Los lectores tienen presente la decisión editorial de esta revista sobre no difundir ni el video del niño cuando acciona el arma ni las fotos de sus víctimas. Con apego a la transparencia expusimos, y ahora lo reiteramos, que propalar aquel material es una franca violación a la ley y a los derechos de las víctimas, además de que no abonan el conocimiento de ese hecho desde ninguna perspectiva. Por ello también, condenamos que algunos medios de comunicación difundieran tanto las imágenes como el video en un claro desplante de sensacionalismo y en aras de captar más audiencia sin reparar en parámetros legales, éticos y profesionales. Pero también reparamos en que, por fortuna, hubo medios que determinaron no propalar ese material –son los casos de los portales del periodista Joaquín López-Dóriga y Excélsior, entre otros– además de que miles de usuarios de las redes sociales convocaron para que esa óptica tan tremendista e insustancial no tuviera mayor relevancia en la esfera digital y eso, sin duda, es un fuerte aliciente porque registra, aunque fuera un atisbo, un grado mayor de madurez en la expectativa de los ciudadanos para demandar de los medios mejor calidad informativa. Ya veremos lo que ocurre en las horas siguientes, por ahora tenemos la expectativa de que esa demanda se mantenga.