Prevalece en el ambiente de opinión la idea de que hay una divergencia política entre López Obrador y Claudia Sheinbaum en torno a quién debe encabezar la candidatura de Morena para el gobierno capitalino. Sabemos que Omar G. Harfuch es gente de confianza de Sheinbaum, quien en su calidad de nueva “jefa” del movimiento obradorista (según recibió el “bastón de mando” de manos del verdadero Caudillo), está en la facultad de lanzar a su favorito, que además obtiene la mayor intención de voto en casi todas las encuestas. Amlo pudo originalmente haber dado su visto bueno a dicho lanzamiento pero – sostienen algunos -, ya lo duda por la trayectoria del personaje, además del rechazo que ha generado entre los sectores más fanatizados del partido por no tratarse de alguien del movimiento (y la fuerza de Amlo proviene principalmente de sus fanáticos).
Se sabe en cambio que la favorita de Amlo es Clara Brugada, muy apegada a él desde hace años, y que también levantó la mano para competir. Las encuestas disponibles reflejan que también ella podría ganar a la oposición, aunque con un menor margen que Harfuch. Morena tiene pues un dilema; si queda Harfuch, la imagen de Claudia quedará reforzada como quien de verdad tiene ya el bastón de mando que le confirió su jefe, pero puede provocar gran enojo e incluso morenistas que no votarían por él, según muchos así lo han manifestado.
Pero si el dedo se inclina por Brugada – lo que sería celebrado por los fanáticos obradoristas – implícitamente quedaría confirmado que, al menos por lo pronto, el bastón de mando sigue en manos de Amlo, y así seguirá hasta que la nueva presidenta tomara posesión (de ganar Claudia). Y aún después de eso no queda claro que pueda ejercer el poder real, y podría seguir sometida por más tiempo al capricho del Jefe Máximo. El nombramiento de Brugada dañaría pues la imagen de la candidata presidencial, aunque quizá no tanto como para mermar su intención de voto (si ésta desciende, respondería a muchas otras causas).
Ante ese dilema, varios de los corifeos del obradorismo (algunos de ellos bajo órdenes directas de Martí Batres según él mismo lo reconoció en privado), manejan la narrativa de que Claudia en realidad abrió la puerta por igual a Harfuch y a Brugada. No que ésta sea la favorita de Amlo sino que igualmente ella dio su visto bueno, y así ver cuál de los dos era el más conveniente a partir de diversos criterios (intención de voto, aceptación interna, cohesión partidista, cuotas de género, etcétera). Y que será Claudia quien decida quién ocupara la candidatura, incluso si la favorecida es Brugada. Así, podría conciliarse el hecho de que no quedara en ese cargo su favorito, sin que eso se interpretara como debilidad o impotencia frente a Amlo.
Es buena narrativa pero poco creíble, al menos para quien no cree que López Obrador ni Morena son quienes dicen ser. Como siempre, serán los fieles del obradorismo los que creerán dicha versión sin cambiarle una coma, sin mayor análisis ni reflexión. Así operan. Pero quienes tienen sentido mínimo de realismo, y saben que las cosas en Morena son muy distintas a lo que ellos mismos pregonan, pensarán que Claudia sigue y seguirá siendo una servidora del presidente, al menos hasta nuevo aviso. Claro, todo ello en caso de que sea Brugada la favorecida. Y si es Harfuch, se reivindicaría la imagen de Claudia, pero quién sabe a que costo interno para el partido que se cree más allá del bien y del mal.