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jueves 19 septiembre 2024

La reina Isabel II y la nostalgia imperial

por María Cristina Rosas

Elizabeth Alexandra Mary II ha sido la soberana más famosa en el siglo XX y en lo que va del nuevo siglo. Nacida el 21 de abril de 1926 en Londres, ascendió al trono a los 25 años, en 1952, tras la muerte de su padre el rey Jorge VI, permaneciendo en el cargo por 70 años hasta su deceso el 8 de septiembre pasado. Se trata de una figura icónica cuya efigie figura en los billetes y monedas de diversos países, comenzando por su natal Reino Unido. A lo largo de su reinado tuvo 30 corgis de 14 generaciones distintas como mascotas. Más allá de ello, la soberana presenció el ascenso y/o descenso de figuras tan icónicas en la historia británica como Winston Churchill, Anthony Eden, Harold Wilson, Margaret Thatcher, Tony Blair, Theresa May, Boris Johnson e incluso recibió, dos días antes de morir, a la flamante nueva Primera Ministra, Liz Truss. Cuando sucedió a su padre, Isabel II se enfrentó al declive acelerado de la Gran Bretaña como potencia mundial -para ese momento India y Pakistán ya no pertenecían al imperio-, que, si bien se manifestó desde el fin de la primera guerra mundial, se concretó tras la segunda gran conflagración no sólo por el enorme esfuerzo bélico realizado, sino de cara a los procesos de independencia de diversos dominios coloniales del otrora poderoso Imperio Británico. En el momento de su asunción fue la soberana de 34 territorios, en tanto, hasta el momento de su defunción era la Jefa de Estado de 15.

Su partida se produce en medio de una de las peores crisis económicas que aquejan al Reino Unido, más una debacle política que ha llevado a que en seis años hayan desfilado cuatro primeros ministros. En el otrora Imperio Británico el tránsito al republicanismo de numerosas ex colonias británicas ha sido la norma, siendo el caso más reciente el de Barbados, con lo que Comunidad Británica de Naciones (Commonwealth) podría debilitarse aún más. Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Granada, Jamaica, y San Cristóbal y Nieves parece que seguirán el camino de Barbados al encontrase estudiando la renuncia a reconocer la soberanía de la monarquía y su conversión en repúblicas. Con anterioridad Australia y Nueva Zelanda han debatido ese tema, si bien siguen considerando a la soberana o en este caso soberano británico como su Jefe de Estado. La monarquía británica es vista por los países referidos como el símbolo del colonialismo, si bien al convertirse en repúblicas no parece que cambiarían muchas cosas para ellos. En contraste, para la Casa de Windsor podría constituir un problema, sobre todo porque el sucesor de Isabel II, Carlos III, dista mucho se contar con la popularidad, el carisma y el consenso de su progenitora, lo que debilitaría el liderazgo, de un país que además recién decidió abandonar la membresía en la Unión Europea. Cuando el príncipe de Gales y la princesa Diana contrajeron nupcias, en Australia el apoyo a la monarquía estaba dividido. Luego de una visita que resultó en un recibimiento histórico por el carisma de Diana, el apoyo a la monarquía creció en varias decenas de puntos porcentuales. Hoy ese apoyo podría diluirse rápidamente.

Apuntes sobre el poder duro del Reino Unido

La familia real británica, es, posiblemente, la más mediatizada a nivel global. Ni las casa reales árabes, asiáticas, africanas u otras en Europa pueden rivalizar con los escándalos, como tampoco con la fascinación que produce en todas partes la Casa de Windsor. Ello ha dado pie a que la cultura popular haya retratado a la familia real, comenzando con la propia reina Isabel II, pero también a miembros prominentes de la misma como el rey Jorge VI, la princesa Diana de Gales y la princesa Margaret, para citar sólo algunos casos. Películas y series de televisión han evocado a la reina Isabel II en distintas etapas de su vida y de cara a los desafíos más diversos.

La monarquía británica es un elemento muy importante del poder suave del Reino Unido. El poder suave seduce, copta, hace que los demás -los destinatarios- ambicionen ser o tener lo que es o posee el emisor. El poder suave se propone ganar las mentes y los corazones de los demás a través la diplomacia, el liderazgo pacífico, la buena reputación, la solidaridad y empatía, la cultura, la educación, las instituciones, la ideología, la historia, la ciencia, el éxito y todo aquello que influya sin presentarse como acto coercitivo. No debe sorprender entonces que en los índices de poder suave de Brand Finance correspondientes a 2022, el Reino Unido aparece en el segundo lugar, sólo superado por Estados Unidos. 

