En octubre de 2016 salió el disco “You Want It Darker”, de Leonard Cohen. Lanzado pocas semanas antes de su muerte, el artista redefinió su poética mientras cantaba sobre el dejar ir, el miedo al vacío y la nostalgia. Tres años después, sale la obra póstuma “Thanks For The Dance”, con grabaciones hechas en su lecho de muerte y terminadas por su hijo, Adam. Primera pregunta: ¿hay algo qué añadir?
Si somos sinceros, hay razones para desconfiar de las obras póstumas. Por ejemplo, en 1995 Queen lanzó “Made In Heaven”, que incluía las últimas grabaciones de Freddie Mercury antes de morir en 1991, y después de haber lanzado el contundente “Innuendo”. Aunque pudieron haber presentado un sólido EP con las cuatro o cinco canciones que surgieron de aquellas sesiones, la banda optó por añadir canciones solistas reelaboradas e ideas que se habían desechado a lo largo de los años. Fue justo esa entrega de roperazos lo que hizo que el resultado final sonase flojo.
Volvamos a Cohen. A la primera escucha suena a un auténtico disco del poeta: instrumentaciones escuetas, sonidos acústicos, coros femeninos y algún toque de exotismo. Entre los colaboradores se encuentran viejos amigos como Jennifer Warnes, Sharon Robinson, Javier Mas y Patrick Leonard como músicos de generaciones más recientes como Beck y miembros de Arcade Fire.
Fue en la segunda escucha cuando las letras se desenvuelven y pasan del nihilismo de “You Want It Darker” al desmantelamiento progresivo del artista y su obra de vida; aunque eso no es necesariamente algo malo.
El disco abre con “Happens To The Heart”, donde habla de sus búsquedas, luchas y fracasos como artista y persona. Ese tema, con algunas variantes, ha estado en su poética, como el lugar que ocupa en el canon musical en canciones como “Tower of Song”, o pasajes en sus novelas como “Beautiful Losers”, donde habla de la eterna búsqueda de unión y solaz y la fatalidad del cambio. Pero esta vez se despide del tema en la última estrofa: “I fought for something final, not the right to disagree”.
En “Moving On” no sabemos si le canta a una mujer, a su ausencia o a la idea de la ausencia en sí misma. Y mientras en su obra las evocaciones estaban llenas de deseo y erotismo como en “Take This Longing”, donde le dice a su pareja cuánto le atrae su desnudez, desde el umbral de la muerte habla desde el cuerpo que está a punto de dejar: Your beauty ruled me, though I knew ‘twas more hormonal than the view.
Un autor que inspiró a Cohen a escribir fue Federico García Lorca. Tanto así que nombró Llorca a su hija. En 1998 llegó a tomar el “Pequeño vals vienés” el poemario “Un poeta” en Nueva York y la tradujo en “Take This Waltz”. En su obra póstuma vuelve a revisitar a su ídolo con “The Night Of Santiago”, donde habla de un romance fugaz e intenso, donde todo se entregó físicamente sin saber nada de la pareja.
Los fans de Cohen conocíamos la canción que da título al álbum, “Thanks For The Dance”, gracias a la interpretación que hizo una ex colaboradora y pareja, Anjani Thomas. En esta pieza, sobre la vida de una pareja, el arreglo es más austero y la voz cansada del poeta arroja otros tonos agridulces a lo que ya conocíamos.
En 1993 Cohen cantaba en “Anthem” que había fisuras en todo y así era como entraba la luz. En “It’s Torn”, habla ya de desgarros, definitivos y fatales. Todo está así desde donde se encuentra, aunque quizás un poco menos cuando se habla de misericordia.
En la siguiente canción, “The Goal”, nos habla de su día a día, confinado en su cuarto mientras ve la vida que se desarrolla afuera. No del todo vivo ni del todo muerto, se siente cada vez más cercano a la meta mientras salda sus cuentas del alma.
Aun debajo del erotismo y en momentos la depravación, lo espiritual siempre estuvo presente en su obra. Especialmente él, que siempre fue profunda y universalmente judío. Incluso llegó a ordenarse como monje budista en un monasterio zen. Ambas cosas se mezclan en “Puppets”, donde todos, desde los judíos como los nazis, los animales y hasta el presidente son maromas. Al decir eso, sugiere que nadie es dueño de sí y quizás es presa de otra cosa, condicionamiento o persona. Y es ese conocimiento lo que puede iniciar la liberación.
En la penúltima canción “The Hills”, deja libre el humor, aunque sea más negro que la noche o el vacío. Agradece a Dios vivir empastillado mientras todo se extingue a su alrededor. Es aquí donde los arreglos son más elaborados y hasta se nota algo de ritmo en las melodías: como en un último afán de estirar la cuerda de la vida.
Hay algunas canciones que representan el final de una banda. Por ejemplo, los Beatles cerraron su último disco con “The End”. Los seguidores de Rush reconocemos a “The Garden” como su cierre y recapitulación. Cohen termina y culmina su obra con “Listen To The Hummingbird”, donde nos invita a escuchar a los colibríes, a las mariposas y al pensamiento de Dios en lugar de su voz. Quizás, si seguimos su consejo, lleguemos al silencio y lo que nos quiera transmitir.
Definitivamente el poeta de las dos grandes intimidades tenía algo más que añadir y lo celebro.