Platíquenos de sus orígenes, sabemos que usted es de Chiapas.
¡Ay sí!, soy de un lugar precioso, de San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Un pueblo muy bonito, muy colonial, pequeñito. Inicialmente era la capital del estado. Sin embargo, por alguna razón, cuando fue gobernador Don Emilio Rabaza, pretextaron llevarse los poderes a Tuxtla, por algún arreglo del Palacio de Gobierno y nunca regresaron.
Pero finalmente creo que le fue mejor a San Cristóbal porque ha conservado ese sabor colonial, chiquito, bonito, que es uno de los atractivos turísticos más importantes del estado ahora. Si hubiera continuado siendo la capital, ¿quién sabe?, ¿quién sabe?
¿Usted llegó muy joven a la ciudad de México?
Yo llegué de 19 años a México. Comencé la carrera en San Cristóbal, en la escuela de Derecho de Chiapas, pero me revalidaron materias en la Universidad Nacional Autónoma de México, y ya la terminé acá.
¿Porqué se vino al Distrito Federal?
¡Ay, es una historia tan larga!, lo que pasa es que soy la menor de cinco hermanos. Mi papá fallece cuando yo tengo 15 años, y para esto, yo siempre pensé que iba a estudiar Medicina. Nunca pensé que iba a estudiar Derecho. Pero, para estudiar Medicina tenía que salir de mi pueblo, no había la carrera en San Cristóbal. Sin embargo, cuando termino la preparatoria, mi papá ya había fallecido, mis hermanos mayores ya se habían casado, ya habían salido del pueblo. Y yo, estoy en San Cristóbal con mi mamá y un hermano soltero, nada más.
Ya en ese entonces no hay nadie que me mantenga para venirme a estudiar a la ciudad de México, así que empiezo a trabajar a los 15 años. Y pues me tengo que quedar a estudiar lo que hay en San Cristóbal: Normal o Derecho. No tenía mucho para donde hacerme. Elegí Derecho.
Llego a México, y la primera pregunta, es que ahora ya puedo estudiar Medicina, y dije, ¡ay no, no acabo una, y empiezo otra!, y dije no, voy a terminar la que tengo porque luego no acabo ninguna. Pero entré a trabajar al Poder Judicial, a los seis meses de haber llegado a vivir a México. Entré a un juzgado de distrito como mecanógrafa, todavía estudiando la carrera, había la necesidad de trabajar, ahí no había de otra.
Entonces me involucré en el Poder Judicial y me encantó. Cada vez que me fui adentrando, me fue llamando más la atención y después vi que mis expectativas profesionales se cubrían todas. Y ya no empecé a estudiar otra cosa.
Si hubiera sido médico, ¿qué especialidad le hubiera gustado estudiar?
Pediatría, a mí me gustan mucho los niños. Pero yo creo que era más la ilusión de salir de San Cristóbal. Era muy común que todos los muchachos salieran a estudiar, porque no había muchas oportunidades. Pero, a final de cuentas, una gran orientación vocacional pues nunca tuve (risas). Eran más las ganas de salir, era la moda. Desafortunadamente por cuestiones económicas nunca pude. Pero cuando ya salgo y empiezo a estudiar la carrera, y me involucro en el Poder Judicial. Ahora sí como el burro que tocó la flauta, llegué a Derecho, y llegué al Poder Judicial. Yo creo que es de esas grandes coyunturas y casualidades que nos presenta la vida.
¿Cómo fue su encuentro con la Ciudad de México?
El cambio fue drástico, por supuesto. San Cristóbal en ese entonces era una ciudad de 100 mil habitantes, yo llegué en el 74 principios del 75, y pues llegamos a la ciudad de México y para entonces ha de haber tenido como 12 millones de habitantes, si no es que más. La diferencia era enorme. La ventaja es que toda mi familia estaba aquí, mi mamá, mis hermanos, todos estaban en el Distrito Federal, eso pues ayuda mucho. Y por otro lado, el primer día que llegué empecé a trabajar. Y entre el trabajo y la escuela, pues el tiempo se me iba volando.
