De vez en cuando
me sorprende la visita
de seres provenientes
de lejanos cuerpos celestes;
seres que regresan únicamente
cuando el sol ya está oculto
y el viento sopla hacia el mar.
Me cuentan de aquello
que han vivido en sus
travesías llenas de tabaco,
cañas mal destiladas y besos
carentes de azul;
acuden a mi encierro
en búsqueda de respuestas,
que no puedo ofrecer.
Entonces se marchan,
llevándose tras de sí sus
andares
y dejando las sillas de la cocina
en blanco,
como si su paso
nunca hubiera sucedido.