Dios los hizo y Andrés Manuel López Obrador los juntó en su autoproclamada Cuarta Transformación (4T). Son los radicales del gabinete, quienes han desatado una y otra vez crisis internas que han costado caro al gobierno federal y que han puesto en entredicho las promesas del Presidente, entre ellas la que lo hizo para ganar la confianza de 30 millones de mexicanos: el combate a la corrupción y la impunidad.
El ala más radical del gabinete está en la parte energética, paradójicamente el sector más estratégico para el crecimiento del país y la llegada de nuevas inversiones. Este sector está liderado por una funcionaria con poca experiencia en la materia, pero mucha imaginación para hacer los cambios radicales que sólo han ahuyentado la inversión privada y la incertidumbre, por ejemplo, sobre el futuro de las principales empresas del país: Pemex y la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
En Pemex, la injerencia de Rocío Nahle ha pesado sobre lo que opina Octavio Romero, quien oficialmente es director general de la empresa, aunque en la práctica ha tenido más influencia la secretaria de Energía en la política de hidrocarburos. La única parte que Nahle ha cedido a Hacienda es la financiera, de otra forma Pemex ya habría perdido el grado de inversión y estaría al borde la quiebra.
Arturo Herrera y Gabriel Yorio, del ala de los técnicos-moderados del gabinete, han refinanciado cerca de 30 mil millones de dólares de deuda de Pemex, lo cual le ha permitido mejorar su perfil financiero, pero lo que sigue preocupando a los inversionistas y a las calificadoras es el plan de negocios que propuso la empresa y que va en línea con la idea romántico-nacionalista del Presidente y su radical secretaria del ramo.
En el otro subsector energético está Manuel Bartlett, quien a diferencia de Octavio Romero, sí tiene la libertad para hacer y deshacer en el sector eléctrico como titular de la CFE. Incluso, en el gabinete suelen decir que hay dos secretarios: la de hidrocarburos y el de electricidad.
La manga ancha que ha dado el Presidente a Nahle y Bartlett para operar el sector ha detonado varias crisis que luego el propio Andrés Manuel ha tenido que desactivar.
Ejemplos como la renegociación de los contratos con las empresas de gasoductos, los cambios en las reglas de los Certificados de Energías Limpias y la negativa de Nahle para reactivar las rondas de hidrocarburos y los farmouts de Pemex tienen al sector en perspectiva negativa y con un claro riesgo de hundimiento, pues con estas reglas los inversionistas no están dispuestos a jugar.
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