Al igual que el poder duro, el poder suave es más eficaz en las relaciones internacionales mientras mejor se proyecte hacia el exterior y ambos pueden acompañarse y, de hecho, lo hacen continuamente. El Reino Unido es la octava economía mundial; es potencia nuclear desde 1952; posee un asiento como miembro permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; y es miembro prominente de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Se ha involucrado en múltiples conflictos armados sobre todo tras el fin de la segunda guerra mundial, incluyendo su intervención en Afganistán (1944-1947); la guerra civil en Grecia (1944-1948); la revolución nacional indonesia (1945-1949); la emergencia malaya (1948-1960); la Guerra de Corea (1950-1953); la Guerra Anglo-Egipcia (1951-1952); la crisis de Chipre (1955-1959); la crisis del Canal de Suez (1956-1957); el conflicto entre Malasia e Indonesia (1963-1966); la crisis de Adén en Yemen (1963-1967); el conflicto en Irlanda del Norte (1968-1998); las guerras del bacalao con Islandia (1958-1961; 1972-1973; 1975-1976); la Guerra de Malvinas (1982); la Guerra del Golfo Pérsico (1990-1991); la Guerra de Bosnia (1992-1995); la Operación Zorro del Desierto  en Irak (1998); la Guerra de Kosovo (1998-1999); la Guerra civil en Sierra Leona (2000-2002); la Guerra en Irak (2003-2009); la Guerra en Afganistán (2001-2021); la primera Guerra Civil en Libia (2011); la Operación Sombreador contra Daesh (2014 a la fecha); y la crisis del Golfo Pérsico (2019-2021), por citar sólo algunos. A ello hay que añadir que según el Instituto Internacional de Estocolmo de Investigación para la Paz (SIPRI), el Reino Unido se ubicaba en 2021 en el cuarto lugar mundial por su presupuesto militar, sólo superado por Estados Unidos, la República Popular China (RP China) e India y por encima de Rusia -aunque esto seguramente cambiará por la operación militar especial de Moscú en Ucrania que comenzó en febrero pasado. En el índice global de poder de fuego, los británicos se ubican en la octava posición mundial, detrás de Estados Unidos, Rusia, la RP China, India, Japón, Corea del Sur y Francia. En la OTAN, como se observa en el gráfico anexo, ocupa la segunda posición entre los principales presupuestos de defensa, sólo detrás de Estados Unidos. Así, el Reino Unido es el responsable del 3. 2 por ciento del gasto militar mundial. Por si fuera poco, en enero de 2021, el entonces Primer Ministro británico Boris Johnson anunció que el país incrementaría su stock de armas nucleares en un 60 por ciento. Con semejante belicosidad, el país europeo requiere claramente del poder suave para mitigar la imagen guerrera y hostil que proyecta hacia el mundo.

La diplomacia pública y el poder suave británicos

El poder suave británico, hay que reconocerlo, es abundante y exitoso. Antes de ejemplificarlo, vale la pena revisar a la diplomacia pública, como un componente central de las narrativas con las que el Reino Unido se conecta con las sociedades del mundo, incluso de cara a las situaciones internas e internacionales más controvertidas. La diplomacia pública de Londres está encaminada a dar a conocer y presentar la postura del país en torno a los asuntos internacionales -e incluso domésticos- pero buscando influir positivamente en las percepciones que el mundo tiene en torno al emisor. La diplomacia pública no sólo contempla a la diplomacia tradicional, sino que, por estar dirigida mayormente a un público más amplio, más allá de gobiernos, pone énfasis en la comunicación y tiene como prioridades mostrar coherencia, transparencia y eficacia en el exterior; promover y proyectar los valores e intereses británicos; colocar a los ciudadanos en el centro de la política exterior; y proyectar al Reino Unido como un país a la vanguardia.

