El gobierno de Claudia Sheinbaum en la Ciudad de México entregó el año pasado cerca de 200 mil “kits a base de ivermectina” a personas que habían dado positivo por COVID -19, “sin decirles que eran sujetos de un experimento sobre la eficacia del fármaco”.
The British Medical Journal publicó un artículo relacionado con la polémica por la entrega de ivermectina a pacientes de COVID-19 en la Ciudad de México, en un caso que ha dado la vuelta al mundo y que incluso ha sido comparado con los experimentos que hacían los Nazis en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial.
En la publicación, su autor Owen Dyer ofrece un resumen del caso, en el que la revista SocArXiv de la Universidad de Maryland retiró por problemas éticos un estudio hecho por el Gobierno de Ciudad de México en 2021 sobre el uso de la ivermectina en pacientes con coronavirus.
El caso desató un escándalo porque el gobierno capitalino entregó miles de dosis de dicho medicamento en los kits médicos que distribuyó entre la población infectada de SARS-CoV-2 a pesar de que desde el 31 de marzo de 2021 la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó no utilizarlo.
El artículo publicado por el BMJ menciona el caso de cuatro reclusos en Arkansas que sufrieron efectos secundarios después de que el médico de la cárcel del condado de Washington trató con altas dosis de ivermectina su COVID-19 sin que ellos lo supieran.
Dyer refirió que a los reclusos se les dijo que su tratamiento consistía en vitaminas, antibióticos y esteroides, pero en realidad se les estaba suministrando ivermectina, lo que provocó en ellos problemas de visión, diarrea y sangre en las heces, entre otros síntomas.
El caso ha provocado comparaciones en los medios con el infame experimento de Tuskegee, en el que se les dijo a hombres negros en el sur de Estados Unidos que serían tratados por sífilis, pero en realidad solo estudiaron el curso natural de la enfermedad sin darles tratamiento”, cita el texto.
En diciembre de 2020, la Secretaría de Salud de la ciudad comenzó a distribuir miles de botiquines médicos que contenían aspirina, el antibiótico azitromicina e ivermectina entre las personas que habían dado positivo a COVID-19. En ese momento, el acceso a las vacunas todavía era muy limitado y el uso de la ivermectina tenía algunos precedentes. Pero la evidencia era suficiente como para desaconsejar fuertemente su uso como estrategia de salud pública, incluida en la prevención de hospitalizaciones.
Pero la jefa de gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y su equipo decidieron continuar con la estrategia. Su gobierno gastó casi 1.5 millones de dólares en los botiquines médicos.
A medida que fueron creciendo las preguntas, las autoridades de Ciudad de México se plantaron firmes en su postura. “Es un antiparasitario extremadamente seguro; su uso es masivo y no tiene efectos secundarios que pongan en riesgo a la población”, dijo la secretaria de Salud de la ciudad, Oliva López Arellano.
A pesar de la existencia de información que contradecía las garantías de López Arellano, la distribución de ivermectina continuó durante meses. Los beneficiarios no fueron informados sobre el debate en torno al medicamento.
“La falta de consentimiento informado y el uso de un fármaco no aprobado para esa condición es muy preocupante”, dijo el epidemiólogo mexicano Jaime Sepúlveda, quien dirige el Instituto de Ciencias de la Salud Global de la Universidad de California en San Francisco. “Incluso la compañía farmacéutica que produce la ivermectina (Merck) recomendó que no se utilizara como tratamiento para el COVID-19”.
Todo podría recaer sobre Sheinbaum, una científica de formación que se define a sí misma como una “gobernante obsesiva”. También considerada como heredera política del presidente.
Ella misma se ha autodefinido como víctima de una oscura conspiración “conservadora”. Sin embargo, no ha explicado cuánto sabía Sheinbaum y qué cosas autorizó sobre este experimento.