Crecemos pensando que el lenguaje es algo tangible y material. Las palabras, los sonidos, las oraciones… nos entran por los ojos y por los oídos. Las palabras pueden ser bellas e hipnotizantes y también crueles y destructivas, como la lava de un volcán, pero, igual que esta, son solo la parte visible de todo lo que ocurre en zonas mucho más profundas, oscuras e inaccesibles de nuestro cerebro.
Lorena Pérez Hernández
Así epistolarmente la autora Maryanne Wolf nos escribe en 9 cartas su preocupación por la pérdida de la lectura, y lo importante que éste invento ha significado para nuestra especie. Su libro Reader come home es una reflexión sobre nuestros cambios como lectores, de libros a pantallas; de novelas largas e inmersivas a fragmentos tweeteros. Para los que hemos hecho de la lectura una devoción y, en mi caso particular una profesión como maestra de literatura su lectura resulta imprescindible. Es muy fácil caer en la tentación de juzgar a las nuevas generaciones con los parámetros de “nuestros tiempos” sin tomar en cuenta los cambios y la injerencia que nosotros hemos tenido en los mismos. La frase anterior es un salvo conducto personal a la mesura y al autoanálisis, puesto que comparto con Wolf los temores sobre la pérdida de la lectura inmersiva para dar el nombre por oposición a la lectura fragmentada y discontinua que supone la lectura en la pantalla. En suma, mis reflexiones pretenden ser sólo eso, no puedo dar una respuesta contundente ni creo que Wolf pueda hacerlo aún, sin embargo, hay hechos observables que son dignos de notar.
Por otro lado, el estudio sobre el coeficiente intelectual y la disminución del famoso efecto Flynn que se hacen cancha en titulares, redes y envíos multitudinarios. Dicho efecto medía la progresión o crecimiento intelectual de la población mundial que desde la posguerra había aumentado. Según el estudio, de origen nórdico, en los últimos veinte años perdemos inteligencia. La investigación fue publicada en PNAS¹, los autores usaron más de 730.000 pruebas en jóvenes de 18 años. Tanto el estudio como la medición del CI suscitan múltiples detractores y argumentos que las señalan como inexactas e imprecisas. Así que confesando mi total incredulidad sobre la objetividad de estas medidas me avocaré a discutir con ustedes ya sea en pantalla o en papel, las evidencias que me conciernen y preocupan al respecto. En ese sentido y como los dos grandes hermanos de las catástrofes griegas que eran pena y pánico, existen dos grandes damnificados de la cognición contemporánea, la atención y la velocidad. Seamos más exactos nada se aprende sin atención y ella es celosa, como un buen amante busca la exclusividad y que se le dique tiempo.
Atención
Los mitos sobre la atención han sugerido la capacidad de aquello que llamamos con un anglicismo “multitasking” es decir la capacidad que tiene el cerebro para desempeñar varias tareas a la vez, y de que puede, puede; pero al menos hasta hoy, no existen evidencias de que el cerebro no haga un reparto de esa focalización entre tareas, lo que atenúa su capacidad de profundidad. Pensemos en la atención como si fuera un reflector que si tiene que alumbrar demasiadas cosas a la vez no permite ver los detalles de cada una de ellas.
Wolf argumenta que los periodos de atención han disminuido a la par mientras hemos cambiado papel por pantalla y lectura intensa por lectura fragmentaria. Es aquí donde emito la primer mea culpa, cuando acepto que como la investigadora indica, pertenezco al grupo de docentes que fue podando el número de páginas de lectura para garantizar que se leyera. Y es que existen digamos, 3 estados en un lector, uno superficial, otro inmersivo y otro más que Wolf llama translativo. El primero como en la primera fase del sueño, se ve interrumpido por estímulos múltiples, la concentración es baja y se recaban los datos elementales. El segundo, es la lectura inmersiva que supone que nos adentremos en el mundo del texto manteniendo todos los datos importantes, hagamos inferencias, imaginemos escenarios y personajes, a medida que avanzamos por ese bosque, accedemos a la translación casi meditativa de olvidarnos de nosotros mismos y “vivir” el texto. Muchos adictos a la lectura reconocemos bien este estado, seguramente lo descubrimos de niños y ha sido el verdadero metaverso que nos ha salvado de dolores y sin sabores, un lugar donde encontramos pistas para leer esa otra gran trama en que vivimos. Pero no quiero romantizar, sólo quiero poner el tema sobre la mesa para, quizás ir calmando mis terrores.
