De manera reiterada, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho mentiras al señalar que el 75% de los mexicanos no tiene acceso a internet y “que en el 75% del país no se puede hablar por celular”.
Este fin de semana, utilizó estas cifras equivocadas para justificar la creación de una paraestatal que centralice el servicio de internet para todo el país—usando la red de fibra óptica que tiene la CFE—, con el argumento de que las grandes empresas no están cumpliendo en su tarea de conectar al país, porque solo les interesan las grandes ciudades.
“Háganse a un lado”, les dijo. Tal cual.
Este mes de mayo (el día 3 y el día 11) López Obrador insistió en que solo el 25% por ciento de los mexicanos tienen acceso a internet. En enero dijo que la cifra era del 20%. Ambos porcentajes están equivocados y el propio Instituto Federal de Telecomunicaciones (de su administración) salió a desmentirlo el 17 de enero pasado.
El IFT dijo, en síntesis, que el presidente desconoce los parámetros internacionales con que se mide la conectividad. Se mide la cantidad de personas conectadas y la cantidad de hogares que tienen un servicio fijo de telefonía e internet, no si cada uno de los puntos geográficos del país tiene cobertura.
En realidad, y según cifras de la IFT ofrecidas a principio de año, para junio del 2018 el 88.4% de la población tenía telefonía e internet móvil con red 3G y el 84.1% tenía acceso a la velocidad 4G.
Asimismo, según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) del 2018, el 65.8%. tiene internet en su casa. Mal que le pese, estas cifras (que implican un crecimiento del 463% en accesos de fibra óptica y del 200% en líneas de internet móvil durante el sexenio de Enrique Peña Nieto) son producto de una de las “mal llamadas reformas estructurales”: la de telecomunicaciones.
La acusación hecha por el presidente a las empresas en el sentido de que su servicio se concentra en “las grandes ciudades” tiene un fondo de verdad, pero definitivamente tal situación no tiene el sesgo clasista que, de manera intencionada, quiere darle.
Resulta que, en la actualidad, la población mexicana es mayormente urbana. Es por eso que para avanzar en conectividad es necesario atender en primer lugar a las ciudades, que es donde la mayoría de la población se encuentra. Ese es un factor.
Otro factor es la infraestructura. Para ofrecer redes de telefonía e internet, es necesario contar con electricidad, tendido de fibra óptica, cableado, torres transmisoras y más. Hacerlo en zonas inaccesibles resulta más caro y difícil que en una población donde la infraestructura existe desde décadas atrás.
Así, el motivo de la menor cobertura en pequeñas comunidades es técnico, no de carácter discriminatorio (no es que no les importe “el pueblo”, definitivamente) y diversos operadores han manifestado estar trabajando en el tema.
A pesar de que desde enero el IFT corrigió los datos de AMLO, éste persiste en dar una impresión errónea sobre el estado de la conectividad en nuestro país y en atacar a los proveedores (Carlos Slim en primer lugar). Esto no puede ser sino una estrategia de desinformación con un propósito que ya ha quedado claro: estatizar el servicio de internet.
En dicha estrategia el presidente también ha empleado el recurso de dar la impresión de que ninguna empresa ha mostrado interés en ganar la licitación para el uso de la red de fibra óptica de la CFE. Ante ese supuesto desinterés, del cual la única noticia es la propia palabra del presidente, es que él sale a salvar el día: declara que no queda otro remedio más que crear una paraestatal que haga lo que las empresas privadas no quieren por “solo estar buscando la ganancia”: conectar a todo el país.
Según él, el Estado se basta solo y no necesita inversión privada. Sin embargo, la propia Secretaría de Comunicaciones y Transportes desmintió también esto. No existe, señaló, capacidad suficiente para que el actual gobierno cierre por completo la brecha digital sin recurrir a la colaboración con los proveedores de internet.
AMLO se regodea en el recuerdo de cuando el Estado “tuvo” que nacionalizar la industria eléctrica para poder llevar electricidad a todo el país, a los rincones donde los empresarios voraces, no querían llegar.
Si ese es su punto de referencia, mal estamos, porque el país no está plenamente electrificado, ya bien avanzado el siglo XXI. Y parece innecesario aclarar que el tendido de fibra óptica llega ahí donde llega la electrificación.
Como siempre, AMLO “tiene otros datos”: unos que están deliberadamente distorsionados para justificar su proyecto anticuado, estatista y populista.