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sábado 07 diciembre 2024

No tenían obligación, pero…

por Javier Solórzano

Un conjunto de importantes e influyentes cadenas de televisión de EU decidió cortar el discurso que estaba pronunciando el presidente Trump desde la Casa Blanca.

Argumentaron que se estaban haciendo observaciones y acusaciones sin fundamento alguno. Las televisoras se convirtieron en algo así como en un tótem que determina qué es lo que debe decirse y qué es lo que no debe decirse, hecho que tiende a ser común, pero que no se imagina en una coyuntura electoral.

En algún sentido lo que acabó pasando es algo que a menudo hacen los medios de comunicación, parten de un criterio selectivo al cual tienen derecho, pero también tienen una obligación social en función del rol que juegan y lo que representan.

Queda claro que tomaron una decisión acorde a sus criterios, el cuestionamiento tiene que ver con cómo una decisión de esta naturaleza, por más que hayan tenido el derecho a hacerlo, estuvo más cerca de la censura que de los principios que eventualmente tengan las cadenas.

En función del discurso, del personaje y del proceso electoral, era importante escuchar las razones de Trump por más controvertidas y cuestionables que estuvieran siendo. Lo idóneo, estratégico y hasta sensato era mostrar, después de escucharlo, todas sus contradicciones a través de un análisis que lo confrontara, al tiempo que se evidenciara que sus argumentos no tenían validez.

Lo que es definitivo es que para que esto suceda lo fundamental es escuchar, conocer las ideas y perspectivas de las cosas por más que existan elementos para desmentirlo a cada palabra que estuviera expresando.

Lo que importa, y más en una sociedad de libertades como la estadounidense, es el derecho a la información y la libertad de expresión, partiendo de que éste es un derecho relativo no absoluto. Los medios son para las audiencias el conducto para la reflexión y análisis, y más cuando de por medio está un proceso electoral tan reñido en el que se juega tanto, no sólo al interior de EU sino también a nivel mundial.

En el balance final, las cadenas de televisión muy probablemente hayan perdido más de lo que ganaron. El partidismo que se ha venido exigiendo a los periodistas puede estar provocando que la información esté siendo cada vez más sesgada en donde estén terminando por prevalecer las miradas unilaterales de las cosas.

Es evidente que cuesta y mucho escuchar y seguir los discursos, a menudo groseros y cargados de diatribas, de Donald Trump. Sin embargo, si de suyo es un principio ético y profesional escuchar a todas las personas, en medio de un proceso electoral resulta fundamental que quienes participan en él puedan ser escuchados por más que el discurso merezca todo tipo de críticas.

La audiencia, como parte central del proceso informativo, es a quien hay que responderle. Tiene el derecho a escuchar a quienes son los actores centrales. Cortar el discurso le quitó a las audiencias el derecho a conocer las impugnaciones y razones, reconociendo lo controvertido que eran, de un personaje fundamental; a lo que hay que agregar que sigue siendo el presidente del país.

Queda claro que las cadenas de televisión no están obligadas a la transmisión íntegra de los discursos. Lo que se cuestiona son las razones que emitieron para cortar, porque se colocaron como jueces en un proceso informativo-electoral en el que es importante escuchar a todas las partes.

Las cadenas de TV están en su derecho de haber hecho lo que hicieron. Reiteramos que al final prevaleció en el imaginario colectivo la idea de la censura y de cobrarle a Trump más de alguna.

Lo que sí pasó es que le dieron al candidato nuevas razones para jugarle a la víctima, actitud que por lo que se ve empieza a prevalecer por aquí y por allá.

RESQUICIOS

Recibir dinero en efectivo para una campaña política es un acto fuera de la ley. Agreguemos que quien lo recibe es hermano del hoy Presidente y que ante ello la UIF, parte del Gobierno, asegura que no hay irregularidades.


Este artículo fue publicado en La Razón el 10 de noviembre de 2020. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página

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