La Actors’ Equity Association, encargada de representar a actores y actrices de Estados Unidos, está considerando presentar nuevas reglas para las escenas de sexo en pantalla y el escenario, que evocan al Código Hays que impuso una censura moralista en Hollywood durante la primera mitad del siglo pasado.
Tras el escándalo Wienstein, la campaña #MeToo en las redes sociales vio a decenas de mujeres presentar denuncias de comportamiento sexual inapropiado, abuso y violación. Las propuestas, que se analizarán la próxima semana, descartan la desnudez en las audiciones y pruebas de cámara, además de sugerir la cobertura apropiada de genitales y podrían prohibir actos como compartir la saliva o el uso de lenguas durante los besos.
Varias actrices han dicho que fueron sorprendidas por besos agresivos usando lenguas durante el rodaje, y prominentes actores y directores de sexo masculino han sido acusados de comportamiento abusivo.
El código Hays era un sistema de reglas y restricciones de temáticas y tratamientos para la producción cinematográfico que determinaba, en las producciones estadounidenses, qué se podía ver en pantalla y qué no. Creado por la asociación de productores cinematográficos de Estados Unidos describía lo que era moralmente aceptable. Aunque fue establecido en 1930, se aplicó efectivamente desde 1934 y se mantuvo vigente hasta 1967, para dar lugar al sistema actual de clasificación por edades.
Algunas de las nuevas reglas para escenas de sexo que se han discutido son a) Los actores deberían ensayar escenas de besos ‘dándose un beso’ al principio; b) ‘No uso de lenguas’ a menos que director y ambos actores acepten por adelantado; c) ‘Sin mezcla de saliva, ya que es abusivo’; d) Sin desnudos ni tocamientos de genitales (siempre usar parches y barreras de modestia).
Asimismo, e) Los productores deben emplear un director de intimidad, para proteger a los actores en el set; f) Los actores deben ser informados con anticipación si necesitan desnudarse para una audición, y en ese caso, pueden traer consigo a una ‘persona de apoyo’.
Un código protector análogo ya está en marcha para actores en Nueva Zelanda, y se les recomienda que nunca hagan una escena de sexo desnudos o sin parches y barreras de modestia para cubrir genitales masculinos y femeninos.
La guía establece que “la ropa interior adicional puede eliminarse digitalmente durante la edición (si se está de acuerdo). Así que no hay ninguna razón para que dos intérpretes filmen sexo simulado completamente desnudos y con los genitales en contacto”.
Los llamados parches y barreras de modestia, utilizados frecuentemente para escenas de sexo, han sido poco fiables durante mucho tiempo; los actores han informado que son débiles y propensos a caerse. La estrella de Fifty Shades of Grey, Jamie Dornan, dijo que “esconder lo esencial en una pequeña bolsa de color carne” fue una experiencia peculiar.
Las nuevas regulaciones son propuestas poco tiempo después de que más de 190 estrellas británicas firmaran una carta abierta para convocar a una lucha mundial contra el acoso, el abuso y la impunidad en todas las industrias. Carey Mulligan, Keira Knightley y Emma Thompson están entre las más de 190 mujeres destacadas que han firmado una carta para pedir fin al abuso sexual.
Al mismo tiempo, las actrices anunciaron un fondo para apoyar a las mujeres y hombres que luchan contra el abuso en el lugar de trabajo, siguiendo el modelo del movimiento contra el acoso sexual Time’s Up. La exestrella de Harry Potter Emma Watson donó al fondo un millón de libras, según el sitio web Go Fund Me, mientras que Knightley y Tom Hiddleston figuran en la lista con 10 mil libras a cada una.
La noticia surgió durante la ceremonia de los Bafta Awards, realizada en Londres el domingo pasado, donde muchas de las estrellas se vistieron de negro en la ceremonia, como gesto de solidaridad con Time’s Up, mientras que los hombres usaron pins de apoyo.