Cotidianamente me toca interactuar con jóvenes universitarios y noto dos cosas, una falta de análisis en profundidad sobre lo que leen y una tendencia a ideologizar su pensamiento. Ambos comportamientos, en mi opinión, proceden de la velocidad de procesamiento de información y de la búsqueda del cerebro por economizar energía, la pantalla difícilmente permite ese estado de flow que la psicología positiva empata con esa idea de una lectura transitiva o que el mindfulnes se robó del estado meditativo de las filosofías orientales. Digámoslo de otro modo, no es lo mismo tragar que digerir. Todo veredicto superficial se anda por las ramas sin internarse en detalles que podrían cambiar el juicio y el pensamiento; del mismo modo, todo dogmatismo o fanatismo es equivale a un kit para llevar, alguien ya dictó sentencias, emitió juicios, me los pongo de chaleco y voy a salvo por la mar. Pondré un ejemplo del que no había querido ni hablar.
Espectáculo es el monstruo que se traga a fantasía y ¿a realidad?
Sabemos que la agenda la maneja el espectáculo, Portman lo dijo, Vargas Llosa también y Huxley prototipó el presente. Es descorazonador que temas como el escándalo de Will Smith o de Amber y Depp nos tengan tan preocupados que les damos prioridad sobre la guerra de Ucrania, o los terribles problemas de género que vivimos en México. Es en ellos donde se nota el pensamiento para llevar de la ideología fácil y los comportamiento rancios. Espetando argumentos feministas o de inclusión, se dicta sentencia al margen de la sentencia. Los que están de un lado u otro, manejan el tema para apuntalar sus prejuicios. La verdad de todos estos entuertos es que las víctimas somos nosotros y el gran ganador es el espectáculo. No creo que ningún feminista (incluyo todos los géneros de la paleta porque ser feminista es un modo de pensar y vivir) se puede sentir representado con estas dos parejas que venden su intimidad al mejor de los medios. Seguro mientras escribo ya hay el proyecto de biografías, series de televisión y hasta muñequitos de acción que dan bofetadas. La perversión de la verdad y la prostitución de la ficción es justo el mensaje del Black Mirror que entre sus guiones nos habló de un mundo de likes, de políticos cerdos, de seres humanos capaces de venderse o morir por el espectáculo; de un odio atroz capaz de ver al adversario como una cucaracha.
El arte ¿Puede salvarnos?
Volvamos a la lectura y al arte. Wolf se atreve a probarse a sí misma para descubrir que ella misma ha perdido atención a la hora de leer, finalmente después de ponerse a dieta de pantalla, afirma recuperar su condición de buena lectora. Haciendo el ejercicio me percato que, en efecto, he restado a mi tiempo de lectura literaria por la invasión de tweets y posts en diversos medios. Mi adicción a estas redes es también confesa y aunque no estoy de acuerdo en todo con Wolf (porque prefiero el e libro a la versión en papel en algunos casos, y cuando leo a profundidad logro no atender otros mensajes) sé que he cometido los suficientes Facebookisidio y tweetridículos impulsada por la hiperactividad de este vicio informativo. Al tiempo que leo a Wolf (aún no termino, ya les contaré) me topo con una entrevista de mi amigo el pesimista de Byung-Chul Han (él no sabe que es mi amigo) en la que afirma que el arte puede salvarnos. Adjudica a que “El torrente de tiempo acelerado sin narrativa está desorientando nuestra sociedad y fragmentando la comunidad”. Y es aquí donde me surge otro tema que considero importante, si el vínculo de la lectura a profundidad nos permite pensar mejor ¿No será que la calidad y frecuencia de nuestros diálogos comunes también?
Arte = comunidad
Dialogar a fondo, discrepar y discutir sin miedo, sin temas tabú o censuras más allá de la cortesía son el punto de encuentro de lo social, la cita obligada del arte; para qué leo si no lo converso; para que miro si no lo ratifico. Pero al hablar de arte hablamos de la ritualización compartida en torno a un objeto artístico y no esa confusa hechicera que se quiere robar la realidad haciendo de ella un reality show. La fórmula parece muy vendedora: me aprovecho de un escándalo entre celebridades, la televiso, la atomizo en artículos, tweets y redes, la hago serie o documental en streaming, si da para apantallar, la hacemos cine y con esos episodios cubrimos la soledad y el desconcierto. Me gusta esta frases de Han.
La verdad, el proveedor de significado y orientación, también es una narrativa. Estamos muy bien informados, pero de alguna manera no podemos orientarnos. La informatización de la realidad conduce a su atomización, esferas separadas de lo que se cree que es verdad…Es posible que el arte esté más cerca del corazón de la creación que de la filosofía. Por lo tanto, es capaz de dejar que comience algo completamente nuevo. La revolución puede comenzar con tan poco como un color inaudito, un sonido inaudito².
La revolución comienza entonces con tomar de nuevo un libro y dejarse perder por sus páginas, sin interrupciones; en acudir al café y permitir el debate, la discrepancia, en reconocer los propios vicios y los cuentos que nos contamos. Por lo pronto regreso con Wolf y con Han para que me sigan educando.
¹ https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.1718793115
² https://www.noemamag.com/all-that-is-solid-melts-into-information
Autor
Maestra en Letras Modernas por la Universidad Iberoamericana y profesora del ITESM, campus Toluca
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