domingo 07 julio 2024

Sin palabras

por Tere Vale

Más allá de coincidencias o desacuerdos políticos debo decir, como psicóloga, que López Obrador tiene problemas de expresión verbal. Disprosodia patente por la incapacidad que presenta para pronunciar determinadas palabras que no forman parte de su limitado repertorio verbal. Más aún, sospecho que presenta también dificultades de conceptualización y eso es aún más preocupante. Sus problemas para ampliar su capacidad verbal, pronunciar correctamente y adquirir significados es evidente. Hace algunos días dio muestras de ambas afectaciones. En serio me preocupé.

Ya sabía que, de acuerdo con sus supuestas ingeniosidades matutinas, eso de no poder decir feminicidios (dice femenicidios) o confundir Tenochtitlán con Tenochitlan es ampliamente festejado por muchos de sus aplaudidores profesionales. Pero cuando no logró entender el concepto de Sororidad (entre otras palabras) y balbuceante dijo soloridad o sonoridad, con risitas burlonas y toda la cosa, me percaté de que estas alteraciones son cosa sería, con consecuencias para él y para todos sus gobernados. 

Llueve sobre mojado diría yo, en ocasiones anteriores se ha referido a eso que él llama lenguaje conservador que dice ha puesto de moda palabras como sororidad, empatía, resiliencia o cambio climático. Estuvo fuerte.

La neuropsicología ha demostrado desde el siglo XX que el lenguaje correlaciona con el desarrollo del pensamiento abstracto y cada palabra o simbolo gestual es la materia prima de la conceptualización.

Tal vez ha oído usted hablar de Helen Keller, esa mujer extraordinaria (Alabama USA, 1880-1968) que a consecuencia de una terrible enfermedad quedó ciega y sordomuda a los 19 meses de vida, y quien logró después de mucho esfuerzo convertirse en una escritora de mérito y un ejemplo de valentía para todos los que sufren una discapacidad.

¿Puede usted imaginarse la terrible soledad de un ser humano incapaz de oír, de ver, de expresarse, moviéndose en un mundo solitario, sin salidas al exterior un espíritu inquieto que no tiene forma de comunicarse con sus semejantes? 

A los 7 años, Helen fue confiada a una maestra excepcional, quien le enseñó el lenguaje de los sordomudos por el tacto, la lectura braille, la escritura, luego a escribir a máquina y, por último, como un milagro, a hablar. Su caso está considerado como un prodigio, pues parecía imposible que una niña condenada a tantas limitaciones por la falta total de desarrollo de sus sentidos, no sólo haya llegado a leer y escribir en su propio idioma, el inglés, sino además en alemán y francés. Y que incluso haya obtenido el grado de doctor en filosofía, letras y ciencias. Pensemos por un momento que todo esto lo logró con la ayuda de solo dos de los sentidos: el tacto y el olfato. Asombroso.

La hazaña que logró Helen Keller se debe a ella misma y a su maestra, Ann Sullivan, que logró rescatarla de una condición de incomunicación terrible y contribuir a hacer de ella una persona capaz e independiente. 

Ciega, sorda y muda, esta mujer no se consideraba a sí misma como una discapacitada. Decía con orgullo: “Yo no me considero una persona minusválida. Una persona está discapacitada cuando es incapaz de superar sus problemas”.

En resumen: sororidad fue lo que existió entre la Dra. Keller y su maestra quienes como mujeres se apoyaron y ayudaron por siempre. La maestra Sullivan sentía una profunda empatía por su alumna y este sentimiento le permitio ponerse en su lugar para poder sacarla adelante.

Y resiliencia, Sr. López Obrador, la que mostró está pequeñita de Alabama para aguantar y perseverar hasta que contra viento y marea resolvió su situación. .

En México, en estos tiempos difíciles, con sororidad, empatia y resiliencia, saldremos victoriosos, aunque usted no pueda ni siquiera pronunciar estas palabras. No nos hace falta.

También te puede interesar