viernes 22 noviembre 2024

Coco y el poder suave de México

por María Cristina Rosas

Como cinéfila, tengo que decir que hace tiempo que no me tocaba hacer filas kilométricas a las 10 am -hora en que acostumbro ir al cine- para comprar boletos y poder disfrutar de una película. Pero para mi sorpresa, los días 1 y 2 de noviembre -de acuerdo, eran feriados- de plano tuve que quedarme con las ganas de ver Coco, luego de visitar tres complejos cinematográficos, encontrándome con localidades agotadas. No sería sino hasta el 3 de noviembre, que finalmente pude ver la película de la que todo el mundo habla, a riesgo de que, de no hacerlo, me habría frustrado en extremo -y seguramente me habría acarreado críticas de parte de todos los que me preguntaban: “¿aún no has visto Coco?”.

Coco (2017) es la nueva producción animada de Disney Pixar que desde principios de año, con una muy bien orquestada campaña publicitaria, llegó a las pantallas mexicanas el 27 de octubre pasado si bien, fue presentada en el Festival Internacional de Cine de Morelia una semana antes de su estreno comercial. En momentos en que el orgullo nacional se encuentra lastimado, sea por el bullying de Donald Trump o bien, por los fatídicos fenómenos naturales por todos conocidos, Coco explota un nicho de mercado y un tema que ya había dado muestras de su importancia en el imaginario popular: las tradiciones mexicanas, en especial, la conmemoración del día de muertos.

A manera de antecedente se debe señalar que, en 2014, Jorge R. Gutiérrez dirigía una producción de Guillermo Del Toro financiada y distribuida por la 20th Century Fox, El árbol de la vida, cuya temática gira en torno a la celebración del día de muertos a través de la historia de amor entre Manolo Sánchez (Diego Luna) y María Posada (Zoe Saldaña). En Spectre (Sam Mendes, 2015), Eon Productions, de la mano de las distribuidoras Metro-Goldwyn-Mayer y Columbia Pictures, el icónico James Bond (Daniel Craig), ataviado con un disfraz típico de esa festividad en el arranque de la película, fascinó a las audiencias nacionales, al punto de que, un año después, se observó un resurgimiento de la celebración del día de muertos con convocatorias masivas en redes sociales para participar en desfiles y actos multitudinarios, incluyendo concursos de catrinas, ofrendas y demás. Asimismo, muchas de las convocatorias exaltaban las escenas de Spectre filmadas en México y se pedía a los interesados, utilizar vestimentas semejantes sino es que idénticas a las mostradas en la película.

Con este prólogo arribó Coco, dirigida por el laureado cineasta Lee Edward Unkrich, quien además de tener una larga carrera en Pixar, obtuvo el Premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood correspondiente a 2011 a la mejor película animada que él dirigió: Toy Story 3. Pues bien, Coco cuenta la historia de Miguel, un chico que desea hacer una carrera musical y seguir los pasos de su ídolo, Ernesto de la Cruz (por cierto, idéntico a Pedro Infante). Miguel ve y escucha las interpretaciones de Ernesto de la Cruz a escondidas de su familia, dado que en ella está prohibida la música. En un momento dado, Miguel reniega de su familia y decide arriesgarlo todo para lograr su sueño.

La película explora una temática que las audiencias mexicanas han recibido muy bien y que explica, al menos en parte, por qué las salas de cine han sido abarrotadas por personas de todas las edades: los valores familiares; las tradiciones, en especial el culto a los muertos; la traición; la honestidad; la lealtad; la familia extendida; el olvido y la memoria y todo ello aderezado con elementos diversos, incluyendo la música, la infaltable guitarra, los mariachis, la flor de cempasúchil, la gastronomía, etcétera. Cabe destacar que Coco llegó a México casi un mes antes que su estreno comercial en Estados Unidos, mismo que acontecerá hasta el 22 de noviembre.

Coco es un éxito rutilante en México y si no pasa otra cosa, seguramente se alzará con la estatuilla como mejor película animada en los premios Oscar que se entregarán en 2018 -cosa que sería deseable, porque más allá de sus méritos cinematográficos, sería también una manera de responder, desde Hollywood, California, a los dislates anti-mexicanos de Donald Trump. Además, como se ha visto desde 2001, cuando se instituyó el Oscar a mejor película animada, el binomio Disney-Pixar ha dominado frente a todos los demás estudios de animación, alzándose con la mayor parte de las estatuillas en esa categoría.

