Por Mónica Ogaz
“Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja. Había venido como un ladrón en la noche”.
Edgar Allan Poe
Pues pensábamos que el coronavirus no era nada, una simple gripa y ya está. Poco a poco la antigua idea de una “peste” se volvió real. Soy la mexicana que vino a Florencia a estudiar, y me casé, con un italiano, con el arte, con la propia ciudad. Una versión distinta de la telenovela que veía mi madre cuando era joven. Soy directora académica de una escuela de arte en el corazón de Florencia, un verdadero sueño hecho realidad.
Hace dos años abrimos una escuela en China donde mandamos a nuestros maestros de la Accademia D’Arte, cuando empezamos a ver la situación allá lo primero que pensamos fue tenemos que regresarlos a casa.
Y así fue, llegaron a “casa”, lo que no imaginábamos es que “casa” se pondría igual que China. Primero fue en el norte, muertos, contagiados, solo viejitos o personas con otras dificultades, pero aún así el problema comenzaba a acariciarnos. Esa mano oscura fue bajando y se tornó más severa, así como un terrible manotazo, la siento sobre mi casa, mi escuela, mis niños, mi bella Florencia.
Todo empezó con discretas cancelaciones, gente que no quería venir a Italia, y pensábamos ¡qué exageración! Pero seguíamos adelante, hasta que poco a poco esta turbulenta ciudad siempre llena de turistas se fue vaciando. Se me llenan las lágrimas de ver este pueblo fantasma quizás como la fantasía torcida de un turista que nunca logra verla desnuda.
Ayer tuvimos que cerrar mi escuela, la escuela de mis hijos cerró unos días antes. No logro sacar de mi mente el desfile de mis alumnos subiendo al avión para volver a casa y acaso me pregunto lo mismo que cuando trajimos a los maestros de vuelta ¿Será su casa segura?¿Por cuánto tiempo?
Ayer fue un día difícil, veía que todo el trabajo de un año se frenaba. Gente triste que se despedía sin podernos abrazar, claro porque esas son las nuevas leyes que debemos respetar, no nos podemos abrazar, tocar, debemos dejar un metro de distancia entre las personas, tratar de trabajar desde casa, los restaurantes cierran a las 18:00, pero nadie va, museos, cines, teatros, bibliotecas todo cerrado. Y este corazón que late por cada uno de mis alumnos a los que no puedo ni despedir con una palmada. Nos lavamos las manos hasta que duele. Desinfectarlo todo es una rutina de esta triste cuarentena, desconfiamos de nuestras manos, de nuestros vecinos, de nuestros viejos utensilios. Nada de escuelas, parques, ni movimientos; no sé puede viajar de una ciudad a otra si no se tiene un motivo de peso y una certificación para ello. Los vuelos se cancelan y nos vamos quedando aislados, así, encerrados como el Príncipe Próspero encerrado en “su abadía fortificada. Era ésta de amplia y magnífica construcción”.
Podemos salir al super, o a correr, basta con hacerlo solos. Los niños no pueden ver a otros niños porque son portadores sanos y pueden llevar el contagio, por eso cerraron las escuelas, antes que nada.
Y así está mi bella Florencia, asustada, esta hermosa ciudad por donde no puedes caminar entre los miles de grupos que toman fotos todo el tiempo y todos miran hacia arriba; hoy no hay nadie. Los florentinos, yo lo soy de adopción y corazón nos miramos con cara de desolación ¿cuándo acabará este encierro?
Si escuchan toser a alguien, como a mí que tengo una tos que no se va, te miran asustados. Aunque no queramos el miedo se respira, el miedo nos va ganando la partida. Las tiendas cierran y esta ciudad que vive del turismo se hunde entre el pánico, las deudas y el silencio.
Tenemos confianza en los médicos el sistema sanitario de Italia es sin duda uno de los mejores del mundo, pero hoy no es ese el problema, el problema son los números, si todos nos contagiamos y los hospitales colapsan, que es lo que ya comienza a pasar en el norte, ¿qué nos depara este virus?
Estamos esperando, es como si estuviéramos en pausa, no es fácil estar en pausa cuando te sientes obligado a estarlo, este texto es mi alternativa, un momento de introspección.
Algo bueno de esto es que estamos más unidos, hemos recobrado la conciencia y la preocupación por el otro, nos unimos y nos cuidamos. Cada persona que encuentras, hasta los desconocidos tenemos un tema de qué hablar, un consejo de buena voluntad.
Hoy encontré un peluquero que tiene su negocio frente a mi casa, llevaba días sin venir, me habían dicho que tenía fiebre, eso es lo peor que puedes escuchar fiebre + tos, me dio gusto verlo y cuando le pregunte cómo estaba se puso tan contento que me lo agradeció como tres veces.
Por hoy toca ir más lento, pensar en las cosas que tenemos, agradecer la salud y pensar en nuestra comunidad que hoy nos necesita. Los italianos son pesimistas de primera impresión, pero en el fondo sé que es un país tan hermoso como su gente y sé que va a lograr levantarse y salir de este hoyo.
Florencia es belleza, es arte, es historia y estoy segura de que regresaremos con más ganas que antes. Pero hoy le toca a mi casa original, a mi México pensar que la “La muerte roja ha entrado en palacio” comienza como una caricia…
Mónica Ogaz se graduó en pintura en la Accademia di belle arti di Firenze. Estudio ArteTerapia Gestalt en el Instituto Gestalt de Bologna. Trabaja como directora académica en la Accademia AdA de Florencia, da cursos de Gestalt y Arte – Pintura Intuitiva. También es mamá de dos chamacos loquitos.