Desde hace varios días se creó en redes sociales una iniciativa con la etiqueta Vibra México; se trata de una convocatoria de varias organizaciones civiles para marchar el próximo 12 de febrero a las 12:00 horas del Auditorio Nacional al Ángel de la Independencia en la Ciudad de México y a replicar este ejercicio en otras ciudades del país.
La invitación señala que se trata de una manifestación pacífica y apartidista para protestar en contra de los insultos del presidente de EU, Donald Trump hacia México y para exigir al gobierno mexicano que haga lo que hasta ahora no ha hecho: defender enérgicamente a nuestro país de los embates del mandatario estadounidense.
Algunos de los convocantes son Causa en Común, México SOS, Coparmex, CIDE, El Colegio de México, Transparencia Mexicana, Mexicanos Primero, Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, las revistas Nexos y Letras Libres, entre otros.
En México no sólo la clase política está polarizada y enfrentada, también la sociedad. Hay una gran renuencia a aceptar la diversidad de opiniones y las redes sociales se ven como un feudo para imponer verdades supremas y descalificar al otro. En este escenario era de esperarse que esta convocatoria sacara ronchas en ciertos miembros de la opinocracia nacional.
Ante el anuncio de la UNAM de sumarse a la invitación, el hígado de Enrique Galván Ochoa lo llevó a tuitear en contra de la máxima casa de estudios por protestar junto a “universidades pirrurris” y retuitear a otros tontos que dicen que la raza por la que habla el espíritu de la UNAM al inscribirse a esta iniciativa, no es la raza de a pie.
Por su parte, Fabrizio Mejía, con un dejo de superioridad moral, dijo en Twitter que no hay que dejarse engañar y que esa marcha es para apoyar al “balbuceante” Peña Nieto. Y aconseja: “No vayan a hacer 'vibrar a México' porque Peña va a creer que apoyamos su estulticia”. Quizá no había reparado que en la convocatoria también participan otras organizaciones muy amigas de la prensa militante como Artículo 19, Fundar o Cencos. Pero cuando Emilio Álvarez Icaza, ex ombudsman de la Ciudad de México, llama en la citada red social a asistir a la marcha del 12 de febrero, Mejía Madrid le cuestiona que vaya a una marcha “para apoyar al presidente”. El escritor que renunció a su encomienda como diputado constituyente argumentando, entre otras cosas, la ausencia de inclusión y de respeto a la diversidad, cae en lo mismo al descalificar a las movilizaciones sociales que no provengan de la “izquierda” a la que representa, y en consecuencia, tal vez consulte a su gurú político de apellido López para ver si se amplía la lista negra de “traidores”.
Otro dedo flamígero que apuntó hacia Álvarez Icaza por sumarse a la iniciativa Vibra México fue el de Gibrán Ramírez Reyes, articulista de Emeequis y politólogo egresado del Colegio de México, una de las instituciones educativas convocantes. Le dice: “Unidad nacional desde los capitanes del régimen. Vaya. No lo creí de usted”
Este martes 7 de febrero, Pedro Miguel fustiga en La Jornada a las convocatorias a la unidad nacional que no provengan “del pueblo” y califica a Vibra México como una “cosa” que agrupa a un “manojo de membretes de la derecha empresarial y antipopular”, que busca capitalizar el justificado enojo que cunde en el país en contra de la administración Trump. Y al igual que su compañero Galván Ochoa, se lanza contra la UNAM y dice que “por razones que escapan al entendimiento”, se agregó el nombre de la máxima casa de estudios a un conjunto de grupos facciosos y oligárquicos que buscan convertir la movilización en un nuevo instrumento de mercadotecnia o, cuando menos, de lavado de imagen. Es claro que el entendimiento del articulista no le permite recordar que la UNAM es una institución plural.
Apenas el pasado 30 de enero, durante la presentación del más reciente libro del dirigente del Movimiento de Regeneración Nacional, Andrés Manuel López Obrador en la Plaza de Santo Domingo de la Ciudad de México, Pedro Miguel hablaba de la necesidad que tiene México de acabar con los sectarismos y articular un gran movimiento donde quepan todas las disidencias. Sin embargo, ese mismo día, a la par del acto en que participaba, un grupo de trabajadores de La Jornada se manifestaba por la situación que se vive en el diario y Miguel no dijo una sola palabra a esa disidencia que se expresaba. Y ahora, a través de su espacio periodístico, descalifica a otra disidencia que desde una trinchera distinta a la de “la única izquierda” llama a marchar en todo el país.
Así, la unidad nacional y el respeto a la diversidad de ideas es discurso y frase hecha, no sólo para el gobierno y sus portavoces, sino también sus críticos que se ufanan de ser parte de un proyecto alternativo. Con sus hechos Galván Ochoa, Mejía Madrid y Pedro Miguel demuestran el sectarismo que los rige y que la única camiseta que llevan muy bien puesta es la del partido político en que militan, donde las decisiones están en manos de un solo hombre y la disidencia se llena de adjetivos.