Alguna vez, la actriz británica Helen Mirren declaró que no le importó desnudarse en un solo proyecto: el drama histórico erótico de 1979, “Calígula”, pese a ser fuertemente criticada después del lanzamiento. La polémica película protagonizada por Malcolm McDowell y Peter O’Toole, se ha convertido en un film de culto. En cuanto a la razón por la cual a Mirren no le importó su escena desnuda en el drama sexualmente abierto fue que todos estaban desnudos; “fue como ir a un campamento nudista todos los días”, en esa película te sentías avergonzada si fueras la única con ropa”, bromeó a People.
Pero ha habido casos contrarios; a la estrella de ‘Last Tango in Paris’, Maria Schneider, le fue completamente desagradable una escena de sexo anal simulado, que ya tenían preparada y ensayada pero en la que le ocultaron hasta el momento final que su coprotagonista Marlon Brando simularía usar mantequilla como lubricante.
El director, Bernardo Bertolucci, ha explicado que había querido la reacción de Schneider “como mujer, no como actriz”; pero ella, entonces de 19 años, dijo que se sintió humillada y ‘un poco violada’. La escena de sexo de Julie Christie y Donald Sutherland en la película de terror de 1973, ‘Do not Look Now’, llegó a considerarse infame (infamous).

El código Hays marcó un antes y un después en Hollywood; la época ‘pre-code’ hace referencia al periodo comprendido entre la introducción del sonido, finales de los años veinte, y la aplicación del Código de Producción de Películas (Motion Picture Production Code) que recogía las directrices de la autocensura, establecida por los estudios; en 1934 el Código de Producción de Películas pasó a denominarse, incorrectamente, ‘Código Hays’.
Aunque el código fue adoptado en 1930, el proceso de supervisión era deficiente, motivo por el cual no se aplicó de forma rigurosa sino hasta el julio de 1934; antes de esa fecha, el contenido de las películas estaba más restringido por la legislación local, las negociaciones entre el Comité de Relaciones Cinematográficas (Studio Relations Commitee) y los grandes estudios, así como la opinión popular, a menudo ignorada por los productores de Hollywood.
A finales de la década de los veinte y principios de los treinta, las películas incluían insinuaciones sexuales, mestizaje, consumo de drogas ilegales, infidelidad, aborto, violencia intensa y homosexualidad. La figura de la mujer fatal dominaba películas como Female, Baby Face y Red-Headed Woman; los gángsteres de Public Enemy, Little Caesar y Scarface parecían más bien héroes que villanos.
Además, las películas mostraban aspectos de índole íntima de la dimensión femenina que no fueron retomados sino hasta mucho tiempo después; los personajes malvados sacaban provecho de sus acciones, a veces sin mayores repercusiones, y el consumo de drogas constituía el argumento principal de varias películas.
Los películas de la época pre-code eran más cortas que las actuales: tenían una duración de poco más de una hora. Muchas de las grandes estrellas de Hollywood como Clark Gable, Barbara Stanwyck y Edward G. Robinson dieron sus primeros pasos en esa época. Sin embargo, otras estrellas que triunfaron entonces, como Ruth Chatterton, Lyle Talbot y Warren William (alias «el rey de la época pre-code»), quedaron en el olvido.
Desde finales de 1933 hasta la primera mitad de 1934, el clero católico de EU lanzó una campaña en contra de lo que consideraba “la inmoralidad del cine estadounidense”. Eso, junto con las investigaciones sociales de aquel momento (que indicaban que las denominadas películas “malas” podrían fomentar los malos comportamientos) y la posibilidad de que el Gobierno controlase la censura cinematográfica, ejerció la presión necesaria para que los estudios aceptaran una mayor autosupervisión.
Will H. Hays fue contratado por los estudios de Hollywood en 1922 para limpiar la imagen de estos, dañada por los escándalos protagonizados por los actores. En 1929, Martin Quigley, editor laico católico de la revista cinematográfica Motion Picture Herald, y el presbítero jesuita Daniel A. Lord redactaron un código de normas cinematográficas (que agradó mucho a Hays) y lo presentaron a los estudios.

