Detectando desinformación

Compartir

El mundo atraviesa por la época de la posverdad donde la información es un bien de consumo masivo al alcance de cualquiera, y lo que a la vez la vuelve un instrumento mediante el que se ejerce poder, lo que la convierte en un arma. El esfuerzo amplio y deliberado de divulgación de información falsa, sesgada, imprecisa, con el fin de manipular a la audiencia en desconocimiento de datos sustentados, comprobables y reales, que se vale entre otros de las noticias falsas, las fake news, se le conoce como desinformación.

Las “fake news” son parte de las campañas de desinformación, pero no son lo único que se utiliza; para la desinformación también se valen de fotos, infografías, memes, videos, trabajo de supuestos expertos, campañas de difusión en redes sociales y, en general cualquier medio y formato que permita difundir información y llegar a la audiencia objetivo. La audiencia a la que se quiere desinformar y manipular.

El pasado 2019, la Comisión de Noticias e Información del Parlamento Europeo celebró la “Media Literacy Week” donde propusieron los rasgos más relevantes que delatan una campaña de desinformación. Así, sirva el presente como una muy breve y primera aproximación a algunos elementos que sirvan para detectar cuando se presenta una pieza de desinformación.

¿Quiénes y cómo están difundiendo la información?

Las campañas de desinformación principalmente son impulsadas con la intención de manipular la percepción de la gente y en su caso incitar una reacción, casi siempre de malestar. No exclusivamente mediante redes sociales, por lo que la información llega desde diversas fuentes, de manera inesperada y se presenta para sustentar posturas de simpatía e ideología.

Así, también puede llegar por cadenas por sistemas de mensajes instantáneos como WhatsApp, correos electrónicos, e incluso insertos publicitarios en medios digitales. Se puede estar leyendo algo en Facebook, o viendo un video de un tema completamente sin relación en YouTube y aparecer un inserto publicitario promoviendo alguna campaña de desinformación.

¿Cuáles son las fuentes?

En una campaña de desinformación las fuentes son un gran delator del origen sesgado y la intención de quien las difunde. Los sitios que además lo hacen con la intención de monetizar este tipo de contenido forman el clickbait, sitios sensacionalistas carentes del mínimo fundamento, pero útiles y oportunos para impulsar este tipo de campañas. Y ganar dinero de paso.

Una manera de verificar sería buscar información relativa al tema, por ejemplo en un motor de búsqueda como Google, Bing o Yandex, para ver cuales otros sitios, medios digitales, o cualquier otro espacio en internet, habla sobre el tema y de qué manera lo hace. No es raro encontrar múltiples sitios, carentes de toda seriedad, que hacen Copia & Pega de las mismas piezas de desinformación, pero no aparece en ninguna fuente seria, ni en los sitios oficiales en caso de mencionar alguna institución.

En el caso de las fotos, pantallas e imágenes en general, ¿se puede confirmar el origen y la fuente donde surgen?

Con frecuencia en las campañas de desinformación se ofrecen fotos e imágenes como supuesto testigo de veracidad de un suceso, sin embargo, se hace con fotos sin ninguna relación o descontextualizadas. En México se vivió un ejemplo muy claro de esto cuando en enero de 2017, a partir de protestas por el aumento del precio de las gasolinas, se empezaron a difundir fotos de escenas de protestas y actos violentos que sucedieron en otros lugares del mundo, en otros años, pero que contribuyeron a generar miedo e incentivar lo que terminó convertido en una serie de saqueos a tiendas y centros comerciales.

¿Se promueve con sentido de urgencia?

Las campañas de desinformación tienen una característica peculiar, se difunden con gran rapidez, en parte, porque así están diseñadas al inducir en la audiencia la sensación de urgencia diciendo que les están revelando información, imágenes, videos, prohibidos, demasiado importantes, o que en otro lugar no verán y que por lo tanto es necesario pasar la voz “para que todos lo vean” “antes que lo quiten”.

Y por la misma razón, con frecuencia dentro del mismo mensaje de difusión incluyen el llamado a la acción que realmente interesa: “compártelo”, “dale retuit”, “ponlo en tu muro”, “reenvíalo”, “dale like”, “pasa la voz”. Y tal vez la más sutil pero peligrosa: “que todo mundo se entere”, ¿por qué? Porque precisamente cumple con la labor de inducir la prisa y urgencia en difundir una idea que sirva para generar un marco de referencia en la percepción de la audiencia, es decir, manipulación.

¿Cómo se presenta la información? ¿El título o encabezado tiene algún juicio de valor?

En una campaña de desinformación los datos, los hechos, la validación, es lo que menos importancia tiene, basta generar una percepción sesgada en la audiencia que parte principalmente de la reacción emotiva que se puede provocar. Para eso se utilizan los encabezados y títulos sensacionalistas que impulsan una sensación de miedo, urgencia, ira, o en el caso opuesto, de celebración y presunción.

Para una campaña de desinformación lo que importa, lo que sobresale, es la exageración y la carga emotiva que aleja la atención de los hechos y datos sustentados, por lo que también con frecuencia los encabezados y los títulos no tienen relación con el contenido de la información que presentan, sino que los títulos y encabezados son en sí mismos la parte relevante de lo que se quiere difundir.

¿Qué emoción genera la información?

Finalmente, el aspecto más interesante es la percepción de la audiencia. Lo importante no es leer la información ni entenderla a manera que la audiencia forme su propio juicio, es más bien que quien la genera busca inducir un estado emotivo para manipular la percepción de la audiencia objetivo según convenga. Las campañas de desinformación invariablemente serán en contra de unos y a favor de otros.

En la época de hiperinformación que vivimos el eslabón más débil es el usuario mismo, origen, objetivo, pero también principal barrera de defensa, de estas complejas y peligrosas estrategias.

Un último punto sobre el que debería hacerse especial énfasis. Estas campañas nunca son casuales, nunca son espontáneas, siempre hay un objetivo y alguien que resulta beneficiado.

Hagamos red, sigamos conectados. Pero si no estamos seguros del origen, motivo real y validez de un mensaje, procuremos no difundirlo. La desinformación se nutre del “por si acaso”, “por sí las dudas”, “yo no sé, pero me dijeron”, “pues, yo así lo vi”, “no me consta, pero…”, y muchas otras más.

Autor

  • Leo García

    Diseño y coaching de estrategias para manejo de redes sociales. Experiencia en análisis de tendencias en línea.

    View all posts