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viernes 08 noviembre 2024

Qué personaje de Pooh eres y sabrán como manipularte

por Leo García

Hace unos días causó furor un curioso cuestionario, el “Test de Patología de Pooh”, ofrecido por los profesores Dra. Sarah E. Shea y Dr. Kevin Gordon, de la Universidad de Tulsa.

El planteamiento es interesante, en su hipótesis de trabajo exponen que cada personaje de la caricatura Winnie The Pooh puede ser directamente relacionado a un perfil de diagnóstico psiquiátrico. Así, mediante una serie de preguntas ofrecen formar una aproximación de quien toma el cuestionario y asociarlo al personaje del perfil que corresponda.

Christopher Robin, para esquizofrenia; Pooh, para Trastorno de Déficit de Atención; Piglet, para Ansiedad; Tigger para Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad; Conejo, para Trastorno Obsesivo Compulsivo, e Igor, para Depresión.

Hasta ahí puede sonar como cualquier otro de los muchísimos y frecuentes tests que aparecen por todo Internet. Expertos en la salud mental dudaron de la seriedad de semejante ejercicio, que realmente no se diferencia de tantos que se han vuelto habituales, pero es más bien por los usos que se le puede dar a la información que recolectan que vale la pena volver al tema. Y en algunos casos la información es especialmente valiosa.

Comercialización de datos

¿Para qué se pueden usar los datos recolectados por un test como el de Pooh? Este modelo ya no es solo para publicidad. Una de las actitudes cada vez más frecuentes que se observa de parte de los usuarios es dar por normal el modelo y razón no falta. Todo cuanto se hacen en el entorno digital con tan solo encender un dispositivo ya genera datos que son potencialmente comercializables.

Los datos por si mismos no sirven si no significan algo, es decir, si no se convierten en información. La información es una materia prima, un bien muy valioso de consumo para un mercado especifico.

Existen empresas especializadas en el mercado de la información, los data brockers, que la recolectan de distintas fuentes y luego comercializan el producto resultante de procesarla.

Los data brokers pueden recurrir a cualquier medio público o privado para recolectar la información que comercializan. Algunos recolectan o compran información especializada para complementarla desde distintas fuentes para obtener información de uso específico.

La información que se comercializa se cotiza mejor entre más especializados son los datos que la forman y más valioso el mercado en el que se puede aplicar la información producto resultante. Por ejemplo, la comercialización de datos médicos es especialmente valiosa por su uso para el cálculo de seguros de vida o de gastos médicos, estimación de demanda de atención médica en zonas específicas, datos censales, sólo por mencionar algunos pocos.

Para los brokers el recoveco legal que les permite operar, casi en todo el mundo, se basa en anonimizar la información que comercializan entregando extractos procesados con valor específico sobre segmentos de mercado. Aunque el origen pueda ser en algunos casos a partir de vulnerar la privacidad de los usuarios de los cuales se obtiene.

Manipulación vs. Libertad

La información recolectada y comercializada tiene un uso que se considera todavía menos ético: la manipulación social. Es un área gris que sigue en debate porque hay quienes consideran que precisamente de eso se trata la mercadotecnia al buscar convencer a una audiencia de consumir algún producto o servicio. Sin embargo, la mercadotecnia comercial no es la única forma de manipulación para la que se puede usar la información recolectada.

Otro de los usos, cada vez más frecuente, de la explotación de datos es el “marketing” político, que realmente es un eufemismo para la microsegmentación altamente georreferenciada de votantes.

Y tan es un mercado potencial la manipulación del comportamiento social con fines políticos que esa era la especialidad de Cambridge Analytica. Christopher Wylie, el antiguo empleado de Cambridge Analytica y ahora soplón, uno de los creadores del software Ripon, especialista en análisis de datos, en alguna entrevista mencionó que colocar en la mente de los votantes a un candidato en campaña era similar a comercializar un producto y ponerlo de moda.

La diferencia es que los datos permiten segmentar de maneras tan específicas y detalladas los mensajes que las campañas son efectivas como nunca antes se había podido. Los resultados saltan a la vista.

Y sin embargo, el cuestionamiento no es menor. Inducir de manera específica mensajes tan efectivos se hace más bien explotando los anhelos, deseos, aspiraciones, inconformidades, malestares, etc., de la audiencia formada por los votantes potenciales, y no las ideas, propuestas, virtudes o cualidades del candidato. Es decir, las campañas se basan en manipular los sesgos cognitivos de la audiencia, los votantes, de forma que los mensajes que reciban les resulten satisfactorios y convincentes, aunque sea mediante abiertas y descaradas mentiras. Todo dicho de manera altamente segmentada.

La segmentación de campañas se considera una forma de manipulación social que va en contra del libre ejercicio, responsable y consiente de los derechos políticos electorales y es uno de los motivos por los que hoy se buscan las formas éticas de contener un modelo que, para colmo, es uno de los grandes pilares económicos que sostienen a las empresas de tecnología.

Así, se sigue confirmando que las empresas de tecnología ofrecen servicios que no son gratis, sino todo lo contrario, es una industria inmensa que produce muchísimo dinero donde el usuario les provee el principal activo monetizable en forma de un recurso inagotable, aun en contra de su propia libertad y derechos.

Hagamos red, sigamos conectados.

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