El sacerdote se mostró preocupado por los efectos negativos que el cine sonoro pudiera tener sobre los jóvenes, que, según él, eran más susceptibles de sucumbir a los encantos del celuloide. En febrero de 1930, varios directivos ─entre los que se encontraba Irving Thalberg de Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)─ se reunieron con Lord y Quigley y, después de algunas revisiones, suscribieron las estipulaciones del código.
Uno de los motivos principales que impulsaron la aceptación del código fue evitar la intervención directa del Gobierno. La organización Studio Relations Commitee (SRC), presidida por el coronel Jason. S. Joy, era la encargada de supervisar la producción cinematográfica, así como de informar a los estudios de las modificaciones y los cortes impuestos.
El código estaba dividido en dos partes: la primera comprendía una serie de “principios generales”, la mayoría de ellos relacionados con aspectos morales, mientras que la segunda parte hacía referencia a una serie de “normas específicas” (lista de contenidos que no podían representarse).
Algunas restricciones, como la prohibición de la homosexualidad y el empleo de un vocabulario injurioso, no se mencionaban explícitamente pero se deducían sin una alusión directa. El código prohibía, también, las relaciones interraciales y determinaba que la calificación “solo para adultos” sería una estrategia poco efectiva y ambigua que podría dificultar su aplicación.
Sin embargo, permitía “a los adultos entender y reconocer con facilidad, sin perjuicio de la legalidad, aquellos aspectos que influyeran de forma negativa en el comportamiento de los jóvenes”, y contemplaba “la posibilidad de producir películas inspiradas en pensamientos criminales”, siempre y cuando los hechos estuvieran implícitos y los jóvenes supervisados.
El código no solo determinaba aquello susceptible de exhibirse en pantalla, sino que, además, defendía los valores tradicionales; las relaciones extramatrimoniales no podían escenificarse como atractivas, de modo que pudieran levantar pasiones, ni tampoco representarse como adecuadas.
Todas las acciones delictivas debían castigarse: ni el crimen ni el criminal podrían suscitar compasión alguna por parte del público. La figura de la autoridad debía tratarse con respeto y el clero no podía representarse en tono cómico o pérfido. Sin embargo, en determinadas circunstancias, los políticos, la policía y los jueces podían cometer delitos, siempre y cuando quedara claro que se trataba de una excepción a la regla.
El documento íntegro incluía matices católicos y estipulaba que el séptimo arte debía manejarse con cuidado para evitar “conductas inmorales” y evidenciar así que su “profundo sentido moral” era indiscutible. Al principio, la influencia católica se mantuvo en secreto.
El mensaje repetido a lo largo del código era: “de principio a fin, el público capta con toda certeza que lo malo es castigado y lo bueno es recompensado”. El código incluía un anexo que regulaba los textos y las imágenes publicitarios.
El 19 de febrero de 1930, el semanario Variety publicó los contenidos íntegros del código y vaticinó que los criterios de censura que este recogía quedarían en breve obsoletos. Los hombres encargados de aplicar el código, Jason Joy, director del Comité hasta 1932, y su sucesor, Dr. James Wingate, no fueron del todo eficientes.
Uno de los motivos por los que se rechazó el código fue el hecho de que algunos consideraron esa censura puritana, en especial los independendistas de los años veinte y principios de los treinta. Este fue un período en el cual, en ocasiones, se ridiculizó la época victoriana por su perfil ingenuo y retrógrado.
Cuando el código se publicó, el diario liberal The Nation lo criticó ferozmente. La publicación manifestó que si el crimen nunca se escenificaba bajo una perspectiva benévola, esto también afectaría por igual y de forma literal a la “ley” y a la “justicia”. Por lo tanto, acontecimientos como el «motín del té» (en inglés, Boston Tea Party) no se podían representar. Tardó unos pocos años en imponerse completamente en la industria; para 1934, su uso era extensivo y dominante.
(Con información de The Daily Mail y The Sun)
aml