El Reino Unido cuenta con numerosos elementos de poder suave para esa diplomacia pública: eventos deportivos como Wimbledon, la Liga Premier, y personalidades del deporte como Lewis Hamilton, Mo Farah, Steve Redgrave, Bobby Moore, Wayne Rooney, vienen a la mente. Los Juegos Olímpicos de 1948 y de 2012, ambos celebrados en Londres, fueron un escaparate para que el Reino Unido ganara las mentes y los corazones del mundo, difundiendo un mensaje e imagen a favor de la paz y la cooperación. En particular, en Londres 2012 se recuerda el pasaje en que James Bond (Daniel Craig) irrumpe en el Palacio de Buckingham para acompañar a la reina Isabel II en helicóptero al Estadio Olímpico de Londres, para que, posteriormente se le diera la bienvenida en dicho estadio a la soberana en medio de una memorable ovación como antesala a la inauguración de tan importante justa deportiva. En Juegos Olímpicos, por cierto, el Reino Unido ha obtenido 919 preseas, 288 de oro, 316 de plata y 315 de bronce, lo que lo ubica en el tercer lugar entre los países más galardonados, sólo superado por Estados Unidos y URSS/Rusia. No se puede dejar de lado a los Juegos Olímpicos de la Commowealth, que le permiten al Reino Unido estrechar los lazos con sus ex colonias. Los XXII Juegos Olímpicos de la Commonwealth se celebraron del 28 de julio al 8 de agosto del presente año y fueron inaugurados no por la reina Isabel II -presumiblemente por su estado de salud- sino por el entonces príncipe heredero Carlos de Gales.

Otros ejemplos del poder suave británico incluyen su industria cinematográfica y eventos como el BAFTA, que son tan fastuosos y exitosos como en Estados Unidos. ¿Cuántas celebridades británicas no han hecho carrera en Hollywood o bien ahí y en su natal Reino Unido? Se puede comenzar con Charles Chaplin, pasando por Lawrence Olivier, Anthony Hopkins, Emma Thompson, Alec Guiness, David Niven, Audrey Hepburn, Paul Scofield, Sean Connery, Pierce Brosnan, Maggie Smith, Judi Dench, Ian McKellen, James Corden, Colin Firth, Sam Mendes, Gary Oldman, Kenneth Branagh, etcétera. Numerosas películas dedicadas a la realeza británica en distintas etapas de su historia han hecho las delicias de las audiencias en todo el mundo trátese de personajes como Enrique VIII, la reina Isabel, etcétera. ¿Y qué decir de la música con The Beatles, Queen, Rolling Stones, Spice Girls, Sarah Brightman, Sting, Andrew Lloyd Weber, Tim Rice, Elaine Page, Elton John, entre muchísimas otras estrellas británicas que han conquistado al mundo con su arte?

Además del cine y la música, la cultura británica tiene una reconocida exposición a través de sus museos, entre los que el Museo Británico ocupa un lugar especial a escala planetaria, sin dejar de lado al Museo Madame Tussauds en su sede central de Londres, donde recrea en cera a grandes figuras de la historia británica y mundial. El Consejo Británico, responsable de la cooperación cultural y de promover la enseñanza del inglés a través de sus numerosas sedes en el mundo -en México fue establecido en 1943-, permite el diálogo entre el Reino Unido y las audiencias internacionales desde el ámbito educativo y otros. Siguiendo con la educación, el Reino Unido cuenta con algunas de las universidades más prestigiadas del planeta las que han graduado a miles de estudiantes de todo el mundo. La BBC, que está por cumplir 100 años de existencia, es otro elemento central en el poder suave británico, dado que, como servicio público financiado por los contribuyentes tradicionalmente vía los impuestos por la tenencia de televisores en el hogar y por la venta de servicios comerciales, ha contribuido a la unidad nacional en los momentos más álgidos de la historia británica en el siglo XX y en la actualidad. Es un elemento central en la vida y la cultura británicas y en la difusión de esos valores al mundo. Baste mencionar que el manejo de la información acerca de la salud de la reina Isabel II y la divulgación de su deceso recayó en la BBC luego de una preparación de años para dar a conocer, de manera “ordenada”, la terrible noticia.

Londres es la octava ciudad más visitada del mundo según el estudio de Euromonitor correspondiente a 2022. Ciertamente el Reino Unido lo pasó muy mal durante la pandemia del SARSCoV2 pero esta crisis llevó a enfatizar mejoras en el sistema de transporte público, seis aeropuertos comerciales e impulsar y reforzar su enorme oferta cultural, recreativa y como se indicaba, educativa. Bajó tres escaños respecto a 2021 pero seguramente se recuperará.

