El Pequeño Libro Rojo de Mao

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¿Se acuerdan del Pequeño Libro Rojo de Mao?

Creo que poca gente lo recuerda y nadie lo puede tomar en serio hoy día, ni aquí ni en China, donde, sin embargo, se le sigue imprimiendo por millares para venderlo en los mercadillos como recuerdo fetiche para los turistas. Pero en su día de gloria, hace medio siglo, este librito jugó un papel significativo dentro la ideología ecléctica del movimiento estudiantil de 1968 y sus secuelas, en París de modo llamativo y en buena parte del mundo de muy diversas formas y siempre con muy variada suerte, porque hubo un tiempo en que el maoismo estuvo de moda. El maoismo fue la filosofía revolucionaria de los radicales chic hasta que la matanza de la Plaza de Tianamen hizo ver que por ahí no va la cosa.

El nombre de este librito se lo dio su portada plástica de atractivo color rojo comunista, en China lo conocen como el Libro Tesoro Rojo. Su texto lo integra un conjunto de citas de los escritos y discursos de Mao Zedong, en ese momento presidente del partido comunista chino. Una recopilación integrada y ordenada en 1964 por el principal colaborador de Mao como dictador de China, Lin Biao, para que fuera empleado como texto para la re-educación y dirección ideológica de las masas trabajadoras de la ciudad y el campo durante lo que se conoció como Revolución Cultural Proletaria China, última patada de ahogado del dictador para conservar el poder e imponer desde el Estado totalitario y despótico su ineficaz idea de comunismo. Era una forma de dominación ideológica mediante el culto a la personalidad del líder revolucionario, al que se presentaba como auténtico continuador del pensamiento marxista-leninista, pensamiento autodeclarado como único método posible para imponer el “paraíso” comunista.

Todo el discurso de sus cabalísticos treinta y tres segmentos de citas del Presidente Mao está más cerca de la religión y la mitología que del materialismo histórico y la filosofía, el objetivo era emplearlo como dispositivo de control de la mente y conducta de sus receptores. Se le puede ver ahora como un libro de autoayuda para chairos. La mayoría son ideas de simple sentido común y redactadas de modo gris e impersonal. Vaya esta perla como muestra paradigmática:

“La filosofía marxista considera que el problema más importante no consiste en comprender las leyes del mundo objetivo para estar en condiciones de interpretarlo, sino en aplicar el conocimiento de estas leyes para transformar activamente el mundo.”

No son ideas claras para nada, sólo una nebulosa demagógica que cada quien entiende como quiere, si no le obligan a entender de una manera, y por ello mismo pueden ser interpretadas de muchas maneras y aplicadas en cualquier situación, tal como se emplean a diario todavía las citas de la Biblia y las cartas del Tarot. Imposible considerarle un manual para la acción revolucionaria del proletariado.

Sin embargo, de tal forma fue como se le presentó e interpretó en el Mayo parisino y sus retumbes barrocos internacionales, pues allí el maoismo salvaje y el dirigido efectivamente desde la China de Mao fueron importantes dentro del pensar y actuar de la revuelta estudiantil y sus extensiones radicales.

Se considera que este Librito Rojo de Mao es el segundo libro más publicado de la historia, el primero sigue siendo la Biblia. Hubo un momento donde tuvo que ser citado en todo trabajo “científico” y en todo lo que fuera publicado en China, en Occidente se formaron sesudos grupos de estudio para interpretarlo y convertirlo en acciones revolucionarias. Al final nada positivo se obtuvo con ello. Fue sólo un espejismo suponer que Mao hacía un “comunismo” diferente al de Stalin.

Cuando en realidad tuvo un fracaso rotundo la Revolución Cultural y murió el presidente Mao, su libro pasó al olvido por completo, tanto en China como en el resto del mundo. Hizo mucho ruido este librito rojo entre 1966 y 1976, luego todo eso se disolvió en la nada. Ya casi nadie lo recuerda.

Por eso veo la suerte de este extraño libro chino como una alegoría de lo que puede significar el movimiento estudiantil de 1968 en este momento histórico de México. Nada claro. Muchas contradicciones. Fetichismo, pero no política. Mito y leyenda, interpretaciones maniqueas e ingenuas casi todas. Hechos e ideas bien olvidados por todos, aunque se grite y escriba que no se olvida nada; por ejemplo, en realidad nadie recuerda los nombres concretos de los muertos del 2 de Octubre en Tlatelolco, sólo se les rememora y utiliza como un montón de fantasmas anónimos, incluso se cree que todos fueron estudiantes participantes en el movimiento.

Lo único que está claro es que el presidente Díaz Ordaz fue quien más se equivocó esa vez, el que cometió los errores más garrafales; pero no está igual de claro que él sea el verdadero culpable de la masacre. Cuesta trabajo saber reconocer que los estudiantes cometieron errores garrafales de todo tipo y que las balas que dieron muerte a los caídos en Tlatelolco no fueron todas de armas militares o policiales. Nadie quiere ver con detalle que todo eso no pudo ser un hecho sólo nacional.

Si lo inolvidable del 68 mexicano y la matanza de Tlatelolco, como el Libro Rojo de Mao, ahora ya sólo son mito y leyenda, es decir, un relato maniqueo vulgar, entonces lo muerto de verdad es ya irrecuperable por completo, lo hemos perdido por nuestra usual desmemoria barroca ante la historia real. Y por eso este 2 de Octubre lo podrán usar como bandera de legitimidad revolucionaria hasta los expriistas como Muñoz Ledo, que no dudó en firmar cartas de apoyo a Díaz Ordaz por su forma de reprimir a los estudiantes. O sea, el proletariado en México sigue siendo un ente sin cabeza, un bulto que medio mundo arrastra y emplea para sus propios fines egoístas. Nos falta responsabilidad ética ante la interpretación de la historia.

Después de todo, lo que se pedía en el movimiento estudiantil de 1968 no eran cosas del otro mundo, y lograr que ingresaran tales demandas en la vida pública no es efecto exacto del movimiento y sus intelectuales, tal es la razón porque sólo es un fetiche dentro del discurso pragmático de una izquierda gris, tan gris y acomodaticia como la de entonces.

Saber usar la memoria para la libertad significa imaginar y producir el pasado, hacer cambiar sus interpretaciones, haciéndolas más justicieras y comprometidas. Con la memoria del 68 mexicano aún estamos en grave deuda, por eso es posible que en pleno siglo XXI estemos dando un giro hacia los tiempos del PRI a mitad del siglo pasado.

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