En los años precámbricos de la televisión había un anciano, quizá no lo era pero a mí me lo parecía, de nombre Jorge Marrón conocido popularmente como “El doctor IQ” ya que tenía un programa en el que preguntaba a menesterosos intelectuales cosas como: “diga usted cinco palabras con A” o “nombre la capital de Guanajuato”. Si los concursantes contestaban correctamente eran premiados con el equivalente actual a cincuenta pesos y todos tan contentos. Sin embargo, lo que llamaba mi atención era la dicción del señor Marrón que hablaba a la velocidad de la luz y si me llamaba la atención es por la simple razón de que en mis tiempos, que se han ido, las saetas verbales no eran la constante. Las prisas se dejaban para el lechero y vivíamos en una especie de pausa que hoy añoro.
Los tiempos han cambiado. Kundera en su libro La lentitud emite un lamento ante la ira de un conductor con los ojos inyectados que bocina frenéticamente porque quiere rebasar al auto que va delante ya que tiene la prisa del que revienta un riñón. Esta velocidad es el signo de los tiempos, en la entrega anterior reflexionaba acerca de la enorme presión que existe sobre los periodistas por ser “los primeros en informar” sin que en ello haya más valor agregado que el de no tener que corregir la nota en la medida que los hechos y los tiempos la van aclarando. Las redes sociales son un claro ejemplo de esta oligofrenia y el mes pasado vivimos una especie de blitzkrieg en un par de días que por lo menos a mí que todo me asombra, me dejó muy azorado.
Todo empezó con el lamentabilísimo asunto del socavón en el que, como se sabe, perdieron la vida un par de personas en un desastre que hoy (escribo esto cuatro días después de los acontecimientos) no se ha aclarado pero en el que se advierte un tufo de negligencia y corrupción en el que espero que cuando usted lea esta nota quede aclarado por completo. Por supuesto las redes sociales estallaron, los de siempre escribieron lo de siempre y de pronto nos topamos con una nube de ingenieros, geólogos e hidráulicos titulados en ese momento que inmutables dieron veredictos que yo, con mis enormes limitaciones, no soy capaz de entender. Sin embargo, los enojos en tuiter son tan fugaces como el amor verdadero y esta tragedia, enorme y dolorosa pasó a ser sustituida por otra notablemente diferente; resulta que se estrenaba el primer capítulo de una cosa que se llama “Game of Thrones” en la que unos señores vestidos como sólo se viste alguien al que le extirparon el sentido de la moda pelean entre sí mientras las bellas cometen incesto. El mitote se desató porque hay una cosa que ignoro qué es (no esperen mucho de mí) que se llama “HBO GO” que no servía lo que a esta gente ansiosa le impidió ver su gustado programa por lo que fui testigo de una serie de mentadas de madre a los ejecutivos de tan noble canal que seguramente estaba en un cuarto de crisis controlando los daños. La tragedia se acrecentó porque simultáneamente nuestra gloriosa Selección Nacional se enfrentaba a Curazao y en este caso las mentadas de madre tuvieron un destinatario específico, el técnico nacional que seguramente sabía que los mexicanos somos de alma voluble ma non tanto.
Como el pueblo quiere sangre y los temas no dan más que para un rato el siguiente sainete fue el de la llegada de Duarte a México procedente de Guatemala. En este caso los augures pronosticaron que estaría libre en días, que se reía no porque estaba contento sino porque sabía que sus cuates no le permitirían pagar sus culpas y que su aspecto era el de un hipster con sobrepeso corporal y de cinismo.
Todo lo anterior ocurrió en horas y si llama mi atención es porque no me acostumbro a estos vértigos, prefiero la pausa aunque se me tache de badulaque o timorato. Siempre será mejor emitir una opinión valiéndose de un análisis que sacar el hígado por delante y ladrarle a los autos cibernéticos que pasan como saetas.