Es algo aceptado que el verdadero periodista debe ser un critico, nunca un adulador; su función primaria es vigilar y criticar al poder. En el momento en que acepta ser empleado del poder en turno su función como periodista se apaga, entra en receso. En el pasado reciente, bajo el poder casi omnímodo de la dictadura priista era casi imposible que un verdadero periodista pudiera ejercer a plenitud su profesión; criticar al presidente era garantía de perder el trabajo, si no es que otras cosas mas importantes. Esto disminuyo notoriamente, hay que reconocerlo, durante el sexenio de Ernesto Zedillo, y ya desde el sexenio de Vicente Fox la libertad para criticar al gobierno en turno, presidente incluido, era casi total. Recordemos que las caricaturas llegaron a ser ya no solo irreverentes, sino francamente ofensivas, tanto para el Presidente como para su familia. La acusación lanzada por Federico Arreola afirmando un inexistente alcoholismo del Presidente Felipe Calderón , falsedad apoyada con entusiasmo por esa Pasionaria del periodismo mexicano Carmen Aristegui y las agresivas caricaturas de un grupo de moneros empeñados en atacar al Presidente Enrique Peña y a su esposa dan prueba de ello.
Liquidado el presidencialismo priista con la victoria de Vicente Fox, muchos periodistas se sintieron en condiciones de ejercer una mayor critica al sistema , se dieron cuenta que podían perfectamente criticar al PRI y al PAN, sin consecuencia alguna , pero curiosamente no fue el caso del PRD ya controlado por López Obrador desde esas fechas. Sobre ese tema rescato parte de un articulo del ya fallecido escritor y periodista Rene Avilés Fabila:
“La poderosa y corrupta organización simpatizante de AMLO despliega una formidable cantidad de ofensas y provocaciones. Los insultos no me preocupan, apenas los miro. No obstante, el jueves fui a Cuernavaca al homenaje a una escritora talentosa y de obra admirable, Marcela del Río. Luego de mi intervención, una señora me saludó con amabilidad fingida. Como Peña Nieto en la Iberoamericana, caí en la trampa. Cambiando el tono, me dijo que le diera tres razones para justificar mis críticas a López Obrador. Le di diez. La mujer, arrumbando los bocadillos, pegó varios gritos. Opté por regresar al DF. En el trayecto recordé que hace seis años, en Bellas Artes, en la presentación de un libro del médico Federico Ortiz Quesada, una quincena de perredistas, ante la cercanía de las elecciones, trataron de impedir el acto y un tipejo quiso abofetearme acusándome de “pro imperialista”. No cabe duda: López Obrador es una fábrica de odio. Sin embargo, no deja de asombrarme su habilidad para galvanizar a sus seguidores.”
Hasta aquí la transcripción . El tiempo ha dado la razón a Rene Avilés, efectivamente el señor López ha resultado ser una fabrica de odio, y ya con el poder que da la Presidencia casi imperial de México se ha dedicado a cobrar venganza de todos los agravios, reales o supuestos que según el ha padecido en su vida. Se ha mostrado incapaz de ver la realidad de un México ya globalizado , con una dinámica social que no existía en el remoto priismo que es donde medio aprendió lo mas corrupto de la política, un país con una población multicultural con ideas que no corresponden al rancio nacionalismo de alguien como el, que se quedó anclado en la Historia de Bronce del cuarto año de primaria.
López Obrador miente, y lo mas grave del asunto no es que mienta, sino que parece ser que se cree sus mentiras, sus datos falsos, cifras que solo existen en su delirante imaginación . Y lo mas peligroso es que sus fieles partidarios aplauden cada mentira suya y pobre de aquél que se atreva a señalar sus engaños, recibirá de inmediato toda clase de agresiones y descalificaciones en una virulenta ofensiva orquestada por esos personajes que manejan periodistas a sueldo y granjas enteras de bots en redes sociales.
Termino con otro fragmento del citado Avilés Fabila, que retrata fielmente la personalidad de AMLO.
“Hago memoria y regreso a los años en que yo comenzaba a impartir clases en Ciencias Políticas y Sociales; recuerdo a un joven priista, Andrés Manuel, fanatizado por su causa, enemigo del estudio, que sabía engañar pero no a los maestros, reprobaba una y otra vez. No parecía tener futuro político. Pues lo tuvo, es una celebridad y la única materia que no recibió, Demagogia I, lo hizo exitoso y lo convirtió en caudillo. Es experto en proponer absurdos, inventar simplezas, designar ingenuos en cargos remotos y engañar con frialdad a buena parte de la nación”
Finalmente una reflexión. Los ciudadanos, tanto los informados como los ayunos de toda información votaron; ahora solo nos queda padecer las consecuencias de su decisión.