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¿Y después de las amenazas y chantajes reales e imaginados, vamos a regresar –así nomás— a nuestro encono y discordia de todos los días, convertida ya en cotidiana normalidad? Todo parece indicar, que sí, que a la crisis provocada por las declaraciones de Trump y sus resultados, le seguirá más polarización, más división, el reforzamiento de nuestro muro interior. Y si no ¿a cuenta de que idea laica tomó la palabra el pastor evangélico en la ciudad fronteriza, para tirarnos un sermón en cadena nacional y frente al gabinete y al mismo Presidente? Es una lástima, una rendija abierta pero clausurada con la rapidez de nuestra grilla tóxica, circular y cada vez más aburrida.

Quiero decir: lo que pasó durante estas semanas es una dosis de una medicina con la que hemos vivido y viviremos en lo sucesivo, en cantidad e intensidad cada vez más altas. Y si no modificamos las relaciones políticas internas, estamos condenados a vivir a golpes de shocks, con respuestas provisionales, concesiones en serie, chivos expiatorios resignados a la ira racista del gobierno norteamericano.

Pero ¿qué podemos y qué debemos hacer? Tomo el documento El triunfo de la ira del IETD, y desde 2017, no encuentro proposición básica, mejor articulada (puede consultarse: https://tinyurl.com/y2dwhtko).

En ese texto se imagina una agenda basada en la continua afirmación de principios esenciales que deberían ser la base de la diplomacia mexicana en todo momento, foro, espacio, encuentro o iniciativa internacional. A partir de mañana.

Debiéramos insistir y volver, una y otra vez, a los principios, a los derechos y leyes, comenzando por las de Estados Unidos, país que —a pesar de Trump— cuenta con un régimen de protección en el que es preciso insistir y hacer respetar. Me imagino que ése es el deber número uno del cuerpo diplomático en México.

Más aún: la acción de la política exterior mexicana debería abrirse en varias direcciones: frente al Ejecutivo estadunidense, al lado de los estados y las ciudades civilizadas que han comprendido la gravedad de la ofensiva trumpista. Para empezar, Nueva York, Los Ángeles y Chicago. Y por supuesto un activo trabajo de información y reporte de la situación real en las Naciones Unidas. La Secretaría de Relaciones Exteriores no debería estar sometida a la ciega austeridad, pues en estos momentos, más que siempre, tiene en sus manos una tarea y una responsabilidad inmensa.

No nos engañemos: buena parte de la negociación estuvo acompañada de las presiones políticas y económicas que ocurrieron “de aquel lado”. Por eso y como nunca hay que entablar o restablecer el diálogo con dirigentes políticos y representantes en E.U., en el Partido Republicano y Demócrata, en todos los niveles de representación y en todo el país.

En la misma dirección, el Gobierno mexicano debe respaldar a las organizaciones de migrantes en Estados Unidos que suelen ser la referencia más cercana a nuestros compatriotas que viven en aquel país cuando requieren apoyo legal. Y contra la política de la mentira, México debió empezar, hace tiempo, una masiva campaña de información acerca de los hechos, la diversidad, las contribuciones y los beneficios reales que los Estados Unidos reciben de su relación con nuestro país y con los mexicanos.

En fin, de algo estamos seguros: vamos a vivir bajo amenaza, y el gobierno del presidente López Obrador no puede ni debe encarar solo un desafío con un triple carácter: nacional, regional y universal. Esta circunstancia requiere de un esfuerzo de conciliación, interlocución y acción por parte de los más variados sectores. No entenderlo es incurrir en el peor de los cálculos: utilizar la sistemática amenaza exterior para aceitar la grilla y la polarización interior.

Y no caer en el doble espejismo: ni apostar por una supuesta “moderación” de Trump y por otro lado, la chabacana esperanza de que el gobierno podrá saltar a los chantajes, con operaciones urgentes y mucha buena suerte.

Lo que se cedió es mucho, a cambio de salvar una advertencia. Hay que extraer las lecciones correctas o seguiremos pagando, una y otra vez, los caprichos y necesidades políticas del personaje norteamericano que encarna lo peor de esa nación y su incontinente ira.


Este artículo fue publicado en La Crónica de Hoy el 9 de junio de 2019, agradecemos a Ricardo Becerra su autorización para publicarlo en nuestra página.

Autor

  • Ricardo Becerra Laguna

    Economista. Fue subsecretario de Desarrollo Económico de la Ciudad de México. Comisionado para la Reconstrucción de la Ciudad luego de los sismos de 2017. Presidente del Instituto para la Transición Democrática.

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