Tiranía o patria libre

La circulación de vehículos fue clausurada en un amplio perímetro alrededor del Zócalo de la Ciudad de México. Lejos de desestimular a quienes acudíamos a la concentración por la defensa de la democracia, la medida nos reforzó el ánimo. Me tocó ver, incluso, a personas de edad avanzada con bastón o en silla de ruedas trasladarse a la plaza mayor con una sonrisa.

Qué emotivo estar entre cientos de miles de ciudadanas y ciudadanos, de todos los estratos sociales, casi todos sin militancia partidaria, con un objetivo común: no permitir el descuartizamiento del INE, decirles a los ministros de la Suprema Corte que confiamos en su comprensión del grave momento que vive el país y en su compromiso con el Estado de derecho.

Cientos de miles en la Ciudad de México, decenas de miles en más de 100 ciudades del país, Estados Unidos y Europa. El Presidente prometió alguna vez que si una manifestación en su contra conjuntaba a 100,000 personas él renunciaría al cargo. Pero los manifestantes no nos dirigimos a él —sabemos que su autoritarismo y su feroz resentimiento le impiden escuchar razones—, sino a los ministros del máximo tribunal del país.

La reacción del Presidente a las manifestaciones ha sido, como tantas otras, el escupitajo de la calumnia. Dolido hasta la médula por el éxito de la convocatoria al rechazo a su plan B de reforma electoral, en una actitud propia de la KGB soviética o de los servicios de espionaje del régimen cubano al que tanto admira, exhibió fotos de los rostros de convocantes acusándolos, increíblemente, de corruptos, cómplices de la formación de un narcoestado, mapaches electorales, ladrones de cuello blanco.

¿Corruptos, ladrones, mapaches electorales, colaboradores en la formación de un narcoestado María Amparo Casar, José Woldenberg, Gustavo de Hoyos, Jorge Castañeda, Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze o Claudio X. González, entre otros satanizados? Una acusación delirante cuyos elementos de juicio el Presidente no señaló sencillamente porque no existen. Se trata de intelectuales o empresarios destacados a los que el titular del Poder Ejecutivo aborrece por un motivo que para él es más que suficiente: han sido críticos de sus decisiones y sus actos.

Ése es el peor pecado a juicio del Presidente porque él es —así lo han ungido sus legisladores, cuya función es aprobar las iniciativas presidenciales sin cambiares una sola coma y acusar de traidores a la patria a quienes osan votar en contra— la encarnación de la patria, la nación y el pueblo. Al Presidente sólo le merecen aprecio quienes aplauden todas sus determinaciones y sus injurias.

Claro que entre sus incondicionales hay gente finísima. ¿O no lo son, por ejemplo, los inquisidores que congelan cuentas para amedrantar o ejercen acciones penales para satisfacer bajas pasiones, la exalcaldesa que se agandalló el 10% de los salarios de los trabajadores del municipio que gobernaba, el aspirante a gobernador acusado por varias mujeres de violación y otras agresiones sexuales, la ministra que plagió sus tesis de licenciatura y doctorado, el señalado como acosador sexual a quien el gobierno de Panamá rechazó como embajador, el líder del partido oficial que denunció penalmente a los diputados que votaron contra una iniciativa del caudillo, el dirigente sindical al que mineros acusan de haberse robado 55 millones de dólares, los conseguidores de cash?

El Presidente exhibió las fotos sólo de algunos de los convocantes a la concentración. No hubiera sido fácil exhibir las de los cientos de miles que desbordamos el Zócalo y las plazas de más de 100 ciudades del país y el extranjero. ¿A todos nos considera mapaches, ladrones, corruptos? Por cierto, nunca ha denominado con semejante rabia a los delincuentes que secuestran, extorsionan y matan impunemente.

Un momento crucial para el país. Tiranía o una patria libre, advierte Pablo Hiriart (El Financiero, 27 de febrero). Es hora de tomar partido no por una agrupación política, sino por una de esas opciones. La pasividad favorece a la primera. Ante la presión atosigante a que los somete el Presidente, es preciso hacerles ver a los ministros de la Corte que no estarán solos si cumplen con su tarea de hacer respetar la Constitución.


Este artículo fue publicado en Excélsior el 02 de marzo de 2023. Agradecemos a Luis de la Barreda Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.

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