Ahora que la corrupción vuelve a ser un tema público, creo que podemos tratar de entenderlo, para ver si le buscamos una solución de verdad, en lugar de utilizarlo como arma política, como se ha hecho en los últimos 50 años, sin mejora de ningún tipo.
Un modelo que nos puede ayudar es el que se conoce como agente-principal. Consiste en que el principal (el jefe) le encarga una tarea al agente (el subordinado). El principal no puede observar bien qué hace el agente, y éste tiene intereses propios. Se trata entonces de encontrar mecanismos para evitar que el agente engañe al principal.
El agente puede esconder información, por ejemplo, incluso desde antes de que se le comisione la tarea. Puede fingir que sabe cómo resolverla, aunque no tenga idea. Una vez a cargo de ella, puede mentir al principal continuamente, diciendo que las cosas van requetebién, ocultando información, tergiversándola, presentando otros datos. Cuando no hay manera de ocultar las fallas, puede culpar a otras personas, al pasado, a las malas costumbres de los clientes.
Cuando hay dinero involucrado, el agente puede utilizarlo para otros fines diferentes a los que se había comprometido, sea para llevarlo a su casa, para conseguir otro trabajo, mejorar su posición, o lo que sea.
Cuando este tipo de acciones ocurren en el sector privado suelen llamarse fraude, pero en el gobierno las llamamos corrupción. No se resuelven fácilmente. Primero, es cierto que hay personas más respetuosas de su trabajo y menos oportunistas. Por ejemplo, una persona que suele cumplir la ley seguramente será un agente menos abusivo que otra que por décadas la ha despreciado. Es decir, lo primero que debemos hacer para resolver el problema es mejorar los mecanismos de selección utilizados para contratar al agente.
En segundo lugar, pueden mejorarse los mecanismos de vigilancia sobre el agente. Esto puede hacerse mediante entregas más frecuentes de información, sujetas a verificación, o mediante la intervención de un actor independiente que confronte lo que el agente informa.
Finalmente, las características del principal son importantes. Cuando el principal es una persona, su capacidad de monitorear al agente es mayor que cuando el principal es un grupo. Precisamente por eso cuesta trabajo controlar a los directores de empresa cuando su jefe es un consejo de administración. Si ese principal es un grupo inmenso, como ocurre cuando el agente es el “gobierno”, esto resulta muy complicado.
Note usted que en un régimen autoritario, el principal no es el “pueblo”, sino el autócrata en funciones, o la oligarquía. Por eso durante el régimen de la Revolución, el saqueo era organizado, mientras que en los pocos años de democracia que llevamos adquirió niveles trágicos.
Nada de esto es novedoso o revolucionario, pero sí permite tener en una página las razones por las cuales es importante la transparencia (vigilancia), la división de poderes (actores independientes que vigilan y confrontan), los organismos autónomos (lo mismo), y las campañas electorales, con los gritos y sombrerazos que incluyen, que son una forma de evitar la contratación de personas muy incapaces.
Desafortunadamente, en los últimos años, en todo occidente, las campañas dejaron de ser ese mecanismo de selección para convertirse en alcantarilla emocional. Como hemos comentado en otras ocasiones, esto es producto del cambio en tecnologías de comunicación, que ha reducido el nivel de los vigilantes del siglo XX: medios y academia.
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