto de las fuerzas opositoras.
Es una ecuación política de alta complejidad; su solución no es fácil ni corresponderá a una sola “mente brillante” o a una fuerza política en solitario.
Si más allá del nombre que le asignemos a esta nueva hegemonía política, coincidimos en su carácter autoritario y en el riesgo real de la pérdida de libertades políticas y democráticas, así como en el peligro del azuzamiento de organizaciones afines al bloque gobernante para que actúen físicamente contra los opositores; si coincidimos en esto, ya tendríamos un gran avance, sería un importantísimo punto de partida en la ruta del qué hacer para salir de este tenebroso túnel.
En ese sentido, más que criticar con ánimo condenatorio el pasado y las recientes actuaciones de los partidos nacionales con registro legal (PAN, PRI y MC) o de descalificar a las diversas fuerzas que han hecho públicas sus pretensiones de avanzar hacia la conformación de nuevos partidos, debiéramos saludar la vitalidad de la sociedad para manifestarse y expresar su determinación de no dejarse avasallar por el autoritarismo en curso. Es muy importante que cada quien actúe desde su trinchera conforme a sus convicciones y capacidades, que se desplieguen sus potencialidades, que haya la disposición de abrir espacios para el debate político e ideológico que nos ayude a clarificar el terreno en el que nos estamos moviendo, así como estar dispuestos a sumar esfuerzos si las condiciones lo permiten o lo exigen.
La pluralidad política e ideológica no es condenable, sino saludable y necesaria para la vida de una sociedad democrática. La uniformidad política e ideológica, en cambio, es propia de los totalitarismos del signo que sean.
Soy de los convencidos de que es necesaria una nueva fuerza política opositora, un nuevo partido político, de esencia democrática, con compromiso social, defensor de las causas cotidianas y más sentidas de la gente, y convencido del mantenimiento y fortalecimiento del Estado de Derecho. Es decir, se requiere de una organización partidaria progresista que fusione el liberalismo político con la lucha por la mayor igualdad posible. Esta es la esencia de lo que genéricamente se ha identificado como socialdemocracia.
Debe existir una fuerza política que critique al grupo político gobernante y que al mismo tiempo proponga soluciones a los problemas de la gente y del país.
Es verdad, como algunos personajes políticos relevantes lo han manifestado, que no debemos caer en el debate de si esta nueva fuerza partidaria sería una formación política de izquierda o de derecha, lo cual no significa que no se tengan principios ideológicos, ya que el contenido del progresismo, la lucha por la igualdad social, las libertades democráticas y el Estado de Derecho, son en sí mismos “una ideología”, una que sí es leal a la democracia, a los principios de libertad y de justicia, una concepción evidentemente opuesta a la de la fuerza gobernante.
Las coordenadas políticas tradicionales (izquierda, derecha, centro) están rebasadas porque han sido deliberadamente distorsionadas. El grupo en el poder llegó con banderas de izquierda por vías democráticas y hoy toma decisiones contrarias a esos preceptos. Sin embargo, ante mucha gente (morenistas y antimorenistas) lo que hoy gobierna México es “la izquierda”. Eso es impreciso.
Por eso, el debate político e ideológico debe centrarse en el contenido de lo que se quiere ser, de a quiénes se quiere representar y a quiénes y cómo debemos hablarles para mantener encendida la esperanzadora luz de un mañana mejor al final del túnel.
Y si, en su momento, la diversidad política significara el peligro de una dispersión y división de esfuerzos que debiliten la actuación, debiera pensarse creativamente en un “Partido Frente” (tipo “Frente Amplio” del Uruguay). Dicho de otra manera, esto apenas comienza.
Los jóvenes, las mujeres, la intelectualidad democrática, los sectores desprotegidos, las clases medias y el empresariado responsable, son los actores que debieran tomar en sus manos la estafeta de un México libre y democrático. En lo que a nosotros respecta, ayudaremos en todo lo posible a ese propósito.