Claro ejemplo de la habilidad manipuladora y tramposa de Andrés Manuel para evadir y tergiversar informaciones que le son adversas es el manejo que ha hecho del mensaje del Secretario norteamericano de Estado, Antony Blinken, acerca de la preocupación de su gobierno ante las amenazas que sufren los periodistas mexicanos.
Lo primero que hizo el Presidente fue, como acostumbra, descalificar al emisor, al asegurar que “está mal informado o actúa de mala fe”. Luego, negar que el asesinato de periodistas sean crímenes de Estado, lo que en ningún momento dijo el funcionario estadunidense. Y, finalmente, envolverse en la Bandera Nacional para afirmar que el gobierno gringo actúa “de manera injerencista” y proclamar que México no es colonia de Estados Unidos ni es un protectorado, sino un país libre y soberano.
El mensaje de Bliken difundido a través de su cuenta de Twitter ponía textual:
‘’El alto número de periodistas asesinados en México este año y las continuas amenazas que enfrentan son preocupantes. Me uno a quienes piden mayor responsabilidad y protección para los periodistas mexicanos. Mi corazón está con los seres queridos de aquellos que dieron su vida por la verdad”.
López Obrador puso énfasis en que en el caso de los asesinatos de cinco periodistas en lo que va de este año avanzan las investigaciones y no hay impunidad. Sin embargo, evadió hábilmente la otra causa de preocupación del gobierno estadunidense que es el de las continuas amenazas de que son objeto los informadores. Obvio: es lo que directamente lo involucra a él. Le pega.
Amenazas como las que cotidianamente ha hecho en las últimas semanas a raíz del reportaje sobre la vida opulenta de su hijo en una mansión de Houston contra periodistas y medios que según él obedecen a intereses aviesos y se confabulan con las más oscuras fuerzas conservadoras y neoliberales en contra de la transformación que dice encabezar. Lo hace además en su calidad de Presidente de la República, el hombre más poderoso de este país, generalmente desde el púlpito de Palacio Nacional y utilizando medios y recursos públicos. En el clima de polarización que él mismo ha propiciado, la pura mención de un periodista como su enemigo, constituye una amenaza directa y un riesgo evidente para su seguridad personal y familiar.
De hecho, una constante del mandato del tabasqueño a lo largo de su gobierno ha sido su actitud hostil hacia los medios de comunicación, los conductores de noticieros y los analistas, articulistas o columnistas críticos. No es por ignorancia sobre los géneros periodísticos que confunde la información con la opinión. Es una estrategia. Eso le permite afirmaciones tan falaces como el que desde Francisco I. Madero no ha habido un presidente tan atacado por la prensa como él. Revuelve, para confundir, la información con lo que llama “ataques”. Y sobre todo, busca siempre evadir flagrantemente los datos informativos, duros, que le son adversos, y que nunca contesta. Descalifica y ataca al periodista y su medio en uso de su “derecho de réplica”, dice él, pero nunca aclara ni desmiente.
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