Por supuesto, la comida se extraña muchísimo. Yo extrañé mucho dos cosas recién llegada: el agua y el café. El café en Chiapas es delicioso, claro ahora acá se toma buen café, pero en ese momento había que localizarlo. Y el agua de mi pueblo era deliciosa, era agua de la llave, ni siquiera se hervía, ni era agua de garrafón. Uno iba, abría la llave y de ahí tomaba agua que venía del manantial, era lo más limpio y cristalino que había. Entonces cuándo llego y tomo un vaso de agua con cloro, yo me quería matar (risas).
Y bueno la comida, San Cristóbal tiene una gastronomía -de hecho en todo el estado de Chiapas- muy especial. La dulcería es riquísima, los tamales, los guisados, pero bueno mi mamá venía con nosotros y guisaba muchas cosas de Chiapas.
Se trajo un pedacito de Chiapas
Bueno mi mamá cargó hasta con sus orquídeas, era fanática de las orquídeas, y yo creo que de ahí tengo el gusto por las flores. Mi favorita es la orquídea.
¿Usted sabe cocinar?
No, no y eso es una gran tristeza debo de reconocerlo, porque yo debí aprender a mi mamá algo, ella cocinaba exquisito.
Pero por pura sobrevivencia, debe saber cocinar algo.
No, nada más la sÉ comer. No, yo creo que si cocino mi marido ya me hubiera dejado (risas).
Supongo que no tiene mucho tiempo para cocinar.
No, pues siempre estudié y trabajé. Y la verdad es que yo creo que no me di el tiempo suficiente, porque si yo me lo hubiera dado, quizás si hubiera aprehendido. Mi hermana por ejemplo sabe guisar muy bien, a ella si la prepararon para casarse (risas).
¿A usted no la prepararon o no se dejó preparar?
Ya no hubo oportunidad. Yo a los 15 años me quedo sin mi papá y tomo las riendas económicas de la casa, y nunca dejé de estudiar. Entonces no se dio la oportunidad, no me dí yo el tiempo, y ahora me arrepiento y me arrepiento mucho.
¿Para qué otras cosas no se dio tiempo?
En alguna época intenté aprender a tocar guitarra. Me encanta, si algo me hubiera gustado en esta vida es a aprender a cantar y a tocar un instrumento. La guitarra se me hace bellísima y sobre todo por la facilidad de trasladarla hacia donde uno esté. Una fiesta se ameniza enormemente cuando hay una guitarra, me encanta la bohemia, pero tengo oído de artillero (risas)… Cuando me jubile voy a aprender a tocar la guitarra bien.
Usted inició en el Poder Judicial como mecanógrafa. ¿En qué momento se visualiza como Ministro de la Suprema Corte?
No, nunca lo visualicé. No quiero decir que no hubiera sido el sueño dorado, como lo es de todos los integrantes del Poder Judicial y muchos abogados de fuera. Ser ministro de la Suprema Corte es el puesto que nos da mayor honor, mayor honra. Yo cuando ingresé al Poder Judicial jamás pensé en que iba a llegar a la Corte. Yo al Poder Judicial entré como mecanógrafa, pensando en que era un medio de subsistencia, y cuando me recibo y me sigo involucrando en el Poder Judicial, se van dando las posibilidades de seguir en otros puestos de escalafón. Cada vez me va gustando más, le voy agarrando un cariño enorme y pues no sé hacer otra cosa que no sean sentencias, no he hecho otra cosa en mi vida. Pero es bellísimo, jamás pensé que podía llegar a la Corte, y no por otra cosa, sino por el sistema de nombramiento que existe. La propuesta tiene que venir del Presidente de la República, y pues yo nunca tuve algún nexo político de esa naturaleza. Entonces, pensar en que algún día el Presidente de la República me iba a proponer, pues de dónde. Sin embargo, yo creo que en esta vida todo es de coyunturas y al final de cuentas se dio esa coyuntura por una situación que creo es muy especial.