La importancia de Isabel II en el poder suave británico

La cereza en el menú del poder suave británico es la Casa de Windsor, pero, especialmente, la reina Isabel II, figura que exaltó la unidad nacional -por más disenso y soberanismo que existan en Escocia, Gales, Irlanda u otras partes- y que ha marca-país del Reino Unido en el mundo, no sólo como soberana reconocida, como se explicaba, de 15 países, sino por la fascinación que ha generado su historia, su longevidad, su actitud ante los momentos más embarazosos de la casa real y también ante las controversias de la política nacional e internacional de su país. En el momento de su deceso contaba con un índice de aprobación del 75 por ciento, en contraste con el hoy rey Carlos III, con apenas 44 por ciento, por debajo incluso del príncipe Guillermo con 66 por ciento.

Isabel II a lo largo de sus 70 años, fue la soberana de un imperio en decadencia. Los años de esplendor correspondieron a sus antecesores. A ella le correspondió manejar con prudencia y dignidad al imperio que ya fue pero que no lo será más. Con todo, por más que el Imperio Británico no sea ni la sombra de aquel poder inmenso existente a principios del siglo XX, la Casa de Windsor se las ha arreglado para fungir, en muchos momentos, como una monarquía acaparadora de los reflectores de manera que la población dejara de mirar a las crisis económicas y políticas que ha vivido el país. Considerando el largo período en que reinó Isabel II, gran parte de los conflictos armados señalados anteriormente, ocurrieron bajo su gestión. La reina casi siempre se abstuvo de emitir opiniones políticas -y esa es una regla de oro en la casa real- y alguna vez cuando se le interrogó sobre el tema, el periodista responsable fue duramente criticado y reprendido por sus compañeros de profesión y por la opinión pública. Era mal visto poner en aprietos a la reina con preguntas incómodas. 

Aun así, los escándalos de la realeza británica bajo el largo reinado de Isabel II, han fungido como una formidable “distracción benigna” a los ojos de la opinión pública nacional e internacional en momentos en que los temas más torales para la vida económica y política del país no marchan. A continuación, un lisado muy apretado sobre algunos de los momentos más controvertidos que vivió la reina Isabel II durante su larga estancia en el trono. Para empezar hay que citar a su esposo, el Príncipe Felipe de Edimburgo, conocido por sus infidelidades pero también motivo de controversia por la cercanía de su familia con la Alemania nazi. En una entrevista en 2006 habló del pasado nazi de sus hermanas, casadas con aristócratas alemanes que devinieron en figuras prominentes del nazismo, pero insistió en que ni él ni nadie de su familia era antisemita. Tal vez no, pero en cierta ocasión hizo un comentario racista que cayó muy mal “si permaneces mucho tiempo en China, terminarás con los ojos rasgados”, dijo el príncipe consorte. 

Harry, hijo de Diana, nieto de Isabel II, antes de romper con la casa real británica y de casarse con la controvertida Meghan Markle, tuvo una vida de excesos marcada por el alcohol y el consumo de estupefacientes. Parece que sentó cabeza al casarse pero cuentan varias biografías y revistas del corazón que el joven Harry es manipulado por su mujer quien explota mucho el que no sea el Duque de Sussex quien se encuentre en la primera línea de sucesión al trono -de hecho, sí figura, pero ocupa el quinto lugar en la línea de sucesión-, lo que ha fomentado el distanciamiento con su hermano Guillermo. Meghan alega discriminación de la casa real en su contra y comentarios racistas de parte la ahora occisa reina Isabel II. Como sea, esta episodio de la Casa Real ha servido para mitigar la atención de la población a las consecuencias del retiro de la Gran Bretaña de la integración europea y a los estragos de la pandemia provocada por el SARSCoV2. Las audiencias británicas y extranjeras no querían perderse el desenlace de la crisis Harry-Meghan -digno de los mejores culebrones televisivos- que terminó con la decisión de la pareja de irse a vivir a Estados Unidos poniendo tierra, o más bien, mar de por medio. Cuando ambos aparecieron en el programa de Oprah en marzo de 2021 y hablaron de cómo Meghan pensó en el suicidio durante su estancia en el seno de la familia real; del color de su piel y el de su descendencia -que aparentemente era un temor en la Casa de Windsor; de las tensiones entre Harry y su padre, el ahora rey Carlos III; el retiro del apoyo financiero por parte de la casa real; y para rematar la descripción que hizo Harry de su hermano Guillermo y su padre como personajes “atrapados”, hicieron las delicias del morbo popular. Claro que no se puede dejar de lado que Meghan estudió muy bien aquella célebre entrevista de la princesa Diana de Gales para la BBC en 1995 en la que literalmente destrozó a la familia real británica. En ella, Diana habló de las infidelidades de su esposo con Camila Bowles –“nuestro matrimonio fue una unión de tres personas por lo que estábamos muy apretados”, sentenció. Y también habló de intentos suicidas, de su bulimia y de los maltratos hacia su persona por parte de la casa real. Claro que Meghan no es Diana, pero esa es otra historia. En cualquier caso, a pesar de los dimes y diretes de Harry y Meghan con Oprah, no dejaron de asistir al Castillo de Balmoral ante el deceso de la reina Isabel II.

