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Imagen: salon.com

En 2018, y a raíz del triunfo de Donad Trump, dos politólogos, Steven Levistky y Daniel Ziblatt, escribieron un libro titulado Cómo mueren las democracias. Un estudio comparativo sobre las llamadas “democracias iliberales”, aquellas que por vía democrática dan lugar a un demagogo que, aprovechando su cargo, empieza a minar la democracia vigente dentro de lo posible, para concentrar el poder y eventualmente permanecer en él indefinidamente. Una especie de anulación democrática de la democracia. Ejemplos recientes sobran, desde Putin, Erdogan, Chávez, Orban, Ortega y Morales, entre muchos otros. Se veía desde el inicio que Trump reunía esas características e intentaría concentrar el poder para realizar su proyecto nacional-supremacista.

De ahí el temor de estos autores de que Estados Unidos enfrentara una experiencia parecida a la de esas otras “democracias iliberales”. Algunos pocos líderes republicanos decidieron mejor apoyar a la candidata demócrata que poner en riesgo la democracia, lo que según ellos repercutiría negativamente contra su propio partido. Uno de ellos señaló: “Donald Trump es un peligro para nuestra democracia”.  Otro señaló: “Es hora de poner el país por encima del partido… Trump es demasiado peligroso”. Y un tercero advertía: “El futuro del país puede depender de impedir que Trump sea declarado presidente”. Pero la presencia y prestigio de estos líderes no fue suficiente para detener al demagogo. Los demás se plegaron a la línea del partido. Los autores aquilataron lo que ocurría ya con Trump en la presidencia y advirtieron: “Un país cuyo presidente ataca a la prensa, amenaza con meter a prisión a sus adversarios y declara que podría impugnar los resultados de las elecciones carece de credibilidad para propugnar la democracia” (p.239). Justo lo que ocurrió.

Y adelantaron también que el radicalismo de Trump podría llevar a su propio fracaso, con lo que su partido se terminaría por deslindar del presidente y los demócratas recobrarían la fuerza para retornar al poder. Pese a lo cual, advertían: “Aunque la presidencia de Trump acabe considerándose una aberración momentánea con un impacto moderado en nuestras instituciones, ponerle fin puede no ser suficiente para restaurar una democracia saludable… El presidente Trump y el trumpismo podría fracasar… pero su fracaso no serviría para estrechar el abismo entre partidos ni para revertir el declive de la tolerancia mutua y la contención” (p. 242).

Eso es justo la preocupación vigente hoy en día. Joe Biden hará lo necesario para restaurar esa fuerza institucional, cambiando el discurso de odio de Trump por uno de reconciliación y unidad. Eso ayudará, pero no necesariamente erradicará el riesgo de un retorno del trumpismo radical, más adelante, expresándose legal o ilegalmente, como se vio en el episodio del Capitolio. Para resistir el embate anti-democrático de Trump, recomendaban a la oposición (demócratas y disidentes) no incurrir en acciones ilegales o anti-institucionales, pues además de que probablemente fracasarían, minarían el apoyo y credibilidad frente a la ciudadanía. Varias experiencias recientes en otros países así lo sugerían.

Pero incluso si por vías ilícitas se logra desalojar al autócrata (o aspirante a serlo), lo que se logrará será debilitar la democracia misma, al grado de que quizá quede suspendida por cierto tiempo (o mucho tiempo). En cambio, “Si se derrota a Trump por la vía de las instituciones democráticas, dichas instituciones resultaran reforzadas” (p. 252). Los demócratas así lo hicieron, con éxito.

Evidentemente, la experiencia reciente norteamericana puede arrojar luz sobre lo que acontece en México y otros países. Pese a no ser idénticas las circunstancias, hay paralelismos muy obvios. Los acontecimientos políticos, incluso atípicos y poco convencionales, pueden ser detectados por quienes cuentan con el conocimiento, teórico, histórico, así como la visión política para detectar, por ejemplo, a los demagogos y autócratas en potencia a partir de su discurso, su personalidad y sus actos previos a la toma del poder. Así lo hicieron en el caso de Trump estos dos autores, y muchos más dentro y fuera de Estados Unidos.

@JACrespo1

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