Yo estuve en el Tribunal Electoral. En el 94, hay una reforma constitucional en la que se crea una sala de segunda instancia en un tribunal que en aquel entonces pertenecía al Tribunal Federal Electoral. Entonces yo formo parte de esa sala de segunda instancia. Cuando regresamos de ese encargo que ya era Magistrada de Circuito, yo siempre pensé que quería regresar al Tribunal Electoral. Al poco tiempo se hace una reforma, y el Tribunal Electoral se incorpora al Poder Judicial. Para ese entonces, yo pensaba ser ministro de la Corte es poco menos que imposible, pero el Tribunal Electoral es más viable. Presento la solicitud y no me toca, no salgo ni en la lista. No obstante de que pensaba que tenía toda una carrera que me respaldaba y además de que había sido la única mujer Magistrada Electoral. Pero no salí ni en la lista. Me dio mucha tristeza y dije, pues ni modo. Se renueva en diez años, y entonces pensé en diez años voy a volver a buscar el Tribunal Electoral. Regresé a sacar mi doctorado, seguí dando clases. Pero salió una convocatoria para el Consejo de la Judicatura. Yo nunca pensé en llegar al Consejo de la Judicatura, pero pensaba que era una manera de medir como andaban mis bonos en la Corte, porque finalmente eran los ministros los que decidían, y presenté mi solicitud. Para ese entonces, llega a la Corte Don Mariano Azuela, y al día siguiente de que toma posesión estaba pendiente el concurso. Habíamos muchas personas que habíamos presentado solicitud, 39 magistrados. Y dice Don Mariano que no, que no va a ser designación, que van a hacer un concurso de oposición. Bueno yo quería morirme, porque pensé, nunca dijeron que iba a haber un examen, a mí me entró un susto horrible. Me puse a estudiar, con mucho temor de hacer el ridículo, no a pasar, sino a hacer el ridículo, en verdad ese era mi temor. Empiezan las etapas del concurso, en una primera etapa hay una depuración, quedan 14 magistrados en un proceso meramente curricular. Afortunadamente paso en esos 14. Luego se viene un examen escrito sobre administración y funciones del consejo, y quedamos en ese examen seis. Luego se nos hace una visita de inspección y luego vamos a una comparecencia al pleno -para mí fue más difícil que el examen de doctorado- y después quedamos una terna. Entre ellos estaba la magistrada Elvia Díaz de León, el magistrado Luis María Aguilar y yo. De ahí vamos a la votación ante el pleno y es donde gano el ser consejera de la Judicatura, cosa que nunca hubiera imaginado. Me nombran consejera, y la Corte en ese momento, como que le da mucho orgullo que salga el nombramiento de esa manera, porque anteriormente los habían sacado por insaculación y luego por designación.
Cuando yo salgo es la primera vez que se hace un concurso de oposición… Y eso me da mucho punch publicitario. Pero tengo la suerte de que ese mismo año se cumplen 50 años del aniversario del voto a la mujer, y la clase política femenina hace realmente muchas ceremonias. Se daba en ese año, el primer relevo de la nueva integración de la Corte. Y yo creo que eso fue lo que sirvió, el cercano nombramiento al Consejo, en esta forma… y por otro lado la coyuntura del voto femenino, creo yo que esa es la forma en como llego a la terna.
¿En algún momento usted pensó que por su condición femenina iba a ser más difícil?
Lo que yo pensaba era que no tenía la relación, no tenía el conocimiento para que alguien me propusiera. El Poder Judicial, en lo personal, yo no puedo decir que sea machista. Yo tengo una carrera judicial desde mecanógrafa, y he tenido la oportunidad de incursionar en todos los puestos, en todos. Y yo debo decirles que nunca me sentí discriminada, nunca. Al contrario, yo creo que siempre he tenido las mismas oportunidades que los varones. He tenido la oportunidad -creo que esa ha sido una gran fortuna en mi vida profesional- de trabajar con gente, primero que nada muy profesional y segundo con una gran calidad humana, en la que jamás hubo discriminación alguna por cuestión de género. Al contrario, una formación integral, un afán de involucrarnos a todos en lo que era la función jurisdiccional y de formarnos como juzgadores, pero sin importar que fueran hombres o mujeres.
