Scorsese y Los infiltrados

Leonardo di Caprio es el protagonista de Los infiltrados, dirigida por Martin Scorsese.

En Madres paralelas (Almodóvar, 2021), Aitana Sánchez-Gijón interpreta a Teresa, quien explica haberse alejado de su hija, diciendo: “Tengo 47 años, y tenía que aprovechar la oportunidad de demostrar que no soy una intrusa, que soy actriz y que tengo talento”. La circunstancia del personaje en la historia y la actuación de Sánchez-Gijón sintetizan el drama de la validación: el deseo de reconocimiento sea por unos cuantos o por muchos, de la valía de lo que uno hace o cree distintivo de su persona. Parte del drama es que, en las cuestiones más significativas, los criterios no son evidentes, no se asemejan a una lista palomeable que dilucide con facilidad —e incontrovertiblemente— qué entra en cierto campo del arte y qué no. Con frecuencia, la manera en que se ejercita cierta capacidad, o posibilidad del medio, es más importante que la habilidad original o el carácter del recurso. Además, como en el dicho, “Ni están todos los que son, ni son todos los que están”: hay artistas genuinos que no alcanzan el reconocimiento social, o demoran en tenerlo; mientras que hay quienes lo experimentan con bases endebles o, incluso, inexistentes.

Jack Nicholson interpreta al mafioso Frank Costello en esta cinta de 2006.

La confusión se parece a la que sucede en Los infiltrados (2006), cinta de Martin Scorsese en que se entrecruzan las vidas de un agente que opera en la mafia para descubrir crímenes —Billy (Leonardo DiCaprio)— y de un mafioso que se hace pasar por leal integrante de las fuerzas del orden para advertir a los maleantes de acciones que llevarían a su captura, Colin (Matt Damon). En tarea de distinguir, al final de 2019, en entrevista con la revista británica Empire, Scorsese descalificó las películas de superhéroes expresando: “eso no es cine”. Ante la controversia, poco después el director escribió un ensayo para The New York Times en que anotaba: “No creo que sean cine”. La filmografía de Scorsese, y su cinefilia personal, son excelente ilustración del problema de qué es el cine y, con más precisión, de cuáles son sus realidades y potencialidades.

Los actores Alec Baldwin y Mark Wahlberg son parte del reparto de Los infiltrados.

La revisión del cine de Scorsese se ha vuelto posible en la Ciudad de México por un ciclo de la Cineteca Nacional, que desde su inicio ha ocupado el espacio de Clásicos en pantalla grande, proyecciones de fin de semana dedicadas a títulos notorios de antaño. Esta retrospectiva tiene historia en sí misma: comenzó antes de la pandemia y se interrumpió con La última tentación de Cristo (1988), proyectada el penúltimo fin de semana de marzo de 2020. El ciclo se retomó el 7 y 8 de mayo de 2022, repitiendo La última tentación de Cristo, con la posterior programación de un filme distinto cada fin de semana. El pasado sábado y domingo tocó su turno a Los infiltrados, que le ha valido su único Óscar como mejor director a Scorsese. Como he escrito en otro momento, hay quienes quisieran que la obtención de un premio —a pesar de la proliferación de galardones— fuese marca suficiente para encontrar una “buena” película. El entretenimiento y las emociones que, sin duda, ofrece la obra de Scorsese no dependen de premios, ni estos lo convierten, indisputablemente, en artista que explore las posibilidades del cine.

Los Rolling Stones. Shine a Light se proyectará en la Cineteca el 16 y 17 de julio de 2022.

Sería un error suponer que la distinción fundamental —si la hay— estaría entre un cine de arte contemplativo y un cine de entretenimiento narrativo. Los infiltrados, como otras cintas de Scorsese, se centra en contar una historia de forma tal que su complejidad no resulta desafío, sino herramienta para involucrar espectadores. En este filme, se dibujan personalidades, se juega con lo conocido por los personajes y el público; tampoco faltan gracejadas, como pedir jugo de arándano en una taberna de criminales. No deja de abordar temas que pueden considerarse cruciales: un personaje explica que hay estadounidenses que se unen a la policía sólo para lastimar personas negras y las autoridades violan la privacidad escudándose en legislación posterior al ataque terrorista contra las Torres Gemelas. Prescindir de, o reducir al máximo, la narración no convierte a una película en pieza de arte, empeñarse en la historia no es demérito, pero puede distraer de otras posibilidades del medio cinematográfico.

La isla siniestra se proyectará en la Cineteca el 23 y 24 de julio de 2022.

Con un elenco que incluye también a Jack Nicholson hay, por supuesto, otros elementos a tomar en cuenta. Uno de ellos es la notable capacidad histriónica de los involucrados, así como la destreza para lograr reunirlos y conseguir que funcionaran como piezas del mecanismo de precisión que son las cintas de Scorsese. Igualmente, aunque en este tiempo haya temor de escribirlo —sea por boberías como creer en la “belleza interior” o por alegatos sobre colonización desde la corrección política—, la historia de la relación de los públicos con el cine está hecha, en no poca medida, del deseo de ver personas rabiosamente atractivas, más bonitas que la mayoría de los seres humanos. El cine de Scorsese usa esta posibilidad del cine convencional —lo que la mayoría de la gente acepta como cine— sea a través de Vera Farmiga en Los infiltrados —con un personaje al filo de provocar el encuentro de los protagonistas—, de la recurrencia de DiCaprio en cintas recientes o, en El lobo de Wall Street (2013), por medio de Margot Robbie.

La invención de Hugo se proyectará en la Cineteca el 30 y 31 de julio de 2022.

La cinefilia llevó a Scorsese a fundar, en 1990, The Film Foundation, organización que ha promovido —con criterios históricos y artísticos— la restauración, preservación y difusión de cientos de películas de todo el mundo, así como actividades de cultura cinematográfica. En su filmografía, a través de las décadas, el director ha explorado casi sociológicamente el funcionamiento, al interior de su país, de grupos sociales, criminales y subnacionales, como los irlandeses en Pandillas de Nueva York (2002). En una faceta perspicaz de su cine, Scorsese ha planteado una contra épica de la construcción de Estados Unidos; en Los infiltrados, una ventana a la corrupción presente. Pero su abordaje permanece al típico nivel de Hollywood: es enunciativo, se limita a hacerse notar y ser registrado, no es crítica plena. Si se piensa en su trayectoria como cineasta, Scorsese tiene reconocimiento de millones de individuos alrededor del mundo, quienes disfrutan sus historias audiovisuales, producidas para ellos. Si se piensa en su vida, Martin Scorsese se ha cumplido en su inmersión en el cine de otros, en compartirlo y en su entrega a su cinefilia.

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