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Llorar, cuanto lloramos todos. Inevitable y sin duda bella característica de los humanos. ¿Cuántas cosas y sentimientos merecen nuestras lágrimas? Desde luego aquello que nos lastima en nuestra profundidad, el dolor que provocan los recuerdos, las despedidas de los que amamos, aquello que perdemos y que no regresa, la ira, la melancolía, el brillo del tiempo pasado, quizá lo que fuimos y añoramos, lo que intentamos y no pudimos, lo que deseamos tanto y que no nos sucedió.

El río del tiempo irrecuperable que no para en su corrida, y el temor que causa este río más adelante con agua de incertidumbre. Lágrimas puede causarnos también lo que no alcanzamos a perdonarnos, y que a veces en soledad, una especie de comezón en el alma nos lo recuerda, comezón que no se rasca y que solo las lágrimas la calman.

La inocencia de los niños, la sonrisa de mis hijos, un atardecer tan distinto a aquel en que hace apenas unos días me perdí. ¿Cuántas cosas son todas las cosas que merecen lágrimas?

No podemos evitar que existan miradas que nos conmuevan, la dignidad del humilde y la esperanza del desposeído, la fe de aquellos a los que no podemos fallarles, la fe de nuestros cercanos, y la de algunos otros que nos la tienen y nos la guardan.

Las diversas expresiones del arte, una pintura, la poesía, la tristeza y la alegría. La redención y la gratitud, la caridad y la solidaridad. Una mano estirada pidiendo ayuda y luego ver la cara de angustia del dueño de esa mano. El dolor ajeno y aún el del desconocido.

Llorar por agradecimiento y por agradecer a otros lo que nos dan, aunque sea solo tiempo, sabiendo que el tiempo es un tesoro mucho muy valioso.

Pienso que las lágrimas verdaderas, no son precisamente las que nos brotan de los ojos y resbalan por nuestra cara, sino aquellas que nos brotan del corazón y resbalan por nuestra alma, cual húmedo vapor de nuestras heridas.

Estas son las lágrimas a las que no es necesario recordar porque quedan ahí, guardadas y depositadas en nuestro interior para no ser olvidadas jamás.

Si, por tristeza y por felicidad es que se llora. Son signo de debilidad aseguran algunos, sin embargo, sin duda también que son signo de fortaleza.

Sin duda que por todos estos motivos y por muchos otros más, es que todos podemos llorar. Si, creo que se vale, y este 2022 que se nos ha ido ya, no ha sido la excepción para nadie.

Pero también existen las lágrimas de la impotencia, de aquellos que luchan por una vida digna y no la consiguen, de aquellos que transcurren en la desesperanza, y que son capaces de llorarles el alma por dentro, y al mismo tiempo llorarles la expresión de una sonrisa por fuera. Esos son millones, muchos millones en nuestro país y México no para de llorar.

Son tiempos de los buenos deseos y de los mensajes llenos de parabienes, desde luego que a ustedes, que me hacen el honor de leerme, les deseo lo mejor a todas y a todos en este 2023 que estrenamos, pero como muchos de ustedes, también le tengo buenos deseos a México en lo particular, y me atrevería a decir que son primordiales, porque nos incluye igualmente a todos sus habitantes.

En estos tiempos en los que a nuestros políticos cada vez se les valora menos y salvo sus excepciones, se les tilda a la mayoría de ineptos y hasta de corruptos, y cada vez más alejados de las inquietudes verdaderas del ciudadano, enfrascados en sus luchas internas por el poder, que no se traduce en otra cosa más que en la degeneración de su objeto principalísimo, que es la consecución del bien común, le deseo a México buenos políticos, capaces de elevarse sobre intereses particulares, de grupo, de familia, de clase, de si mismos, e incluso de la propia ideología que pudieran defender en beneficio de la propia comunidad. Le deseo a México, políticos con capacidad para sacrificar sus propias preferencias, y una amplitud de miras propia de espíritus superiores.

Le deseo a México políticos que entiedan la política como una pasión cívica, totalmente alejada del acecho a un botín, y que sus méritos no sean en absoluto el halágo constante al líder, y la adhesión per se a las consignas de sus partidos, lo que es orígen de la política mediocre y corrupta.

Deseo para México, que la política sea un oficio para aquellos que verdaderamente están capacitados para gobernar, políticos que sobresalgan en cuanto a virtudes e inteligencia.

Estamos ya en el inicio de este 2023, de un nuevo año en nuestras vidas y de un nuevo año para México, momentos en los que profundamente deseo que las lágrimas sean menos. Que los motivos para llorar sean más por causas de nuestra naturaleza humana, y menos por causas que humanamente son evitables.

Les dejo lo mejor de mis deseos para todos ustedes y para nuestro país. Que sea un grandioso año, y que no permitamos que nadie, nunca, nos diga que no merecemos el México que soñamos.

Les abrazo.

Autor

  • Oscar Athié

    Empresario, médico dilplomado. Participó con éxito de la balada romántica de los 80 como cantante, compositor y productor musical.

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