¿Cuándo se entera que el Presidente la propuso para ser Ministro de la Suprema Corte que sintió?
Yo salía un día del Consejo de la Judicatura, llegando a mi casa como a las nueve y media de la noche. Estaba metiendo mi coche a la cochera, cuando sonó mi celular y de repente me dicen “¿La Magistrada Margarita Luna Ramos?”, y le digo, “sí a sus órdenes”, y me dice, “habla el Secretario de Gobernación”. Yo pensé, será una broma. A mí cuando me ha hablado el Secretario de Gobernación. Pensé que a lo mejor alguno de los compañeros me estaba gastando una broma. Pero dije no, no vaya a ser el diablo que sí sea cierto. Entonces le dije, “sí a sus órdenes”, y me dice, “pues le hablo para decirle que en nombre del Presidente de la República, Vicente Fox Quesada, tiene interés para proponerla en la terna como Ministro de la Suprema Corte de la Nación”. Bueno les juro que sentí que el estómago se me sumía, me empezaron a temblar las piernas, yo no daba crédito y decía bueno si es una broma, yo nunca había hablado con el Secretario de Gobernación para ver si era su voz o no (risas). Le dije que para mí era un honor, que por su puesto, que sí estaba dispuesta independientemente del resultado que pudiera darse. Ya él me dijo que después me llamarían para hacer una cita. Baje del coche y realmente no podía ni caminar, me temblaban mucho, mucho las piernas (risas). Entro a la casa y me dice mi marido, ¿qué te pasó?, y le platiqué. A los cinco minutos sonó el teléfono y era el secretario particular, ya para hacer la cita. Y bueno, yo pues no pude dormir esa noche, no lo podía creer. Y ya platicando con mi esposo dijimos bueno, estás en la terna, pero eso no quiere decir que vayas a llegar. De cualquier manera, nunca lo hubiera pensado. Era un gran honor, independientemente de que no fuera a llegar, que era lo más probable, sobre todo porque no tenía ningún nexo con la clase política, no conocía absolutamente a nadie.
A lo mejor ese es un punto a favor.
A lo mejor ayudó, fue un tanto difícil. En la primera terna fuimos designados la Magistrada Elvia Díaz de León, el Magistrado José Luis de la Peza y yo. Comparecimos al Senado y en la primera votación, yo pensé que iba de relleno, ésa era mi idea. Se da la primera votación en el Senado y gana Don José Luis de la Peza, pero teníamos que ser por mayoría calificada. En la primera ronda él obtiene como 45 votos. Fue el primer escarceo y no había dos terceras partes. Se cita a una nueva votación, pero ese día había una marcha y la suspenden. Entonces nos cita al siguiente martes. Los señores senadores empiezan a posicionarse, y llegan a la conclusión de que a la corte debe de llegar una mujer. Entonces prácticamente la pelea empieza entre la magistrada Elvia Díaz de León y yo. El PRI me da su apoyo, el PRD también y Convergencia -que tenía un sólo senador-, pero el PAN me lo niega rotundamente. A la hora de la votación, no reúno la votación calificada. Sí gano, gano con 81 votos, pero me faltaban nueve para tener la votación calificada. Se devuelve la terna porque no teníamos la votación de las dos terceras partes, y pues bueno ahí se acaba la ilusión. La experiencia fue realmente extraordinaria. Hablar en el Senado de la República, fue algo que me impactó muchísimo. Luego el haber ganado todavía más. Nunca lo hubiera esperado. Yo debo decirles, que nunca pedí cita con ningún senador, para ir a cabildear un voto, jamás. Y no porque no quisiera, sino porque no sabía ni qué decirles. Qué les iba a decir, ?gsoy Margarita Luna voten por mí?h (risas). Se regresa la terna, esto fue en noviembre de 2003. Para enero de 2004, de repente me vuelven a buscar de Gobernación, cuando ya estaba completamente descartada la posibilidad. De hecho ya se estaban candidateando a muchas otras personas, desde luego sin incluirme a mí. Y a mediados de enero, me vuelven a buscar de gobernación. Me dicen que va a salir otra terna, y que cómo vería si me vuelven a incluir. ¡Pero por supuesto!, dije. Y le volví a decir que independientemente del resultado, para mí era un honor estar en la terna. En esa segunda terna estamos tres mujeres, la magistrada Gloria Tello, la magistrada Maricamen Arroyo y yo. Las tres comparecemos ante el Senado, y ya en esa ocasión se hace la votación. Entonces sí, el PAN me da su apoyo, y ya obtengo la mayoría calificada y salgo elegida ministra. No daba crédito, no daba crédito (risas).
