sábado 09 noviembre 2024

El periodista infalible

por Juan Manuel Alegría

La Humildad: Esencial

Es en el periodismo estadounidense donde se observa un mayor cumplimiento de esta norma ética: la de la disculpa pública; es también ahí donde un periodista es despedido (a veces junto con su editor y director) cuando comete graves faltas a las normas deontológicas.

Algunos muestran humildad, como Gay Talese, un icono del periodismo universal, quien, el pasado primer de julio, asombró a las audiencias al declarar que desautorizaba su último libro por falta de credibilidad. Explicó que ya no confiaba en su fuente: “Hice lo que pude en este libro, pero puede que no fuera lo suficiente […] ¿Cómo voy a promocionarlo si su credibilidad acaba de quedar en la basura?”.

La humildad que conlleva la rectificación y la disculpa no es la consideración de la pérdida de credibilidad de sus lectores; no significa debilidad, sino responsabilidad, cumplimiento de la ética profesional y respeto al público. Aceptar los errores y disculparse por ellos, redunda en un aumento de la credibilidad, porque el lector considera que el periodista será más cuidadoso en la verificación —y, lo contrario, si se descubre el error y no hay rectificación ni disculpa. Pero no hay muchos como Talese.

Ramón Lobo es otro prestigiado periodista. Nació en Venezuela pero desde los cinco años radica en España; estudió periodismo en la Universidad Complutense de Madrid; desde 1975 ha laborado en varios medios, como en la Agencia Pyresa, Radio Intercontinental, Heraldo de Aragón, La Voz de América y fue corresponsal de guerra El País durante más de 20 años. Ha recibido premios como el de periodismo Cirilo Rodríguez, asimismo es autor de varios libros y ha dirigido cursos para estudiantes de periodismo en la Universidad Rey Juan Carlos.

En varias ocasiones, en conferencias o entrevistas Lobo se ha referido a una frase que, en los últimos tiempos, se le ha adjudicado a George Orwell: “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques; todo lo demás son relaciones públicas”, incluso escribió un texto con ese título el 29 de octubre de 2015 en el portal español infolibre.

Pero, esa frase no es de Orwell, como demostramos en un artículo en el portal de etcétera: “Noticia es lo que alguien no quiere que se publique”; ¿de George Orwell?”, publicado el pasado 18 de enero 2016. (https://etcetera-noticias.com/articulo/42498).

El 27 de mayo pasado repliqué el texto y se lo adjunté a Ramón Lobo con el aviso: “No es de Orwell…”. Ese mismo día el periodista respondió:

“@yaguer_yaguar : Aquí tienes la prueba de que es de Orwell”, y me remitió a un enlace: http://quoteinvestigator.com/2013/01/20/news-suppress/.

La página de Quote Investigator es, precisamente, una de las que utilicé para desmentir la información falsa en torno a la autoría de Orwell y la mentada frase. Obviamente, el famoso periodista no leyó los textos (el mío y el de QI) —donde los investigadores indican que el 29 de enero de 1999, aparece en el New York Post una versión de esa locución y la adjudican por primera vez al famoso escritor y, mucho antes, a otros—, se conformó con enterarse solamente de lo enunciado en el título. Si dispusiera de unos minutos para leerlos sabría por qué ese pensamiento no es del autor de 1984.

A la respuesta de Lobo repliqué: “@ramonlobo: Ahí dice que no. Por favor lee todo el texto de QI, no solo el título; así notarás que lo tomo de base para el mío.”

Y eso fue todo. Ha pasado mes y medio y Lobo no ha demostrado la veracidad de esa sentencia tan utilizada por él, mucho menos aceptado su error y tampoco se ha disculpado con su público.

Ya no es fácil escapar 

Para un arrogante profesional de la información, acostumbrado a tener siempre la razón, que le señalen un error es un muy duro golpe a su vanidad. Un periodista soberbio olvida que la búsqueda de la verdad y la defensa del público están muy por encima de sus propios intereses.

Ahora es mucho más fácil detectar los errores o equivocaciones. Antes, el periodista hacía mutis y le dejaba el problema al tiempo; y al investigador, encontrar en la hemeroteca sus descuidos cínicos. Ahora cualquiera puede dejar en entredicho la calidad de un periodista y su error puede ser replicado muchas veces. Casi no hay forma de escapar a la auditoría de las audiencias. Cada vez más, también, los periodistas están relegando las frases cómplices y solapadoras como que “Entre gitanos no nos leemos la mano” o la vulgar “Perro no come perro” y criticar a sus pares.

Y esto es muy bueno. Asimismo la exigencia de las audiencias obliga a mejorar la calidad de los contenidos. El medio o periodista atrapado en un gazapo, equivocación o faltas graves se fijará en verificar la información, en seleccionar mejor sus fuentes, contrastar y corroborar esos datos.

Tal vez muchos periodistas no lo saben, pero hay encuestas que señalan el sentir de las audiencias, donde se nos acusa de infravalorar las demandas informativas del público; de sobrevalorar el deseo de la gente por el sensacionalismo; de rechazar las críticas de los lectores o de ser arrogantes en el trabajo informativo. “Los periodistas están desarraigados de sus comunidades y son cínicos acerca de la sabiduría popular, incluso rechazan el estudio del público como método para conocer su reacciones e intereses”. (Niceto Blázquez).

Nunca como ahora, la reputación y el prestigio del periodista habían estado en un escaparate de cristales claros. Y la disculpa es un mensaje de respeto por el público; un testimonio de que el periodista es como cualquier otro ser humano, que no se sabe ni se siente infalible.

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