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Gil está impresionado. El asunto del espionaje telefónico a periodistas, defensores de derechos humanos y activistas contra la corrupción ha dado unas vueltas aparatosas: primero la negativa del gobierno, a mí que me esculquen; luego, la molestia, casi la amenaza del Presidente de la República, a quién o a qué hemos dañado, vamos a investigar a estas víctimas porque ya me tienen hasta el copete; más tarde, en Lagos de Moreno, un Presidente menos descompuesto dijo que había confusión y que él era el primero en defender la libertad de la expresión; no había terminado el relato del espionaje: la Procuraduría General de la República anunció que ha integrado un “grupo de apoyo técnico” en el que participarán el Buró Federal de Investigaciones (FBI, por su sigla en inglés), un organismo dependiente de las Naciones Unidas (ONU), de la Asociación Mundial de Operadores Móviles (GSMA), del Instituto Politécnico Nacional, entre otras instancias. Ricardo Sánchez Pérez del Pozo, titular de la Fiscalía para la Atención de Delitos contra la Libertad de Expresión, informó sobre este plan de investigación ministerial.


Ausencias


Por cierto, en esta investigación faltan Perry Mason (personas sin edad, ni pregunten), Glen Close en su papel irrepetible de Damages y los protagonistas de Law and Order. Somos muy raros, pasamos de amenazar a las supuestas víctimas de un espionaje a formar un equipo de apoyo de dar miedo y mieda.


Si viviera John Edgar Hoover, primer director del FBI, sería contratado por el gobierno para aclarar el espionaje. Gil tiene miedo: si el gobierno resultase culpable, ¿a quién acusar? Si Gil fuera Raúl Cervantes, estaría temblando de angustia y desesperación. En fon, igual y nada pasa.


Más información: http://bit.ly/2shFRMQ

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