¿Cuánto tiempo tardó en creerlo?
¡Ay! hasta la fecha todavía a ratos me despierto y no lo creo (risas).
¿Cómo cambió su vida a partir de entonces?
El Poder Judicial es un trabajo muy absorbente en el lugar donde uno se encuentre. Siendo secretario, juez, magistrado. El trabajo cotidiano de un funcionario judicial es agobiante en el lugar donde uno esté… La Corte lo que tiene además del volumen, pues el tipo de asuntos que llega, ése es el problema. Son asuntos de gran trascendencia para el país. La competencia es diferente, aquí no solamente conocemos de amparo, sino también que ya vemos muchas cuestiones relacionadas con acciones de inconstitucionalidad, controversias constitucionales, estamos hablando de problemas que se presentan entre las autoridades del país.
Ahora, ¿cómo cambia mi vida? Les platico como es mi vida diaria. Me levanto todos los días a las cuatro de la mañana. A esa hora estudio pleno y me encanta, porque a esa hora no hay marido, no hay hijas, no hay teléfono. Estoy descansada, con la pila recargada y además con un silencio muy importante para trabajar. Yo creo que es la hora en que más asimilo, más entiendo, más digiero y más rápido pienso, creo. Entonces para mí es precioso trabajar a esa hora, para mí es lo máximo, es cuando realmente rindo. Ya de ahí, dependiendo de la hora a la que tenga que llegar, es bañarme, arreglarme, cierro mi expediente y me vengo para acá (Poder Judicial). Eso si no tenemos algún desayuno, o algún comité. Si no a estar preparados, el lunes a las 10 y media entramos a la sesión de pleno. Y el martes y el jueves a partir de las 11 nos vamos al pleno, hasta las dos de la tarde. Salimos, regresamos a la oficina a ver algunas cosas con los secretarios, o a recibir a alguna persona que está tratando algo sala o en pleno. Al rededor de las 3 ó 3 y media, estoy saliendo para mí casa, procuro comer ahí. A menos que tenga comida oficial, o que me tenga que quedar a un comité, procuro comer en mi casa. Desde que me casé he comido con mi marido y con mis hijas todo el tiempo. Como, me duermo un ratito, tomo una siesta de una media hora, y ya me levanto. Me pongo la pijama, y ya me pongo a ver los asuntos de sala, un rato como hasta las 9, 9:30, 10. A esa hora cenamos y procuro ya dormirme, a menos, de que sea un día previo al de sala, que es cuando vemos muchos asuntos y a veces el tiempo no nos alcanza. Entonces me tengo que dar más tiempo para trabajar, para al día siguiente volverme a parar a las cuatro. Yo me duermo a más tardar a las 11, 11:30 no me puedo dormir más tarde, si no ya no me paro.
¿Cuándo no está tratando asuntos de la corte, que hace, lee, ve cine?
