Algunas feministas que han apoyado al obradorismo desde hace años están decepcionadas y sorprendidas porque, de quien esperaban un claro respaldo a su movimiento, reciben rechazo e indiferencia.
Si el PRI y el PAN han mostrado desdén y hasta oposición a las libertades de conciencia y derechos de las mujeres, se podía suponer que un partido que se presenta como de izquierda progresista iría con todo en apoyo de esas causas. Pero no.
Sin embargo, no debiera haber sorpresa, pues desde siempre López Obrador mostró un alto grado de indiferencia a tales causas. En un libro escrito antes de la elección, toqué ese tema pronosticando que AMLO no se mostraría entusiasmado por esa agenda (2018, ¿AMLO presidente? 2007). Ahí señalaba:
“Fue Marcelo Ebrard, no López Obrador, quien impulsó (las) libertades en la capital. López Obrador suele evadir esos temas. Ha dicho que no son prioritarios (aunque lo sean para las personas afectadas por la falta de esas libertades), y que tales derechos deben ser sometidos a consulta popular, olvidando que los derechos humanos, cuando han sido reconocidos como tales, no pueden estar sujetos al escrutinio de las mayorías pues fácilmente se puede caer en lo que temían los Padres Fundadores de Estados Unidos; una tiranía de la mayoría. Al respecto escribió Ángel Gilberto Adame: ‘La pretensión de llevar a consulta pública derechos humanos que ya fueron reconocidos en México muestra algo más que la mojigatería encubierta del presidente de Morena y es su desconocimiento absoluto de la legislación y las facultades del poder judicial del país que aspira a dirigir’ (“La encrucijada de López Obrador”. El Universal/20/V/17).
“En sus libros, AMLO no dedica espacio ni interés a tales temas, sino acaso una mención aislada. En junio de 2015, declaró al ser interrogado sobre su postura en estos temas: ‘Lo fundamental es la honestidad, eso (las libertades de conciencia), con todo respeto y autenticidad, lo considero como algo no tan importante; lo importante en México es que se acabe la corrupción; nada ha dañado más a México que la corrupción”.
“La pregunta aquí sería, ¿no es posible combatir la corrupción si se aceptan las libertades de conciencia? ¿Son luchas antagónicas y excluyentes? ¿No pueden establecerse diversas políticas públicas simultáneamente para afrontar la problemática de un país tan complejo como México? ¿Tiene que erradicarse la corrupción del todo antes de regular las libertades de conciencia? Algunos consideran que tal indiferencia de López Obrador hacia estos temas se debe a su pragmatismo electoral (para no confrontar a los amplios sectores conservadores en México). Pero es más probable que ello se deba a sus propias convicciones (de inspiración bíblica)” …
“En la medida en que el PRD ha entrado en franco declive, la pregunta y preocupación es, ¿quién sostendrá e impulsará las libertades de conciencia? El PRD podrá seguir en ello, pero no tendrá ya la fuerza para hacerlo eficazmente. Y sin un PRD fuerte, los demás partidos podrán más fácilmente meter reversa. Quizá Morena no forme parte de ese esfuerzo regresivo (que sí despliegan tanto el PAN como el PRI), pero nada indica que hará algo importante y eficaz por impedirlo, y mucho menos para impulsar la agenda libertaria… De tal manera que la eventual sustitución del PRD por Morena como eje de la izquierda pondría en riesgo los avances que con gran dificultad se han dado en la promoción y defensa de esos derechos y libertades, propios de un país moderno, incluyente y tolerante, de una sociedad abierta que México jamás ha sido cabalmente”.
Era pues esperable que ocurriera lo que está sucediendo, y la mayor y emblemática confirmación de eso es la ratificación de Félix Salgado Macedonio como candidato, no tanto a partir de sus méritos, sino a pesar de sus vicios y sucia trayectoria, gracias al abierto y contundente respaldo de su compadre, el presidente apático.