Donald Trump es un juglar en Internet. Sus tuits muestran la simpleza, no por ello menos preocupante, del presidente estadounidense. No es un estratega en ningún campo y mucho menos en la Red de redes. En cambio el político que con más sagacidad y malicia influye y amaga a través de las redes sociodigitales es Vladimir Putin. No lo hace de manera abierta. De forma subrepticia, el gobierno ruso cuenta con un ejército de internautas que siembran mensajes falsos para confundir a los ciudadanos en otros países.
De esa manera Putin ha apoyado movimientos ultra nacionalistas. Apuesta, hasta ahora en varias ocasiones con éxito, por la fractura de las sociedades. Se trata de una lógica elemental, divide y vencerás. Hasta ahora la desazón de los ciudadanos con las democracias que han construido, junto con la existencia de sectores de ultraderecha que reivindican posiciones excluyentes, han propiciado el avance de esa política de rupturas y escisiones.
En Estados Unidos, varios comités del Congreso investigan las dimensiones de la interferencia rusa en las elecciones presidenciales de hace un año. Nadie discute si los rusos se metieron o no en el proceso electoral, sino de qué tamaño y merced a cuáles mecanismos ocurrió esa injerencia. El instrumento más importante utilizado por el gobierno de Putin, fueron las redes sociodigitales. Se ha podido documentar que la Agencia de Investigación de Internet, vinculada con el Kremlin, mantiene a centenares de “troles” que se dedican a colocar noticias falsas.
En junio de 2015, el magazine dominical de The New York Times publicó un espléndido reportaje sobre la sede de La Agencia en San Petesburgo. Se trata de “una granja de troles”, escribió el periodista Adrian Chen. Los troles son usuarios que emplean identidades falsas para molestar o para difundir mensajes específicos. Hace más de dos años, la Agencia tenía por lo menos 400 empleados. “Al trabajar todos los días para diseminar la propaganda del Kremlin, los troles pagados hacen imposible que el usuario normal de Internet pueda distinguir la verdad de la ficción”, explicó Chen. Esos troles, a su vez, crean “bots” (abreviatura de robots) que son cuentas automatizadas, sobre todo en Twitter, que replican mensajes de manera masiva. Un trol puede controlar miles de bots.
De allí han salido mensajes para respaldar la política económica de Putin entre los rusos, pero también versiones falsas que han acompañado los procesos electorales más destacados en otros países. Hace un par de días la revista Wired, en su edición para el Reino Unido, confirmó que en 2016 hubo una coordinada manipulación de mensajes en Twitter, a través de centenares de cuentas falsas, para favorecer la votación por el Brexit, es decir, la ruptura con el resto de Europa. Por otra parte una indagación de los profesores Marco T. Bastos y Dan Mercea, en la City University de Londres, identificó más de 13 mil cuentas sospechosas de ser falsas desde la cuales, poco antes del referéndum de junio del año pasado, fueron enviados mensajes de odio para crear un clima de persecución contra los migrantes en el Reino Unido.
En Estados Unidos los mensajes rusos se apoyaron en grupos de ultraderecha (como el fundamentalista sitio de noticias Breitbart News) para desperdigar versiones falsas, especialmente acerca de Hillary Clinton. En su reciente libro Qué ocurrió, esa ex candidata recuerda: “los troles rusos postearon historias que decían que yo era una asesina, lavadora de dinero y que padecía la enfermedad de Parkinson. No conozco a nadie que haya creído esas cosas incluso si lo ha leído en Facebook (aunque a menudo es difícil de decir cuándo se trata de un legítimo artículo noticioso y cuándo no), pero quizá si estás suficientemente disgustado, aceptarás cualquier cosa que refuerce tu punto de vista”.
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