Me encanta ir al cine, me encanta leer también. Los fines de semana, que normalmente son los días que podemos convivir un poco más con la familia, lo que hago es pararme un poquito más tarde, como a las seis. Y lo que hago es ponerme a trabajar, adelantar otro poquito. Cuando mi familia ya se despierta, que normalmente viene a ser las 9 de la mañana, 8:30, pues ya puedo convivir con ellos porque ya adelanté un poco. Y entonces sí, ya nos vamos al cine. Me encanta oír música. Yo siempre trabajo con música, salvo en las mañana porque puedo despertar a mi marido, porque mi escritorio está en la recámara. Entonces en la mañana no. Pero en la tarde sí, tengo mucha música en mi computadora y en mi iPod. Y bueno si se puede ya leer un poquito. Antes tenía pensado que leía cuando menos un libro cada quince días, ahora ya no se puede, es mucho lo que hay que leer aquí. Pero cuando se puede otro tipo de lecturas por supuesto que sí, a veces hace falta para despejarse un poquito.
¿Televisión no ve?
Me gusta ver sobre todo documentales, ya antes de dormirme a veces sí los pongo. Le estaba comentando el otro día al director del Canal Judicial que un sábado por la tarde, queríamos ir al cine, pero estaba lo de la influenza, y ya no salimos. Nos pusimos a ver televisión un rato, y pusimos el Canal Judicial y mi sorpresa fue muy grande, pescamos dos programas extraordinarios, uno de la vida de Fidel Velázquez, muy bien hecho… Y después vi uno muy bonito también de la vida de Salvador Allende. Me gustaron mucho, vine y se lo dije al director del canal. Ahora, siempre dejo prendida la tele, cuando me estoy bañando, cuando me estoy arreglando para ver que dicen en las noticias, eso sí, siempre.
¿Ahora qué libro está leyendo?
Me acaba de regalar, el ministro Aguirre Anguiano, Gomorra, es el que tengo ahorita prácticamente empezado. Me lo acaba de regalar, me lo chuleó mucho, me dijo que está muy interesante, que está muy bien escrito.
A mí me gusta mucho la novela histórica, me encanta la novela histórica, me agrada mucho este autor, Mika Waltari, tiene una particularidad muy especial. Mika Waltari siempre introduce un personaje ficticio dentro de un contexto histórico. Y bueno, no deja de ser novela, pero finalmente tiene una gran información histórica y la verdad son novelas muy bien escritas y muy entretenidas. De él he leído muchisisímas, yo diría que es uno de mis autores favoritos. Mexicanos me gusta mucho Francisco Martín Moreno, el otro día alguna persona no hizo un buen comentario de él, sin embargo, yo creo que es novela lo que escribe y a final de cuentas también yo creo que busca bastante información histórica. A mí en lo personal me parece muy entretenida, y la veo así, como una novela que es muy fácil de leer porque su narrativa es muy agradable.
¿(Fernando) del Paso?
También, a bueno Noticias del Imperio, precioso, precioso. La novela histórica me gusta mucho, también El Seductor de la Patria, hace poco la leí, me encantó sobre la vida de (Antonio López de) Santa Anna.
La poesía.
Cuando estaba chiquita declamaba mucho, pero ya no. Pero sí me gusta. Jaime Sabines me encanta, además es mi paisano. Pero cuando estaba chiquita me sabía muchos poemas, es más me encantaba declamar en el colegio de monjas en el que yo estudié, pues puedo decirles que siempre que había una velada, yo declamaba (risas).
De música, ¿qué le gusta?
Me gusta de todo. Para trabajar me gusta mucho la música clásica; para escuchar, la música romántica, la balada romántica, me gusta Lara, me gusta Curiel. Dice mi marido que debí haber nacido en otra época. Probablemente porque sí me gusta la música romántica pero viejita, hay algunas nuevas que son bonitas, pero no todas.
¿Es muy romántica muy apasionada?
Sí, pues no ves en el pleno. Luego me apasiono con los asuntos (risas).
¿Hay algún día que no trabaje los asuntos del pleno?
Pues eventualmente llega a suceder, pero luego lo paga uno con creces, entonces mejor prefiero dosificar. Si salimos de viaje, yo me llevo asuntos.
¿Cómo ha tomado su familia el que usted sea Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación?
