Los votos de los ministros de la Suprema Corte que permitieron a cuatro personas sembrar, producir, portar y consumir mariguana con fines recreativos son sólo el principio.
Uno muy bueno, sin duda, porque para esa decisión Arturo Zaldívar, Olga Sánchez Cordero, Alfredo Gutiérrez y José Ramón Cossío pusieron la libertad de las personas por encima de la prohibición.
Ellos nos dijeron a todos, que la sociedad mexicana tiene capacidad de tomar decisiones, de consumir productos aunque le sean nocivos; que la elección que cada uno haga en la forma en que vive no es ni debe ser competencia del Estado, sino que derecho de cada uno.
El fallo es, sin duda, una reivindicación histórica de quienes por años han (hemos) impulsado la necesidad de atender un problema de salud como tal y no como uno que se resuelve con balas; no cabe duda que es una gran victoria de los defensores de la libertad.
Pero el debate apenas comienza. Hoy son sólo cuatro los individuos a quienes que pueden interactuar legalmente con la cannabis con fines lúdicos. Faltan miles, millones, a quienes no se les reconoce ese derecho.
Sin embargo, la vía de los amparos que puedan tramitarse para seguir el camino de la Sociedad Mexicana de Autoconsumo Responsable y Tolerante es larga y no resuelve de fondo el problema de la prohibición.
La clase política debe entender que el debate de la legalización no puede esperar, que no hay lógica para postergar una legislación de las drogas, por lo menos de la mariguana. Llevamos demasiado tiempo tratando a los adictos como delincuentes y no como enfermos, permitiendo que producir y comerciar drogas genere ganancias multimillonarias en la clandestinidad; e incentivando que esas ganancias sirvan para corromper las esferas de la seguridad y la política para poder mantener el control de voluntades y territorios.
Diputadas, senadores, gobiernos y partidos políticos están obligados a entrar en serio a la discusión; ya no pueden escudar su falta de postura en la necesidad de debatir y analizar estudios. La sociedad y sus organizaciones están esperándolos.
Terminar con la prohibición no va a generar una ola de consumidores y adictos; los países que han avanzado en el camino así lo demuestran. Quienes buscan consumir encuentran la manera de hacerlo —siempre que haya demanda habrá una oferta para satisfacerla— y, así, mantener la prohibición obliga a la interacción con la delincuencia y abre el riesgo de que el consumidor reciba veneno para ratas en lugar de lo que busca.
En abril de 2016, la ONU discutirá en Asamblea General la política mundial contra las drogas. México tiene que asumir el papel de promotor y llevar una postura clara que debe ser informada, vanguardista y responsable, para así impulsar el fin de la prohibición.
Este artículo fue publicado en La Razón el 09 de Noviembre de 2015, agradecemos a Luciano Pascoe su autorización para publicarlo en nuestra página