Se dice que el calentamiento global es un incremento en la temperatura atmosférica. El término es utilizado para indicar una amenaza muy seria a la vida, pero en este ensayo no tengo el propósito de aludir a tales circunstancias, sino a otra forma de calentamiento: el que surge del incremento de mensajes eróticos y sexuales en los medios de comunicación.
El aumento de temperatura es, en términos de información, una oferta erótica excedente que reclama la atención como parte de un espectáculo siempre disponible. Los medios controlan el discurso del sexo: el que establece los criterios de lo que se puede hacer y observar. No sólo median la realidad sexual, sino también la conducta, sea para la admiración o para el escándalo.
El discurso dominante tolera ciertas prácticas sexuales, entre otras la aceptación del cuerpo desnudo como espectáculo; se amplió el sentido y se volvió una conducta tolerada. Hoy vemos a más gente que pasa el tiempo observando sitios pornográficos. Es por ello que se ofrecen muchos productos y servicios relacionados con prácticas sexuales.
Cabe señalar que los espectáculos sexuales y la parafernalia especializada en la estimulación del deseo son tan antiguas como las civilizaciones, pero ahora, con el incremento del número de ordenadores y la disminución del precio en los productos y servicios comunicativos, la audiencia participa en la confección de mensajes sexuales en la Internet.
La gente común encuentra oportunidades para ver y ser visto, para convertirse en mensaje y ser parte de una cultura del erotismo distinta. Internet cambió muchos rasgos de la conducta y ritos sexuales. La constante invitación para satisfacer los deseos sexuales, la sublimación de la riqueza que proporciona la práctica regular del sexo y los múltiples beneficios que representa, junto a la divulgación de técnicas para alcanzar la máxima excitación, son cada vez más valoradas en las sociedades contemporáneas.
Sin embargo, la mayoría de los nuevos actores se mueven en el marco del discurso dominante: la sumisión sigue presente y la oferta es para el público masculino. Lo que destaca hoy son más bien las nuevas formas de expresar antiguas actividades sexuales, así como de tolerarlas y hasta valorarlas, pero de ningún modo, como superación de los ejercicios de poder que en ello existen. La pregunta es: ¿la frecuencia e intensidad de los mensajes sexuales favorece la expresión libre de la intimidad como rechazo a la represión del cuerpo o conduce a posibles desviaciones que cambien radicalmente las relaciones?
Queda un espacio abierto para reflexionar, debatir y estudiar los mensajes sexuales de los medios de comunicación contemporáneos, su frecuencia e intensidad, su impacto en las sociedades, así como las formas de ejercicio de poder que hay en ellos. Es importante conocer los rasgos de un fenómeno social tan preponderante y las transformaciones que ha provocado y que seguirá haciendo en la vida sexual cotidiana de las personas y comunitaria de las sociedades.