Coco es disfrutable: agradable a la vista. Se ve mexicana, sus protagonistas y la ambientación también, al igual que buena parte de la música, cuya partitura es obra de Michael Giacchino -quien ha musicalizado una enorme cantidad de filmes tanto de animación como de live-action en Hollywood. Sólo que no por verse mexicana, lo es.

La animación en México

México, de hecho, cuenta con estudios de animación, como por ejemplo, Animex Producciones, que ha creado, entre otras, la laureada La leyenda de la Nahuala (2007) y Nikté (2009). Ánima Estudios es otra productora de animación de gran importancia a nivel latinoamericano, responsable de Don Gato y su pandilla (2011), La leyenda de la llorona (2011), La leyenda del Chupacabras (2016), Isla Calaca (2017) y diversas series para televisión y video. También el lector recuerda seguramente a Huevocartoon, responsable de las películas de Huevos. Sin embargo, la trascendencia de la animación nacional es limitada, en buena medida, por la distribución. Don Gato y su Pandilla aseguró la distribución de un estudio importante de Hollywood, Warner Brothers, pero esto significa que en aras de llegar a audiencias más amplias, Ánima Estudios debió ceder parte de los beneficios económicos de su producción a la empresa distribuidora. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) del costo de cada boleto de cine, las distribuidoras estadunidenses pueden quedarse con hasta el 60 por ciento del mismo. En España, sin ir más lejos, un boleo de cine cuesta alrededor de 8. 54 dólares (datos de 2013). El 21 por ciento del valor de ese boleto, corresponde a impuestos al valor agregado; el 3 por ciento se destina a las entidades encargadas de proteger y vigilar el cumplimiento de las disposiciones en materia de derechos de propiedad intelectual; el 33 por ciento va a las salas de cine y el 43 por ciento es para los distribuidores estadunidenses. Por supuesto que los productores de animación o de live-action pueden prescindir de los servicios de las distribuidoras estadunidenses. Pero sin ellas, se reduce el acceso de las audiencias al producto.

©2017 Disney•Pixar

Disney, en contraste con los casos descritos, produce películas y también cuenta con los mecanismos para distribuirlas. Ello coloca a sus filmes, series de TV y otros productos, en una posición enormemente ventajosa frente a la competencia que pueda enfrentar en el mundo. Por eso algunos países han puesto topes a la exhibición de películas y series estadunidenses, en aras de impulsar la producción nacional y para forzar a mejores términos y condiciones de parte de las distribuidoras.

Este tema es de singular relevancia porque México, a través de los estudios de animación descritos, tiene una oferta de películas y series de animación respetable, pero mayormente desconocida por parte de las audiencias. Es un poder suave mexicano, ciertamente, made in Mexico, pero requiere ser impulsado para desarrollar su potencial. Ciertamente el refinamiento de la animación que ofrece Disney Pixar con producciones en 3D y el star system de aquel país, hacen muy atractiva su oferta de entretenimiento. Sumado ello a la distribución, se torna difícil la competencia y hasta la supervivencia de empresas de animación de otras latitudes.

Pero aquí otra vez hay que considerar el soft power. Disney Pixar tiene la costumbre de apropiarse historias características de culturas y tradiciones de otras latitudes. Bueno, esto es entendible en la medida en que Disney Pixar tiene que competir en los mercados internacionales. Ya habíamos visto como en Ratatouille (2007), Pixar había echado mano de la cultura francesa para crear una historia que derivó en una película aclamada universalmente. En esta ocasión tocó el turno a México, de cuyas tradiciones se apropió Disney Pixar, para crear Coco. A mí todo esto me genera una sensación agri-dulce: México y la conmemoración del día de muertos lucen en Coco, si bien el soft power que posee nuestro país al final es utilizado y usufructuado por Disney Pixar. Aunque es posible, al igual que ocurrió con Spectre, que Coco exacerbe el gusto de los mexicanos por las tradiciones propias o, por lo menos, que sirva para darle la batalla al Halloween.

¿Qué tan mexicana es Coco?

La respuesta a esta pregunta puede importar poco al espectador, ávido de esparcimiento. “¡Qué mejor que uno de los más importantes estudios de Hollywood se ocupe de la cultura mexicana!” dirán seguramente las audiencias. El momento anímico en el país, como se explicaba en líneas precedentes, se orienta a favor de la reivindicación de lo nacional. Ahora bien: tradicionalmente, una forma de apropiación de los productos de Hollywood y de otras latitudes en México, es el doblaje. Y es en este tema donde vale la pena detenerse un momento, toda vez que Coco es uno de esos casos raros, en que el doblaje de la película no incluyó a actores mexicanos -de doblaje, se entiende.