Bueno primero, yo estoy casada con un hombre realmente maravilloso. Creo que ha sido otra de las grandes realizaciones de mi vida: mi matrimonio. Es un hombre muy centrado, es un hombre muy maduro, que nunca me ha coartado. Es una gente que siempre me ha impulsado, que siempre me ha ayudado, que siempre ha estado conmigo hombro con hombro. Él trabaja por su cuenta, se siente muy realizado en lo que hace, trabaja a gusto y sobre todo tiene muy buen carácter. Nos llevamos muy bien, nos queremos mucho. Pero aparte de que nos queremos mucho, algo muy importante es que somos amigos. Platicamos mucho, nos falta tiempo siempre para platicar. Mi marido siempre ve el pleno, en su oficina, en su computadora, siempre tiene el pleno puesto. Entonces va, viene, retorna, y si ve que voy a intervenir, se sienta, se sienta para verme. Es mi principal crítico. Me dice repetiste mucho esto, hiciste esto, hoy sí te enojaste. Está muy al pendiente. Se ha involucrado mucho en lo que es el trabajo. Tengo dos hijas, no están tan grandes, una es adolescente todavía. La chiquita tiene 16 años, la grande tiene 20. La grande está estudiando Diseño Industrial en la Iberoamericana, y la chiquita termina la secundaria en este año. La ventaja es que nos casamos grandes yo creo que eso tiene mucho que ver. Le digo a mi marido que se va a ir al cielo porque me sacó de la soltería (risas). Yo ya era Juez de Distrito cuando lo conocí y pues yo tenía 32 años, el me lleva siete, pues tenía 39. Entonces ya no nos casamos tan jóvenes. Yo creo que ya un poco más conscientes de lo que queríamos, creo que eso de alguna manera hizo que nuestro matrimonio haya sido muy maduro, muy asentado, ha ayudado a que no tengamos tantas broncas como tienen los matrimonios jóvenes, que se quieren mucho pero también hay mucha inmadurez en la pareja.
Y sus hijas, ¿van a seguir el camino de las leyes?
Las dos dijeron que cualquier otra cosa, menos Derecho (risas). No creo que les atraiga. Me hubiera encantado que alguna de mis hijas hubiera estudiado Derecho, pero no quisieron. Dicen “¡ay mamá!, si todos los abogados trabajan como tú, pues qué necesidad” (risas).
¿Cómo ve a nuestro país, como lo vive?
Yo creo que estamos viviendo una época difícil, nos tocó -creo yo- el problema económico de Estados Unidos. Una economía de primer mundo de la que dependemos…. Y luego se nos viene lo de la influenza, pues yo creo que sí nos generó un mayor problema porque se viene un paro económico enorme.
¿Qué cosas adora de México?, y ¿qué cosas detesta de México?
De México adoro sus tradiciones, sus costumbres, su historia, con sus ires y venires, tal como somos. Cuando hablo de tradiciones me refiero a lo que es realmente la formación de nuestra nación. No estoy peleada ni con los españoles, ni con los indígenas, yo creo que tenemos parte y parte, y eso es lo que que somos nosotros, una fusión de esas dos culturas… ¿Qué no me gusta de México? La irresponsabilidad del mexicano, la apatía, el que en ocasiones salimos fuera del país y vemos que los mexicanos se comportan de una manera muy diferente a como están en el nuestro. Aquí se tira la basura al suelo, no se cuida la ecología, no se separa la basura. En nuestro país todo es al ahí se va, y se evita el menor teclazo posible en el trabajo. Esa irresponsabilidad, no en todos, porque yo no vamos a generalizar, pero que a veces nos hace como país dar un frente hacia el exterior que no debiera ser, porque yo creo que México tiene todo.
Y después de pasar por todas esas vivencias, ¿cómo se define ahora?
Yo siempre he pensado que en nuestro paso por este mundo, siempre tenemos que pensar en que venimos a buscar algo. Y mi padre me enseñó que mi estancia en este mundo era para ser feliz, buscar la felicidad. Yo creo que la vida me encausó por diferentes rumbos que no puedo decir que específicamente los busqué. Pero hoy por hoy, lo único que les podría decir es que sí soy feliz, si lo he logrado.