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Una vez más, en su rueda de prensa matutina, el presidente Andrés Manuel López Obrador pidió al periodista Carlos Loret de Mola que informe cuánto dinero gana y lo instó a que “por voluntad propia” informe sus ingresos. Esto luego de que Loret difundió un reportaje sobre la vida de lujos de José Ramón López Beltrán, hijo mayor del Ejecutivo.

De acuerdo con nuestro recuento esta es la décima primera ocasión en que el presidente alude a Loret, luego de que él mismo había dicho que no volvería a referirse a él. En esta ocasión también volvió a referirse a otros periodistas como Jorge Ramos y Carmen Aristegui y, por primera vez, a León Krauze, para que informen cuánto ganan. Según el Presidente, Ramos y Krauze, que trabajan para Televisa, tienen sueldos desproporcionados.

CIUDAD DE MÉXICO, 21FEBRERO2022.- Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México. FOTO: MOISÉS PABLO/CUARTOSCURO.COM

El reiterado discurso del presidente ahonda en el déficit de explicación sobre el motivo de su agravio, que también es personal, desde luego que lo es: no puede explicar la vida de lujo ni los conflictos de interés en los que muy probablemente se halla involucrado. Pero esta vez, el presidente luce fuera de forma. El pañuelo que agita para decir que se acabó la corrupción está sucio, su gallo está desplumado y sus adjetivos están fuera de moda. Parece un cómico en declive diciendo los mismos chistes para resurgir. No es posible y él lo sabe, sus ojos abiertos y sus muecas desesperadas lo desnudan.

Sí, el pañuelo está sucio. Lleno de cifras y números aterradores que arroja la Auditoría Superior de la Federación,  irregularidades enormes, por donde quiera que se voltee. Los números son indignantes en Sedalmex, el Aeropuerto Internacional de Santa Lucía y el resto de las llamadas obras insignia de López Obrador. Irregularidades por 63 mil millones de pesos y, aunque el mismo auditor David Vázquez Colmenares quiera salir al quite, es mucho dinero como para nada más comprender irregularidades a subsanar. En todo caso, la ciudadanía y los medios están atentos.

El gallo de López Obrador está desplumado, se halla en declive su credibilidad y la sociedad comienza a reaccionar frente a tanta demagogia e ineficacia. Y el centro de esa reacción, quién lo diría, es defender la libertad de expresión.

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