Y a propósito de Diana, figura icónica que contrajo nupcias con el entonces príncipe de Gales en 1981 en la llamada “boda del siglo”, su infelicidad ha sido motivo de películas, series y decenas de libros, además de la ya citada entrevista con la BBC de 1995. Se han dicho y escrito tantas cosas que nombrarlas sería reiterativo, si bien es menester recordar la enorme popularidad de la princesa y los visibles celos que despertó ello en su marido, quien no quería repetir la historia de sus padres, con una reina Isabel II al mando y el príncipe Felipe como consorte con roles muy acotados. Diana en cierta forma fue un destello de cambio en una institución tradicional y vista por muchos como inútil. La diferencia de edad entre ella y Carlos le pasaron factura a la relación. De hecho Carlos alguna vez mencionó que él no quería casarse con Diana y que fue su padre quien lo obligó a hacerlo. El objetivo era la procreación de un heredero al trono, el príncipe Guillermo. Harry vino después, si bien la paternidad del segundo hijo se especula que habría podido ser del instructor ecuestre de Diana, James Hewitt, con quien ella misma reconoció haber sido infiel. Tras el divorcio de Diana y Carlos, ella continuó con una enorme visibilidad gracias a su filantropía, si bien el fatídico accidente en que perdió la vida en 1997, no puso fin a su mala relación con la casa real. Si bien se llevó a cabo un fastuoso funeral que fue apoteósico, considerando la enorme cantidad de personas que en vallas esperaron el paso del cortejo fúnebre, sin dejar de lado los cientos de ramos de flores que las personas depositaron a las afueras del palacio de Buckingham, se sabe que la reina Isabel II tardó mucho en dar la cara ante la tragedia.

Sobre Camila y Carlos hay una larga historia que sin dida ha jugado un papel determinante en la imagen pública del ahora rey. La filtración de grabaciones de una conversación de Carlos y Camila en los tiempos en que él estaba casado con Diana, y donde él afirmó que “quería ser el Tampax de Camila” (sic) generó disgusto incluso en la propia casa real. La infidelidad del príncipe teniendo una carismática esposa con quien únicamente buscó generar la descendencia necesaria para asegurar la línea de sucesión al trono inglés están presentes en la memoria de los británicos de las generaciones de los baby boomers y la X y Y, lo cual no es menos importante en un Reino Unido con una población que envejece y donde uno de cada cinco habitantes es mayor de 64 años. Es decir que quienes presenciaron el escandaloso matrimonio entre Diana y Carlos son personas a quienes les importa la realeza y su imagen por lo que les disgusta tener un rey con ese currículum.

No menos grave es el caso de otro hijo de Isabel II, el Príncipe Andrés duque de York, no sólo por su divorcio de Sarah Ferguson tras un matrimonio de 10 años (1986-1996), sino porque desarrolló una amistad con Jeffrey Epstein, empresario pederasta que dirigía una red de tráfico de menores y que fue condenado a prisión en Estados Unidos donde se suicidó en 2019. Entre los beneficiarios de la red de esclavas sexuales de Epstein figuraban prominentes figuras políticas, incluyendo a Donald Trump. Una menor de edad, Virginia Roberts fue obligada por Epstein a mantener relaciones sexuales con el príncipe Andrés y el escándalo llevó a que la Casa de Windsor negara el hecho pero también a que se prescindiera de la presencia del duque de York en los eventos oficiales de la casa real.

A propósito de Sarah Ferguson, ella también resultó afectada por la relación entre su marido y Epstein porque se especula que fue el pederasta quien ayudó a la princesa de York con sus problemas financieros. Pero otro escándalo la persiguió cuando, durante una visita a Turquía en 2008 filmó, sin permiso alguno a los niños en un orfanato del país. Las autoridades turcas emitieron una orden de aprensión contra Ferguson alegando que ella mintió sobre sus motivos para ingresar al país y que además incursionó en la vida privada de los infantes para denigrar al gobierno de Ankara. La querella llegó al punto de que Turquía pidió la extradición de Ferguson (ambas naciones tienen tratado de extracción) para juzgarla pero Londres se negó a cumplir con la petición alegando que en el reino Unido no era delito filmar a los niños huérfanos y por lo tanto, la querella no procedía.