En inglés, Coco tiene como protagonistas a Anthony González (Miguel), Gael García Bernal (Héctor), Benjamín Bratt (Ernesto de la Cruz), Renée Victor (Abuelita), Ana Ofelia Murguia (Mamá Coco), Edward James Olmos (Chicharrón) y Jaime Camil (Papá de Miguel). En la versión doblada al español la película tiene como protagonistas a Luis Ángel Gómez Jaramillo (Miguel), Gael García Bernal (Héctor), Marco Antonio Solís (Ernesto de la Cruz), Angélica Vale (Mamá Imelda), Elena Poniatowska y Rocío Garcel (Mamá Coco, la primera, cuando habla y la segunda cuando canta), Angélica María (Abuelita) y César Costa (Papá de Miguel) entre los caracteres principales. Salvo el caso de Rocío Garcel, conocida actriz y directora de doblaje, la inmensa mayoría de quienes dan voz a los caracteres de la película son cantantes, actores -no de doblaje- y, en el caso de Poniatowska, escritora. En la jerga del doblaje se les denomina star talents, esto es, personas que ejercen profesiones distintas del doblaje y que gozan de cierta fama.

¿Por qué los actores de doblaje están ausentes de Coco? Algunos de ellos, a quienes consulté, me comentan que grabaron personajes para Coco en algún momento, pero que al final Disney decidió sustituir sus voces por las de star talents. Las empresas como Disney, tienen la creencia -y en muchos casos así sucede- que la participación de un star talent garantiza el éxito comercial de la película de que se trate, amén de los ahorros que en términos de publicidad logra el consorcio correspondiente. Anunciar que Ricky Martin dobla a Hércules lleva a que los fans del cantante vayan al cine, lo que se suma a las audiencias que tradicionalmente ven películas de animación. Es un plus en términos de mercadotecnia y ello tiene un valor monetario. Claro que usar un star talent en el doblaje lleva a que el proceso demore mucho más tiempo, dado que si no es profesional del doblaje, la persona en cuestión tardará mucho más en realizar el trabajo. El doblaje no es un trabajo sencillo: a través de la voz, quien lo lleva a cabo debe ser capaz de transmitir emociones, intenciones, estados de ánimo, etcétera. Existen diversos casos de actores profesionales que, al carecer de la formación en doblaje, han tenido serios problemas para llevarlo a buen fin y algunos, de plano, no lo logran. Hay casos excepcionales: Tin Tan, en El libro de la selva, realizó una caracterización inolvidable como el oso Baloo, que incluso ahora, en las escuelas de doblaje, sigue siendo estudiada como ejemplo de un star talent que se desenvolvió de manera sobresaliente en esos terrenos. Pero no siempre hay historias como esa. Por otro lado, un tema no menos importante es el salarial: un star talent recibe un sueldo muy superior al que normalmente se paga a los actores de doblaje.

En las dos laureadas producciones de Disney que anteceden a Coco, es decir, Intensa mente (2015) y Zootopia (2016), el doblaje recayó, justamente, en actores de doblaje. En el primer caso, la dirección estuvo a cargo del reconocido actor y director de doblaje, Mario Castañeda, con un elenco del gremio. Zootopia tampoco fue la excepción: Romina Marroquín y René García fueron los protagonistas. En ambas producciones, el producto final fue muy cuidado y altamente satisfactorio.

Es posible que Coco se convierta en uno de los mayores éxitos de Disney en México y América Latina y el Caribe y que su doblaje no sea motivo de análisis por parte de las audiencias. El tema del doblaje, sin embargo, cada vez llama más la atención, porque la información sobre actores, empresas, directores y traductores de doblaje es cada vez más buscada por sus seguidores, sea porque quieren saber más al respecto, o por las preferencias que tienen en torno a determinados actores y/o actrices del gremio. Lo que también es verdad es que hay un creciente entusiasmo por parte de las nuevas generaciones en torno al doblaje como opción profesional. Es por ello que, al margen de Coco como película, historia o producto audiovisual, sea pertinente analizar el presente y el futuro del doblaje en México, sin querer decir con ello, que el doblaje hecho por los star talents es malo. A mí me gustó Coco y seguramente a muchos también. Dicho esto, ahora le pido, amable lector, que imagine o piense en lo que habría sido Coco, doblado por profesionales del doblaje. Porque como afirma un conocido actor y director de doblaje: una cosa es hacer bolillos y otra muy distinta hacer pan francés…

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