La reina Isabel II, primer soberana en pagar impuestos a partir de 2017, a pesar de este noble gesto enfrentó el escándalo revelado en los Panama Papers en que se señala que había movido sus activos a paraísos fiscales como las Islas Caimán y Bermudas, reportando menos ingresos de los que realmente recibía. En conclusión, la familia real ha dado mucho de qué hablar, pero ello ha atraído las miradas de los británicos, mitigando los impactos de la crisis de 2008, del BREXIT, de la pandemia y de la crisis política.

¿Cómo será el reinado de Carlos III?

Por supuesto que nada de lo expuesto eclipsa los méritos de la reina Isabel II, por su longevidad, por su presencia en las horas más oscuras del país desde que ascendió al trono y por ser un referente que mantuvo al Reino Unido cohesionado y en el mapa mundial. Su sola presencia generaba la sensación de que todo iría bien, a pesar de que las evidencias apuntaran a lo contrario. En medio de los nubarrones, la reina aparecía como una roca firme, determinando el curso de acción a seguir producto de la enorme experiencia acumulada. 

Han sido muchas las celebridades que han caracterizado a la reina Isabel II en series de televisión y películas, entre ellas las galardonadas Emma Thomson, Helen Mirren y Olivia Colman. También se le ha visto en la película de los Minions y en las series Padre de familia y, por supuesto, en Los Simpson. En este último caso, en el episodio “Los monólogos de la reina”, la familia Simpson viaja a Inglaterra y es recibida por el Primer Ministro Tony Blair -con quien la Fox negoció durante ocho meses para concretar su participación- ante quien Homero, muy emocionado, exclama “¡Me quiero volver chango! Nos recibió Mister Bean.” Más tarde Homero renta un auto y se queda atrapado en una glorieta de la que finalmente sale de manera abrupta a toda velocidad para ingresar al Palacio de Buckingham y destruir el carruaje de la reina Isabel II que estaba a bordo. En el juicio que le siguió Homero pone en duda que se trate de la reina porque observa que en su asiento figuran las iniciales H. R. H (que significa su alteza real) y la reina enojada manda a que lo encierren a un calabozo. Al final la reina lo perdona siempre que regrese a Estados Unidos y se lleve a Madonna -en ese tiempo casada con el cineasta británico Guy Ritchie, pero que, presumiblemente no era una artista de la gracia de la corona británica. En otra ocasión, Krusty el payaso, quien viaja a Wimbledon, se sienta junto a la reina en el célebre torneo de tenis. Todo ello remite a su trascendencia también en la cultura popular.

Carlos III difícilmente podrá igualar el estatus icónico de su madre. No sólo llega al trono con una baja popularidad. Su tormentosa relación con Camila y con Diana y la percepción de que es un personaje débil, podrían llevar a que se plantee -ya se ha hecho en redes sociales- su abdicación al trono a favor de su hijo Guillermo de Gales. Un rey poco popular no le hace ningún favor a la unidad nacional y en cambio alimenta las causas soberanistas de Escocia e Irlanda del Norte, sin dejar de lado el impacto que ello tendrá en Gales. ¿Podría el Reino Unido fragmentarse? Isabel II tenía una estatura política y moral que congeló ese escenario, pero es de dudar que Carlos III pueda emular la hazaña de su progenitora. Asimismo, las comparaciones son odiosas y es inevitable que Carlos III enfrentará el escrutinio público frente al legado de la reina. También la visibilidad y exposición de Guillermo de Gales será mayor ahora y se verá si ello determina la suerte de su padre.

La monarquía, considerada por muchos como una institución innecesaria o bien un anacronismo político, ha dotado de identidad -más o menos- a un país crecientemente fragmentado y polarizado, por lo que un rey débil podría desencadenar la fractura del país

Como se comentaba, el Reino Unido no pasa por su mejor momento y ha vivido crisis económicas y políticas recurrentes y casi de manera simultánea se ha instalado en la jefatura de gobierno la conservadora Liz Truss, que tiene apenas un 22 por ciento de apoyo popular -muy por debajo del Presidente de Estados Unidos, lo cual ya es mucho decir. Si a la baja popularidad de Truss se suma la del rey Carlos III parecería que alguno de los dos tendrá que sacrificarse si es que las cosas siguen tan mal en la Gran Bretaña.

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